La terminal de pasajeros del aeropuerto de Albrook es poco más que un
pequeño hangar con una cinta transportadora en la que facturar nuestros
equipajes y una sala de espera en la que pasar los últimos minutos antes de la
salida de nuestro vuelo.
Cómo no, antes de embarcarnos debemos pasar por los trámites del
Servicio Nacional de Fonteras (SENAFRONT), que retiene los pasaportes de los
pasajeros durante alrededor de una hora antes de la partida.
Tomamos asiento en la parte delantera, justo detrás de la cabina, desde donde podemos ver todos los movimientos del capitán y su segundo de a bordo.
Desde el aire contemplamos la ciudad en todo su esplendor.
Los altos rascacielos, que se ven imponentes cuando uno está a pie de calle, desde las alturas aparentan ser frágiles maquetas que forman parte de algún decorado de cine, siempre con el azul del Océano Pacífico al fondo.
Pasamos junto a una línea de zopilotes de cabeza roja (Cathartes aura), que también se dirigen al sur en su migración anual, seguida de un par de grupos más, y esta visión provoca que nuestro entusiasmo con este viaje crezca aun más.
Los altos rascacielos, que se ven imponentes cuando uno está a pie de calle, desde las alturas aparentan ser frágiles maquetas que forman parte de algún decorado de cine, siempre con el azul del Océano Pacífico al fondo.
Pasamos junto a una línea de zopilotes de cabeza roja (Cathartes aura), que también se dirigen al sur en su migración anual, seguida de un par de grupos más, y esta visión provoca que nuestro entusiasmo con este viaje crezca aun más.
Para empezar, y después de disfrutar de la panorámica de la ciudad y del vuelo en formación de aves rapaces migratorias, pasamos a baja altura sobre los bosques de los Parques Nacionales de Soberanía y Chagres, y obtenemos una fantástica –aunque breve- visión del dosel arbóreo.
Pero antes de que podamos asimilarlas, nos situamos sobre la costa caribeña, donde podemos distinguir algunas de las islas del archipiélago Kuna rodeadas de arrecifes coralinos.
Aquí la línea costera marca el límite entre la selva y el mar, ya que los espesos bosques darienitas llegan hasta la orilla, de forma que un colorido pez de arrecife puede estar a la sombra de un árbol típicamente forestal o la mismísima águila harpía (Harpia harpyja) podría tener su atalaya de caza a escasos metros de la rompiente.
Lo dicho, todos los miembros de la familia disfrutamos como niños del
trayecto, y Carmen incluso divisó desde las alturas la aleta dorsal de un
cetáceo que no consiguió identificar.
Puerto Obaldía no sería mucho más que una pequeña aldea perdida en la selva si no fuera por su situación, que la convierte en la única alternativa para atravesar por tierra el famoso “tapón del Darién”.
Por tierra o, mejor dicho, por agua, ya que a partir de aquí nuestro camino continúa en la lancha que recorre la corta distancia que nos separa de Capurganá, equivalente colombiano de esa última localidad centroamericana.
Otra forma de llegar a Colombia, aparte de los vuelos en avión comercial, es en las llamadas "lanchas rápidas", la opción más utilizada por los mochileros de bajo presupuesto, y un trayecto de más de seis horas para recorrer el tramo que nosotros sobrevolamos.
Cierto es que nos hubiera gustado pasar tres o cuatro días navegando en un velero entre las islas de los indígenas kunas, paradisíacas según quienes las visitaron alguna vez, pero lo compensamos de alguna manera con nuestra estancia en los bonitos y tranquilos pueblos de Capurganá y Sapzurro, ya en el lado colombiano.
Nos despedimos de América Central, donde recorrimos en mayor o menor
medida una buena parte de los ocho países que forman el istmo, para lo cual
cruzamos las fronteras que los separan en 19 ocasiones.
México, Belize, Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica y Panamá ya forman parte del recuerdo. Un recuerdo lleno de buenos momentos, de lugares impresionantes y de encuentros sorprendentes con la fauna de la zona.
Ahora, el 5 de noviembre de 2013, a punto de atravesar nuestra vigésima frontera administrativa (siempre preparados para solucionar sobre la marcha los requisitos que puedan surgir de la burocracia fronteriza), hacemos un somero balance de las experiencias vividas y nos preparamos para nuevas aventuras, esta vez en la parte sur del continente, donde nos esperan animales y ecosistemas que todavía no hemos encontrado en este viaje.
México, Belize, Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica y Panamá ya forman parte del recuerdo. Un recuerdo lleno de buenos momentos, de lugares impresionantes y de encuentros sorprendentes con la fauna de la zona.
Llegada a Capurganá, nuestro primer pueblo Colombiano |
Ahora, el 5 de noviembre de 2013, a punto de atravesar nuestra vigésima frontera administrativa (siempre preparados para solucionar sobre la marcha los requisitos que puedan surgir de la burocracia fronteriza), hacemos un somero balance de las experiencias vividas y nos preparamos para nuevas aventuras, esta vez en la parte sur del continente, donde nos esperan animales y ecosistemas que todavía no hemos encontrado en este viaje.
América del Sur, ¡allá vamos!