viernes, 27 de septiembre de 2013

PARQUE NACIONAL TIKAL. BASTANTE FAUNA Y HERMOSAS RUINAS MAYAS EN EL PETÉN GUATEMALTECO



Gran Plaza de Tikal. A la derecha, Templo del Gran Jaguar, y enfrente, medio tapado por el árbol, el Templo de las Máscaras.
Al fondo, la Acrópolis Norte


Estamos prácticamente solos en la Gran Plaza de la ciudad maya de Tikal, posiblemente llamada Yax Mutul por sus antiguos pobladores. Los templos I (o del Gran Jaguar) y II (o de las Máscaras) se elevan hacia el cielo en los extremos de la plaza, enfrentados como si compitieran por ver cúal es el que llega más alto con sus hermosas cresterías de piedra. 

Las oropéndolas de Moctezuma (Psarocolius montezuma) llenan el aire con sus reclamos, tan característicos de esta zona del continente, mientras a lo lejos se escuchan las llamadas de los monos aulladores (Alouatta pigra), otro de los sonidos naturales que siempre nos recordarán a América Central. 

Numerosos bandos de cotorras (Aratinga nana) surcan el cielo, llenándolo con sus estridentes graznidos.


El lugar, rodeado por una espesa selva, de la que ya forma parte, emana una magia especial, diferente de la que pueda sentirse en otras ciudades antiguas que hayamos visitado.

Templo V, inmerso en la selva 

Continuamos caminando por la Acrópolis Central, un complejo de palacio situado al lado de la plaza y desde el que se obtienen excelentes vistas de esta a un lado y de una densa y verde selva desde la que surge el también impresionante templo V al otro.

En la Acrópolis Central



Es temprano, y solamente en la entrada del recinto, ya hemos observado un par de coatís (Nassua narica), unos cuantos agutís (Dasyprocta punctata) y un zorro gris (Urocyon cinereoargenteus), además de algunas ardillas grises de Yucatán (Sciurus yacatensis) y varias especies de pájaros, lo cual no está nada mal para empezar el día. 
Tikal promete también en cuanto a fauna se refiere... 



Continuamos la visita de la ciudad pasando junto al Templo III o Templo del Gran Sacerdote, en el que cría una pareja de halcones pechinaranja (Falco deiroleucos) que no tardarán en dejarse ver, el Palacio de las Ventanas y las pirámides gemelas del Complejo N, antes de llegar al imponente Templo IV o de la Serpiente Bicéfala, el más alto de todo Tikal y de todas las estructuras precolombinas de América, con sus 70 metros de altura. Ahora mismo, este es el único templo al que se puede subir, ya que los otros en que estaba permitido se encuentran en obras. 

Vista desde el Templo de la Serpiente Bicéfala. Del dosel selvático surgen como centinelas de piedra las cresterías de los Templos III (el más visible en la foto), II y I (a su izda, al fondo) y el Mundo Perdido (a la dcha, entre la vegetación)

Pero la vista ofrecida desde lo alto de la pirámide es colosal. Un manto verde ininterrumpido se extiende en todas direcciones hasta donde la vista (y los prismáticos y el telescopio) alcanza, y sobre el dosel se elevan las cresterías de los altos templos de la ciudad, vestigios de un pasado glorioso que nos recuerdan lo efímera que puede llegar a ser cualquier gran civilización cuando sobrepasa la capacidad de carga del medio ambiente que la sostiene.

Pasamos un buen rato en este edificio, tratando de localizar águilas forestales (principalmente Spizaetus) mientras desayunamos y Sahara hace un dibujo de la ciudad, ya que cada vez es más habitual que dibuje sobre los lugares en los que viajamos. No vemos las águilas que buscábamos, pero observamos un pechinaranja, cóndores reales (Sarcoramphus papa), milanos plomizos (Ictinia plumbea), elanios tijereta (Elanoides forficatus) y un gavilán chapulinero (Buteo magnirostris).



Buscando águilas


Descendemos y, entre grupos de monos araña (Ateles geoffroyi yucatanensis) que patrullan el dosel en busca de los frutos de los que se alimentan, llegamos al Mundo Perdido, nombre que recibe la pirámide perteneciente a un complejo encerrado de 38 estructuras del Preclásico Tardío (400-300 a.C.), que se mantuvieron intactas y no fueron afectadas por actividades constructivas posteriores.

Parece que en esa época, esta pirámide fue una de las construcciones más grandes en toda la región maya.


Pirámide del Mundo Perdido



Aquí nos encontramos un trabajador del Parque Nacional con una bonita tarántula en la mano, así que nos acercamos para verla mejor y Sahara enseguida quiere cogerla, así que acaba pasando de mano en mano hasta que conseguimos que la deje y seguimos nuestro camino.

No se si será tan fácil controlarlo cuando volvamos a ver tarántulas salvajes aunque, afortunadamente, el guarda nos ayuda a explicarle que no siempre se pueden coger y que hay que estar atento al comportamiento del arácnido, ya que será el que nos de pistas sobre su estado de ánimo y alerta. 




Mientras manejamos la araña, vemos otro zorro gris caminando tranquilamente a plena luz del día.



Nuestra siguiente parada es la Plaza de los Siete Templos, donde comemos y jugamos un buen rato en un entorno muy guapo antes de que el enano y yo nos acerquemos al Templo V, imponente edificio que ostenta el honor de ser la segunda estructura más alta de Tikal con sus 57 metros de altura. Mientras, Carmen se encuentra con un gran ejemplar de la bonita serpiente Spilotes pullatus, gracias a las llamadas de alarma de urracas pardas (Cyanocorax morio) y tucanes pico iris (Ramphastos sulphuratus), aunque no puede fotografiarla porque no lleva cámara encima.


Templo V

De vuelta hacia la Gran Plaza, nos encontramos con un enjambre de hormigas marabunta (Ecitoninae), una subfamilia de formícidos nómadas, que recorren el bosque formando ejércitos de hasta un millón de individuos y deteniéndose en campamentos temporales que pueden servir para una sola noche o para varias semanas, en función del ciclo reproductivo de las propias hormigas. 
Cada mañana, abandonan el campamento formando una columna en busca de presas que se va abriendo en abanico y patrullando la selva, tanto a nivel del suelo como trepando a la vegetación y pudiendo llegar hasta el dosel. A su paso, una miríada de insectos sale de sus escondrijos en un intento de escapar a la capacidad predadora de las hormigas, que a pesar de ser prácticamente ciegas, se comunican eficazmente mediante señales químicas y, gracias a que son veloces corredoras, confluyen sobre sus presas cazándolas de forma cooperativa, tal como hacen las manadas de lobos (Canis lupus) o leones (Panthera leo) entre los mamíferos. Gracias a esta técnica, pueden llegar a atacar pequeños mamíferos, ranas arborícolas, serpientes o pichones de aves en sus nidos.

                                                     

Existe un grupo de aves llamadas hormigueras (Thamnophilidae) asociadas a estos enjambres de hormigas marabunta. Estas aves, junto con determinadas especies de carpinteros (Picidae), trepatroncos (Dendrocolaptidae), tangaraes (Thraupinae, Emberizidae) y otros, siguen a las columnas de hormigas atrapando a los insectos en fuga que se alejan de las cazadoras. 
Aunque la primera vez que vimos una marabunta en Panamá conseguimos identificar 17 especies de aves que las perseguían, esta vez no hubo tanta suerte y sólo pudimos observar al trepador rojizo (Dendrocincla homochroa) que se alimentaba con los supervivientes de la caza social de los formícidos.

Templo I en la Gran Plaza


Seguimos caminando y volvemos a pasar por la Gran Plaza, que tiene la capacidad de asombrarnos de nuevo como si no la hubiésemos visto esta misma mañana, y desde aquí nos adentramos por la Acrópolis Norte en dirección a los complejos O, P, M, R y Q, de pequeño tamaño y dispersos por la zona norte de la ciudad. 
Resumiendo, en esta zona caminamos bastante, aprovechamos para que Sahara duerma la siesta, descansamos un rato y disfrutamos de más ruinas, entre ellas algunas de las pirámides gemelas como las del complejo Q, un tipo de edificaciones casi exclusivo de Tikal y alguna otra ciudad vecina y aliada de esta, que se construían para celebrar el fin de un K´atun o ciclo de veinte años y el inicio del siguiente. 

Templo I desde la Acrópolis Central. Carmen y Sahara caminan por un juego de pelota

Además, en Tikal pueden observarse estelas, altares, juegos de pelota y otras construcciones menores características de las antiguas ciudades mayas.


Ya de salida, nos topamos de frente con un venado de cola blanca (Odocoileus virginianus) que se nos queda mirando un rato antes de irse, proporcionándonos la mejor observación de esta especie hasta la fecha.

Acrópolis Central


Templo V
En fin, se podría hablar mucho más de Tikal, lugar que también merecería una exploración más a fondo en un segundo día, tanto por su espectacularidad como por su gran tamaño, pero tanto el precio de la entrada (el más alto que hemos pagado hasta ahora) como el cansancio de caminar todo el día y del viaje hasta aquí desde Bullet Tree (ayer, 13 de junio, salimos de nuestra cabaña después de recoger a Sahara en el cole; comimos en el Cayo; nos dirigimos en bus a la frontera entre Belize y Guatemala y de allí agarramos otro a El Remate, donde llegamos por la tarde y nos alojamos), nos recomiendan dejarlo pasar.

De momento acampamos en un lodge ubicado en la entrada de la zona arqueológica, aunque creemos que mañana cambiaremos nuestra tienda de ubicación por una algo más salvaje y económica…

Al día siguiente nos damos una vuelta por la pista de acceso a la zona arqueológica y los alrededores de la entrada, observando varios coatís, tanto machos adultos solitarios como grupos de hembras y subadultos, acompañados de crías de corta edad. 

También vemos zorros grises, ardillas y pavos ocelados (Meleagris ocellata), entre otras aves.



Pavos ocelados, endémicos de una pequeña región
donde confluyen Guatemala, México y Belize


Recogemos la tienda y salimos del lodge. Compramos unos tamales en un puesto de la carretera y se da la coincidencia de que uno de los clientes con los que hablamos fue chiclero (los chicles se elaboraban hasta hace poco con la resina del zapote Manilkara zapota, que se recolectaba a mano en medio de las selvas peteneras, yucatecas y belizeñas mediante la realización de incisiones en el tronco del árbol) durante parte de su vida, e inspecciona el brazo de donde me extrajeron los colmoyotes (Dermatobia hominis) hace unos días. ¡Todavía quedan algunos dentro!


El hombre me exprime el brazo de nuevo, pero esta vez se nota la técnica adquirida con la experiencia y me saca rápidamente dos gusanos de buen tamaño, cubiertos por varios anillos de espinas o pelos urticantes negros que les dan un aspecto nada agradable. 
Asoma un tercero, que consigue escabullirse y enterrarse de nuevo en mi carne, esta vez más profundo, así que no logramos sacarlo. 


No hay problema, ya que mi compadre me aplica sobre la herida el látex de los frutos del árbol conocido como huevos de caballo (Stemmadenia donnell-smithii ), llamado así precisamente por la forma de dicho fruto. Tapamos el ungüento con un trozo de papel, que se queda pegado al instante, y con esto esperamos que las larvas que quedan se ahoguen y me deshaga definitivamente de ellas. 

Aguada Dimick

Después de esta “delicada cirugía”, caminamos por una pista de tierra para localizar algún sitio en el que poder acampar en el monte. Llegamos a una aguada donde hay montada una plataforma de observación, así que el lugar nos parece ideal para montar el campamento, cosa que hacemos inmediatamente. 


Vemos otra marabunta, acompañada por la misma especie de trepador que ayer, encendemos un fuego para cocinar y pasamos el resto del día sobre la plataforma, esperando a cualquier animal que quiera dejarse ver. Atardece y tan solo vemos un joven de halcón pechinaranja perchado en los alrededores de la charca, probablemente el polluelo de la pareja que cría en el Templo III, ya que podemos distinguir la anilla que nuestro amigo Jonathan Urbina, del Fondo Peregrino, le ha colocado hace un par de semanas.

Pasando la tarde en la plataforma, cada uno a lo suyo

No tenemos grandes reservas de agua para poder beber y hacernos una sopa para cenar, así que decidimos recorrer el kilómetro y medio que nos separa del camping oficial que está cerca de la entrada de Tikal para rellenar nuestros recipientes con el líquido elemento, y por el camino vemos una pequeña serpiente Coniophanes schmidti  y otro zorro gris.

Después de la cena me quedo dormido contándole un cuento a Sahara en la tienda, vestido y todo, así que cuando me despierto salgo a lavarme los dientes y prepararme para dormir. 
Unos ojos centellean en el camino, y yo me apresuro a volver a la tienda a por los prismáticos, aunque dudo que el animal siga estando ahí a la vuelta. 
Efectivamente, ya no está en el mismo sitio. Está más cerca. Lo enfoco con la luz y la óptica y me quedo de piedra. Es un margay (Leopardus wiedii), que continua su avance en mi dirección sin inmutarse siquiera por mi presencia ni por el haz de luz que lo ilumina de lleno. 
No puedo resistir la tentación de ir a avisar a Carmen y, esta vez, cuando volvemos, ya no está.
La observación me da esperanzas de ver más cosas, así que me voy a dar una vuelta por los alrededores, aunque solo veo algún cocodrilo de pantano (Crocodylus moreletti) en la aguada. 

A la mañana siguiente le toca a Carmen darse una vueltecita en la que observa bastantes pájaros, entre los que destacó una pareja de tapacaminos comunes (Nyctidromus albicollis) que se comportan como si estuvieran criando. 
No tarda mucho en localizar un pollito en el suelo que fotografía antes de alejarse rápidamente del lugar. 

Después vemos algún cocodrilo en la aguada mientras esperamos a que Sahara se despierte para ir a dar un paseo por un sendero cercano. 



Durante la caminata comienza a llover, y el enano y yo lo solucionamos usando hojas de palmera a modo de paraguas, pero cuando la tormenta arrecia más, nos refugiamos bajo el tronco de un árbol caído que atraviesa el sendero, y allí aguardamos a que escampe, mientras nuestro hijo inmortaliza la situación con un bonito dibujo.



Aguada y plataforma
Terminada nuestra aventura, recogemos el campamento y nos subimos en una combi que nos lleva de vuelta a El Encuentro. 
Aquí agarramos otra a la frontera, cruzamos a Belize de vuelta y nos subimos en el autobús que nos lleva a San Ignacio, donde hacemos compra en el mercado, publicamos una entrada del blog y volvemos a casa en un taxi colectivo, donde llegamos al atardecer. 
Una vez más, el kinkajú (Potos flavus) nos da la bienvenida mientras preparamos la cena, mostrándose muy cerquita.

¡Parece mentira pero ya echábamos de menos estar en nuestra cabañita! 


Algunas fotos más:
Otra vista de la Gran Plaza

Contemplando el paisaje desde lo alto del Templo IV 

Buscando rapaces

Mundo Perdido

Sahara delante del Templo V

Gran Plaza y Templo I desde la Acrópolis Norte

Sahara durmiendo la siesta en el Complejo P

Complejo P


Templo I, Gran Plaza

Sahara y Templo V

Acrópolis Central

Templo entre la vegetación

Estela

Templos I y II, enfrentados

Dibujando sobre el Templo IV. Luce una herida en un labio de una caída al salir del cole

Pirámide del Mundo Perdido


Tarántula

Feliz

Mundo Perdido

Explorando

Trepatroncos

Templo V:




Gran Plaza

Familia al completo en la Acrópolis Norte

Aguada Dimick

Desayunando en la plataforma de la aguada

Esperando a que a algún animal se le ocurra venir a beber

Pateo por el bosque desde nuestro campamento antes de volver a casa:






Paraguas naturales

Arañazos en el tronco de un árbol, seguramente de jaguar (Panthera onca)

A cubierto de la lluvia bajo un tronco caído

Un poquito de fauna:
Mono araña colgado de su cola

Comiendo fruta

Zorro gris

Coatís un poco asustados

Una cría de pocas semanas

                                                                            Sacopterix bilineata:



                                                              ¿Carollia perspicillata?:





Amazona autumnalis

Meleagris ocellata

Amazona farinosa

Ramphastos sulfuratus

Columba speciosa

Algunos insectos en la entrada de Tikal

Oruga



Algunos vídeos:
Vista de las ruinas desde el templo IV:



Coatís:






Oropéndola de Moctezuma:

Ardilla yucateca:

Monos araña:





Hormigas marabunta: