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domingo, 20 de enero de 2013

    

RESERVA DE LA BIOSFERA TEHUACÁN-CUICATLÁN (II). ZORROS GRISES, GUACAMAYAS VERDES Y BÚHOS DE VIRGINIA


Mirador en el Cañón del Sabino, desde el que vimos una pareja de guacamayos verdes


Miércoles, 05/12/2012.- Atardece en el Cañón del Sabino. Bajo nuestros pies, una caída de más de mil metros nos separa del lecho de un pequeño río, que discurre plácidamente encajonado entre las cercanas paredes del desfiladero. Todo está en calma y solamente se escuchan los trinos de algunos pájaros entre la vegetación. 


Encajonamiento del cañón
De repente se rompe el silencio. Los estridentes chillidos de los guacamayos verdes (Ara militaris) resuenan por todo el cañón rebotando en sus paredes, que amplifican el sonido. Se diría que una gran bandada de estas aves se acerca gritando aunque, en este caso, se trata tan sólo de una pareja.

A pesar de no ser un gran bando, resultan suficientes para llenar un trozo de cielo con su hermoso plumaje colorido.
El avistamiento no dura mucho. Al poco de llegar, y tras dar un par de giros algo por debajo de nosotros, se meten en un agujero de la piedra caliza, donde pasarán la noche.

Nosotros volvemos a nuestro campamento, montado en un área habilitada al efecto pero que encontramos desierta, y en la que disponemos al menos de una mesa, bancos y sillas y un lugar donde hacer un fuego. 
Durante la bajada anochece, y aprovechamos para foquear con nuestras linternas en busca de fauna ya que, una vez más, aquí viven varios de los animales que buscamos, entre ellos el puma (Puma concolor), aunque no tenemos suerte hasta que llegamos al campamento. Una vez allí, aparece un zorro gris (Urocyon cinereoargenteus) rondando la tienda y la zona de mesas.
Lo vemos, le sacamos alguna foto e incluso lo acosamos un poco (ya se sabe, la emoción después de tanto tiempo sin ver un carnívoro) antes de dejarlo tranquilo. 
Pero no se va. A pesar de que se ve que la zona no es intensamente utilizada como área de recreo y de que el libro de visitas refleja que tan sólo un puñado de personas han visitado el cañón en los últimos meses, el animal es muy confiado y aunque mantiene una distancia de seguridad, no demuestra ningún temor ante la gente e incluso se tumba a dormitar a pocos metros de nosotros.
Más tarde llega otro, un poco más reservado, que también se queda por los alrededores. En un momento de la noche llegamos a contar cinco ejemplares en toda la zona del campamento, aunque son un par de ellos, y uno especialmente, los que demuestran mayor osadía.
Ni que decir tiene que no nos cansamos de verlos y sacarles fotos hasta que nos fuimos a la cama, aunque guardando un poco las distancias para no molestarlos demasiado.

Alguna foto de los zorros


Llegamos a Cuicatlán pasado el mediodía del día 3, comimos algo y nos instalamos en una casa de huéspedes en el centro del pueblo. Descansamos y hacia el final de la tarde nos acercamos al río a dar un paseo, donde Sahara hizo un par de amigos con los que estuvo un rato montando en bicicleta.

Cañón de las guacamayas en El Chilar


A la mañana siguiente dirigimos nuestros pasos hacia El Chilar, aldea desde la que se accede a uno de los “cañones de las guacamayas”. La pateada, de unos seis kilómetros está bastante entretenida, con algunos cambios en la vegetación (que en este sector de la reserva está formada por selva baja caducifolia, aunque sigue habiendo algunos cactus y plantas espinosas) a medida que ganamos algo de altura. Por el camino vemos distintos pájaros, entre los que destaca una fugaz observación de un correcaminos menor (Geococcyx velox), ave que ya llevábamos tiempo con ganas de ver. 

Cocina en el área de acampada
Hacemos un alto para comer en un área de acampada desierta que está a sólo un par de kilómetros del cañón, donde llegamos a media tarde. El sitio esta guapo, pero los guacamayos no hacen acto de presencia, y hacemos el recorrido a la inversa ya de noche, a la luz de las linternas, y tenemos la suerte de ver algún chotacabras, algún ratón arborícola y nuestro primer zorro gris, al que seguí por el monte durante un rato para intentar verlo mejor.


Camino de vuelta al otro lado del cañón

Hacemos dedo para volver a Cuicatlán y no pasa mucho tiempo antes de que nos pare una camioneta que nos lleva prácticamente a la puerta de nuestro alojamiento, donde acabamos nuestra aventura de hoy.
Volviendo de noche hacia la carretera
Es al día siguiente cuando vamos al otro cañón de las guacamayas, el del Sabino, en las cercanías de Tecomavaca, y podemos disfrutar del vuelo de estos grandes loros.

Vista general del cañón. Vimos los guacamayos en el desfiladero de la izquierda

La mañana del jueves subo hacia lo alto del cañón para intentar ver salir de su agujero a los dos guacamayos de ayer, pero por el camino me entretengo escuchando los cantos de varios búhos de Virginia (Bubo virginianus), que no tardan en aparecer. El primero que veo es prácticamente una silueta sobre uno de los muchos cáctus columnares, cantando en su punta. Vuela y sigo mi camino, pero unos cientos de metros más adelante localizo otro cantando en las ramas de un árbol, al que se une un segundo ejemplar con el que inicia un dueto mientras mueven sus cuerpos hacia adelante y hacia atrás como si fueran balancines, en un movimiento parecido a una solicitud de cópula. 
El cañón por la mañana
Hago un pésimo vídeo a pulso a través de los prismáticos, en el que casi no se ve nada a pesar de que el día ya comenzaba a clarear y yo pude verlos con total claridad, pero cuando termino de montar el telescopio con el objeto de mejorar un poco el documento, deciden irse volando. Sigo y todavía veo a uno de los individuos por última vez en lo alto de otro cactus, esta vez a muy poca distancia pero por pocos segundos. Cuando lo pierdo de vista, ya terminó de amanecer y cuando llego a lo alto del cañón, ya no hay ni rastro de ningún guacamayo. De todas formas, las vistas merecen la subida y el madrugón por si solas y además veo bastantes pájaros, bonitos picados de aguililla de cola roja (Buteo jamaicensis) por dentro del cañón e incluso localizo un nido del colibrí Archilochus colubris al que hago un vídeo corto de digiscoping alimentando a sus dos polluelos.

Por la mañana, camino del mirador después de disfrutar de los búhos

Después de todas las observaciones de ayer y de hoy, decidimos pasar una noche más aquí y quedarnos hasta mañana, así que toca ir a por víveres al pueblo de Tecomavaca, que creemos que está a pocos kilómetros de aquí. Me presento voluntario y comienzo a caminar por la carretera bajo un sol de justicia de mediodía mientras Carmen y Sahara se quedan disfrutando de un baño en el arroyo que discurre por la parte baja del cañón. Hago dedo a todos los coches que pasan y nadie se para, y después de cuatro o cinco kilómetros recorridos empiezo a pensar si el pueblo aparecerá realmente en algún momento. Afortunadamente, poco después me recoge un coche de la policía y me ahorra de caminar los diez kms que me quedaban. 
Sahara disfrutando de las frías aguas del río
En menudo marrón me metí por hacer caso del conductor del colectivo que nos trajo hasta aquí, que para cobrarnos el pasaje completo nos dijo que estábamos al lado del pueblo. En fin, hago la compra y a esperar algún transporte que me devuelva a la entrada del camino hacia el cañón, pero una vez más la suerte está mirando para otro lado, ya que pasan dos combis en las que no hay sitio antes de que un coche se pare para recoger a un conocido que espera en mi misma parada. Otro transeúnte y yo aprovechamos la coyuntura para acoplarnos y pedir pasaje hasta nuestros respectivos destinos. Yo llego al mío con la comida para la familia pasadas las cuatro de la tarde, pero aún así tenemos tiempo de darnos un paseíto, ver un par de guacamayos dirigiéndose a su dormidero y hacer una espera a los búhos antes de que se haga de noche.

Más de zorros en la segunda noche

Repetimos noche de zorros y fogata en nuestro campamento y con el fallo del despertador por la mañana (que tenía que despertar a Carmen a tiempo para intentar observar algún búho y la salida de los guacamayos desde el cañón) damos por terminada nuestra estancia en la reserva de la biosfera de Tehuacán-Cuicatlán. 



Algunas fotos del pateo hacia el cañón de las guacamayas en El Chilar:
Garambullo (Myrtilocactus geometrizans) en primer plano y candelabro (Pachycereus weberi)
detrás, al principio de la caminata

En el sendero 

Otro candelabro

Paisaje de la zona

Sahara aún tiene el labio hinchado

Bien pequeño al lado de un candelabro

Insecto palo sobre un pochote (Ceiba aesculifolia),
un árbol de corteza muy particular 

Bajada hacia el cañón

Entrada al cañón. Después se sube hacia el otro lado
                                         
Chotacabras, posiblemente Caprimulgus arizonae

                                                    En el Cañón del Sabino, Tecomavaca:
Otra vista del Cañón del Sabino

Admirando el paisaje

Padre e hijo

Trepando, como siempre

Tetechos (Neobuxbauma tetetzo)

Pochote

Paisaje del cañón

Tarántula vista durante la bajada de noche hacia el campamento

Zorros de día, tan tranquilos a pesar de nuestra presencia

                                                                        Y más de zorros:









Vídeo de la caminata hacia el cañón, en una zona donde volaban a nuestro alrededor un montón de  mariposas, aunque no se aprecian demasiado:

Cañón del Sabino o de las guacamayas:

                                                 


Aguililla de cola roja (Buteo jamaicensis) entrando en el cañón:


Vídeo muy malo a través de los prismáticos de una pareja de búhos de Virginia, en el que también se les oye cantar (en el momento de la grabación les veía y escuchaba perfectamente, cuando monté el telescopio y aumentó la luz para mejorar un poco la calidad del "documento", se fueron volando):

Vídeo del colibrí Archilochus colubris alimentando a sus pollos en el nido:






domingo, 13 de enero de 2013


RESERVA DE LA BIOSFERA TEHUACÁN-CUICATLÁN (I). UN DESIERTO CON MUCHA VIDA


Vista general de los bosques de cactáceas en Zapotitlán Salinas, cubriendo todas las laderas

Nuestro primer destino después de salir definitivamente de Chichicaxtle es la ciudad de Tehuacán, previa parada para hacer noche en Córdoba. Desde aquí visitaremos la reserva de Tehuacán-Cuicatlán, pero primero buscamos un alojamiento en el que pasar una primera noche, informarnos sobre nuestro destino y dejar las mochilas mientras estamos en el campo.

Ambiente semidesértico de Zapotitlán


Con todo organizado, salimos hacia Zapotitlán Salinas, donde visitamos el Jardín Botánico, nuestro siguiente cuartel general. Este jardín cuenta con cabañas y una zona para acampar con un mínimo de servicios, como baños y sombra, así que montamos la tienda dispuestos a pasar unos días buscando la fauna del lugar. Una vez más, esperamos tener algo de suerte y poder observar algún carnívoro interesante, ya que coyotes (Canis latrans), zorros grises (Urocyon cinereoargenteus) y linces rojos (Lynx rufus) viven en esta zona.


Estamos en el interior desértico del estado de Pueblo, fronterizo con el de Oaxaca, donde las condiciones de sequía se deben al efecto de sombra creado por la Sierra Madre Oriental, que recoge la humedad antes de que pueda llegar al Valle de Tehuacán.


Tetechos
La vegetación dominante en la región es el matorral xerófilo o seco (concretamente matorral crasicaule), una muy curiosa mezcla de cactáceas columnares (como el tetecho Neobuxbauma tetetzo, el garambullo Myrtillocactus geometrizans, el baboso Pachycereus hollianus, el candelabro P. weberi o el viejito o cardón blanco Cephalocereus columna-trajani) y globosas (como el asiento de suegra Echinocactus platyacanthus, las viznagas ganchuda Pherocactus latispinus, xoquita P. flavovirens, piñita P. robustus, o de plumita Mammillaria pectinifera, el excremento de burro M. jaciana, el tencholote Cilindropuntia tunicata o el chiche de conejo Coriphanta pallida), matorrales y plantas espinosas
Sahara subido a un "árbol" de pata de elefante
(como los ágaves pitzomel Agave marmorata, el ixle o maguey blanco A. lurida, magueicito Echeveria setosa o la candelilla Euphorbia antisicilitica)  y algunos árboles dispersos (como el mezquite Prosopis laevigata, el palo verde Cercidium praecox, el chaparro amargo Castella erecta, los copales Bursera copaliphera, B. aloexylon, B. submoniliformis, B. cianea, la hipomea Hypomea pausiflora, el sangre de drago Jatropha neopausiflora o el sotolín o pata de elefante Beaucarnea gracilis y B. purpusii), muchas de ellas utilizadas con diversos fines por los pobladores locales desde hace miles de años.


La impresionante diversidad florística de la comarca alcanza su máxima espectacularidad en los bosques de viejitos y tetechos, donde miles de estos cactus cubren grandes extensiones de terreno, asemejándose a un ejército en formación, sobre todo en el caso de los viejitos, ya que su peculiar estrategia reproductiva hace que todos los individuos mantengan la punta doblada hacia el norte para proteger sus inflorescencias de la elevada insolación a la que están sometidos todo el año. 



Viejitos y tetechos dominando el paisaje

Pasamos tres días y dos noches en este campamento, caminando entre los bosques de cactus en busca de pájaros nuevos y de los rastros de los mamíferos que nos gustaría ver, además de haciendo esperas para intentar observarlos.



Una de las esperas realizadas antes de la atardecida
El primer día, tras montar el campamento, caminamos por los alrededores y conocemos a Jesús, el encargado, que nos acompaña hasta el cauce del río, pasando por una zona de cárcavas excavadas por el agua donde hay muchos restos de cerámicas antiguas, pertenecientes a los antiguos pobladores Popolocas, que se reunían en esta región en busca de sal, debido a la abundancia de manantiales de agua salada existentes en la zona. Al atardecer hacemos una espera que resulta infructuosa, al igual que las del día siguiente tanto por la mañana como por la tarde.


Por la noche, mientras Sahara duerme en la tienda,  nos damos un paseo con las linternas, y vemos un par de ratones arborícolas (Reithrodontomys mexicanus) y algún que otro sapo verde de buen tamaño, además de algunos murciélagos.  


Sahara y la sal de Zapotitlán
El segundo día nos acercamos al pueblo a por provisiones y exploramos una buena parte del cauce del río Zapotitlán o río Salado. Hacemos la espera de la tarde a un par de kilómetros de nuestro campamento, desde una pequeña salina que domina el paisaje circundante.
Regresamos de noche ayudados con la luz de las linternas, pero no tenemos la suerte de ver nada y al llegar al campamento, lo encontramos invadido por un grupo de una docena de estudiantes de biología de Michoacán, que se han adueñado de todo el espacio y hasta de una pequeña mesa que nos habían prestado para comer. La situación no nos gusta nada, y menos cuando ni nos saludan al llegar a pesar de tener rodeada nuestra tienda, así que recogemos nuestras cosas directamente y nos mudamos a otro techo cercano, no sin refunfuñar durante un buen rato.

Vista de una de las pequeñas explotaciones de sal de la zona de Zapotitlán Salinas


Sahara con su labio hinchado delante de un asiento de suegra
Debido a este cambio inesperado y a la pérdida de nuestra pequeña mesa, Carmen comienza a preparar la cena sobre un mostrador elevado que hay en nuestro nuevo refugio, y quiso la mala suerte que Sahara tratara de alcanzarlo subiéndose a una silla bastante inestable. A causa de la oscuridad, calculó mal y no llegó, así que la silla se cayó hacia delante y el enano aterrizó con la cara contra el suelo desde más de un metro de altura. Se partió un labio, que instantáneamente triplicó su tamaño normal y comenzó a chorrear sangre, además de golpearse un ojo, que también se hinchó y dejar un par de incisivos bailando y la encía superior sangrando y ennegrecida. La cosa parecía fea y hasta pensamos que quizá necesitaría puntos en el labio, pero lo lavamos bien y le aplicamos frío para la hinchazón y pronto vimos que no era tan grave. De todas formas, no tenemos forma de salir de aquí hasta mañana (si fuese más grave sería otra cosa), así que le damos una cena a base de líquidos y lo acostamos para ver cómo amanece.
Después del susto, cenamos y decidimos darnos una vuelta con las linternas para aliviar la tensión,  aunque sólo vemos un par de los ratones arborícolas de ayer.

Cauce del río


En el punto de espera
El tercer día amanezco temprano para hacer la última espera en esta zona y, tras un par de horas sin fortuna y cuando ya estaba a punto de empezar a recoger, sobre las 8:30, la suerte cambió. Llevaba buena parte de la mañana controlando desde mi posición una aguililla de cola roja (Buteo jamaicensis) posada sobre un cactus en una ladera alejada y esperaba poder verla en vuelo para confirmar la identificación. De repente ya no estaba, así que cambié de sitio para tener una mejor vista de la ladera por si la veía volando, cuando veo un movimiento a unos veinte metros por debajo de mi posición. ¡Es un cacomixtle (Bassariscus astutus)!, caminando a plena luz del día entre las cárcavas arenosas donde vimos los restos de cerámica. Después de esta breve observación, regreso muy contento a la tienda de campaña, pues no pensaba encontrarme en ningún momento con este pequeño carnívoro de cola peluda y anillada relativamente parecido a una gineta (Genetta genetta), y menos a tan poca distancia y en pleno día.

Zona de cárcavas, donde pude observar un cacomixtle en pleno día


Maurino explicando algo a Carmen bajo la sombra de un garambullo 
Dedicamos el resto de la mañana a realizar una excursión guiada por los alrededores de Zapotitlán con Maurino, con quien quedamos para aprender más acerca de la flora y fauna de la región. El paseo es muy productivo, al menos en lo que respecta a la flora, y vemos muchos ejemplares de todas las especies nombradas más arriba y de muchas más, entre ellas algunos de los patas de elefante más grandes y antiguos de la reserva. Además, Maurino reconoce los cantos de las aves que viven por aquí y los hábitos de reptiles y mamíferos, de los que vemos alguna madriguera. También conoce la historia de la zona y de sus habitantes originarios, las tradiciones, los usos de las plantas e incluso habla náhuatl y representa para nosotros el antiguo rito de llamar a las principales fuerzas de la naturaleza (los antiguos dioses totonacos) utilizando una caracola marina decorada con cintas de colores que simbolizan a esas fuerzas naturales.

Después de esta clase magistral sobre el desierto oaxaqueño y sus habitantes, volvemos a comer a nuestro campamento, lo recogemos y hacemos un recorrido autoguiado (ahora que ya conocemos las plantas) por dentro del jardín botánico antes de volver de regreso a Tehuacán, donde pasaremos una última noche para luego seguir nuestro camino hacia la parte sur de la reserva en los alrededores de Cuicatlán. 


Durante nuestro recorrido autoguiado en el jardín Botánico

Viendo la zona de cárcavas y el cauce del río Salado

Cauce del río Salado

                                                       Unas cuantas vistas de las salinas:





Paisaje de cactáceas

Durante la caminata con Maurino

Haciendo una espera sobre una salina

Viajeros del desierto

                                                                     Pateando:
En el jardín botánico

Entre los cactus

Por el lecho del río

Con Maurino

Sahara y viznaga piñita

Carmen y tetecho

Sahara y asiento de suegra

Carmen y cactus híbrido

Sahara y bosquete de patas de elefante

                                                              Algunos paisajes:





El "árbol" pata de elefante es una de las estrellas de la reserva:

Ejemplar con una edad estimada de más de 1.500 años
(Sahara trepó a todos los que vió)

El mayor ejemplar de la reserva, con una edad estimada de entre 1.800 y más de 2.000 años

Midiendo el tronco del más antiguo, antes de abrazarlo y de realizar los ritos precolombinos de llamada a las fuerzas de la naturaleza

                                                             Algunas fotos de plantas:
Tetecho (ramificado)

Viejitos (sin ramificaciones e inclinados hacia el norte)

Híbrido entre tetecho y viejito (ramificado, pero con
las inflorescencias de la punta orientadas al norte)

Baboso. Debajo está Carmen

Asientos de suegra. Sus inflorescencias son comestibles

Viznaga ganchuda

Viznaga piñita

Viznaga xoquita

Tencholote. Sus espinas, altamente quebradizas, son muy dolorosas

Excremento de burro

Pata de elefante

Palo verde. Este árbol puede realizar la fotosíntesis por medio de su tronco en época de sequía.
Además, entre junio y agosto, es el hogar de la larva comestible de la mariposa Paradiiphia fumosa 

¡Hasta la siguiente!

                                      Algunos vídeos caminando entre las cárcavas con Jesús:


En este aparecen excrementos de zorro o cacomixtle y restos de cerámica totonaca:

                                                  

                                                         En una de las salinas de la zona:

Ritual precolombino:

Pájaro carpintero Melanerpes hypopolius agujereando un tetecho: