RESERVA DE LA BIOSFERA
TEHUACÁN-CUICATLÁN (II). ZORROS GRISES, GUACAMAYAS VERDES Y BÚHOS DE VIRGINIA
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Mirador en el Cañón del Sabino, desde el que vimos una pareja de guacamayos verdes |
Miércoles, 05/12/2012.- Atardece en
el Cañón del Sabino. Bajo nuestros pies, una caída de más de mil metros nos
separa del lecho de un pequeño río, que discurre plácidamente encajonado entre
las cercanas paredes del desfiladero. Todo está en calma y solamente se
escuchan los trinos de algunos pájaros entre la vegetación.
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Encajonamiento del cañón |
De repente se rompe
el silencio. Los estridentes chillidos de los guacamayos verdes (Ara militaris) resuenan por todo el
cañón rebotando en sus paredes, que amplifican el sonido. Se diría que una gran
bandada de estas aves se acerca gritando aunque, en este caso, se trata tan
sólo de una pareja.
A pesar de no ser un gran bando,
resultan suficientes para llenar un trozo de cielo con su hermoso plumaje
colorido.
El avistamiento no dura mucho. Al
poco de llegar, y tras dar un par de giros algo por debajo de nosotros, se
meten en un agujero de la piedra caliza, donde pasarán la noche.
Nosotros volvemos a nuestro
campamento, montado en un área habilitada al efecto pero que encontramos
desierta, y en la que disponemos al menos de una mesa, bancos y sillas y un
lugar donde hacer un fuego.
Durante la bajada anochece, y aprovechamos para
foquear con nuestras linternas en busca de fauna ya que, una vez más, aquí
viven varios de los animales que buscamos, entre ellos el puma (Puma concolor), aunque no tenemos suerte
hasta que llegamos al campamento. Una vez allí, aparece un zorro gris (Urocyon cinereoargenteus) rondando la
tienda y la zona de mesas.
Lo vemos, le sacamos alguna foto e incluso lo
acosamos un poco (ya se sabe, la emoción después de tanto tiempo sin ver un
carnívoro) antes de dejarlo tranquilo.
Pero no se va. A pesar de que se ve que
la zona no es intensamente utilizada como área de recreo y de que el libro de
visitas refleja que tan sólo un puñado de personas han visitado el cañón en los
últimos meses, el animal es muy confiado y aunque mantiene una distancia de
seguridad, no demuestra ningún temor ante la gente e incluso se tumba a
dormitar a pocos metros de nosotros.
Más tarde llega otro, un poco más reservado,
que también se queda por los alrededores. En un momento de la noche llegamos a
contar cinco ejemplares en toda la zona del campamento, aunque son un par de
ellos, y uno especialmente, los que demuestran mayor osadía.
Ni que decir tiene que no nos cansamos
de verlos y sacarles fotos hasta que nos fuimos a la cama, aunque guardando un
poco las distancias para no molestarlos demasiado.
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Alguna foto de los zorros |
Llegamos a Cuicatlán pasado el
mediodía del día 3, comimos algo y nos instalamos en una casa de huéspedes en
el centro del pueblo. Descansamos y hacia el final de la tarde nos acercamos al
río a dar un paseo, donde Sahara hizo un par de amigos con los que estuvo un
rato montando en bicicleta.
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Cañón de las guacamayas en El Chilar |
A la mañana siguiente dirigimos
nuestros pasos hacia El Chilar, aldea desde la que se accede a uno de los
“cañones de las guacamayas”. La pateada, de unos seis kilómetros está bastante
entretenida, con algunos cambios en la vegetación (que en este sector de la
reserva está formada por selva baja caducifolia, aunque sigue habiendo algunos
cactus y plantas espinosas) a medida que ganamos algo de altura. Por el camino
vemos distintos pájaros, entre los que destaca una fugaz observación de un
correcaminos menor (Geococcyx velox),
ave que ya llevábamos tiempo con ganas de ver.
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Cocina en el área de acampada |
Hacemos un alto para comer en un
área de acampada desierta que está a sólo un par de kilómetros del cañón, donde
llegamos a media tarde. El sitio esta guapo, pero los guacamayos no hacen acto
de presencia, y hacemos el recorrido a la inversa ya de noche, a la luz de las
linternas, y tenemos la suerte de ver algún chotacabras, algún ratón arborícola
y nuestro primer zorro gris, al que seguí por el monte durante un rato para
intentar verlo mejor.
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Camino de vuelta al otro lado del cañón |
Hacemos dedo para volver a
Cuicatlán y no pasa mucho tiempo antes de que nos pare una camioneta que nos
lleva prácticamente a la puerta de nuestro alojamiento, donde acabamos nuestra
aventura de hoy.
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Volviendo de noche hacia la carretera |
Es al día siguiente cuando vamos al
otro cañón de las guacamayas, el del Sabino, en las cercanías de Tecomavaca, y
podemos disfrutar del vuelo de estos grandes loros.
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Vista general del cañón. Vimos los guacamayos en el desfiladero de la izquierda |
La mañana del jueves subo hacia lo
alto del cañón para intentar ver salir de su agujero a los dos guacamayos de
ayer, pero por el camino me entretengo escuchando los cantos de varios búhos de
Virginia (
Bubo virginianus), que no
tardan en aparecer. El primero que veo es prácticamente una silueta sobre uno
de los muchos cáctus columnares, cantando en su punta. Vuela y sigo mi camino,
pero unos cientos de metros más adelante localizo otro cantando en las ramas de
un árbol, al que se une un segundo ejemplar con el que inicia un
dueto mientras mueven sus cuerpos hacia adelante y hacia atrás como si fueran
balancines, en un movimiento parecido a una solicitud de cópula.
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El cañón por la mañana |
Hago un pésimo
vídeo a pulso a través de los prismáticos, en el que casi no se ve nada a pesar
de que el día ya comenzaba a clarear y yo pude verlos con total claridad, pero
cuando termino de montar el telescopio con el objeto de mejorar un poco el
documento, deciden irse volando. Sigo y todavía veo a uno de los individuos por
última vez en lo alto de otro cactus, esta vez a muy poca distancia pero por
pocos segundos. Cuando lo pierdo de vista, ya terminó de amanecer y cuando
llego a lo alto del cañón, ya no hay ni rastro de ningún guacamayo. De todas
formas, las vistas merecen la subida y el madrugón por si solas y además veo
bastantes pájaros, bonitos picados de aguililla de cola roja (Buteo jamaicensis) por dentro del cañón
e incluso localizo un nido del colibrí Archilochus
colubris al que hago un vídeo corto de digiscoping alimentando a sus dos
polluelos.
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Por la mañana, camino del mirador después de disfrutar de los búhos |
Después de todas las observaciones
de ayer y de hoy, decidimos pasar una noche más aquí y quedarnos hasta mañana,
así que toca ir a por víveres al pueblo de Tecomavaca, que creemos que está a
pocos kilómetros de aquí. Me presento voluntario y comienzo a caminar por la
carretera bajo un sol de justicia de mediodía mientras Carmen y Sahara se
quedan disfrutando de un baño en el arroyo que discurre por la parte baja del
cañón. Hago dedo a todos los coches que pasan y nadie se para, y después de
cuatro o cinco kilómetros recorridos empiezo a pensar si el pueblo aparecerá
realmente en algún momento. Afortunadamente, poco después me recoge un coche de
la policía y me ahorra de caminar los diez kms que me quedaban.
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Sahara disfrutando de las frías aguas del río |
En menudo
marrón me metí por hacer caso del conductor del colectivo que nos trajo hasta
aquí, que para cobrarnos el pasaje completo nos dijo que estábamos al lado del
pueblo. En fin, hago la compra y a esperar algún transporte que me devuelva a
la entrada del camino hacia el cañón, pero una vez más la suerte está mirando
para otro lado, ya que pasan dos combis en las que no hay sitio antes de que un
coche se pare para recoger a un conocido que espera en mi misma parada. Otro
transeúnte y yo aprovechamos la coyuntura para acoplarnos y pedir pasaje hasta
nuestros respectivos destinos. Yo llego al mío con la comida para la familia
pasadas las cuatro de la tarde, pero aún así tenemos tiempo de darnos un
paseíto, ver un par de guacamayos dirigiéndose a su dormidero y hacer una
espera a los búhos antes de que se haga de noche.
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Más de zorros en la segunda noche |
Repetimos noche de zorros y fogata
en nuestro campamento y con el fallo del despertador por la mañana (que tenía
que despertar a Carmen a tiempo para intentar observar algún búho y la salida
de los guacamayos desde el cañón) damos por terminada nuestra estancia en la
reserva de la biosfera de Tehuacán-Cuicatlán.
Algunas fotos del pateo hacia el cañón de las guacamayas en El Chilar:
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Garambullo (Myrtilocactus geometrizans) en primer plano y candelabro (Pachycereus weberi)
detrás, al principio de la caminata |
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En el sendero |
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Otro candelabro |
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Paisaje de la zona |
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Sahara aún tiene el labio hinchado |
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Bien pequeño al lado de un candelabro |
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Insecto palo sobre un pochote (Ceiba aesculifolia),
un árbol de corteza muy particular |
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Bajada hacia el cañón |
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Entrada al cañón. Después se sube hacia el otro lado |
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Chotacabras, posiblemente Caprimulgus arizonae |
En el Cañón del Sabino, Tecomavaca:
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Otra vista del Cañón del Sabino |
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Admirando el paisaje |
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Padre e hijo |
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Trepando, como siempre |
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Tetechos (Neobuxbauma tetetzo) |
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Pochote |
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Paisaje del cañón |
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Tarántula vista durante la bajada de noche hacia el campamento |
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Zorros de día, tan tranquilos a pesar de nuestra presencia |
Y más de zorros:
Vídeo de la caminata hacia el cañón, en una zona donde volaban a nuestro alrededor un montón de mariposas, aunque no se aprecian demasiado:
Cañón del Sabino o de las guacamayas:
Aguililla de cola roja (Buteo jamaicensis) entrando en el cañón:
Vídeo muy malo a través de los prismáticos de una pareja de búhos de Virginia, en el que también se les oye cantar (en el momento de la grabación les veía y escuchaba perfectamente, cuando monté el telescopio y aumentó la luz para mejorar un poco la calidad del "documento", se fueron volando):
Vídeo del colibrí Archilochus colubris alimentando a sus pollos en el nido:
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