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Patio del Museo de la Moneda |
El día 28 de diciembre llegamos a Bogotá sin mayores novedades, aunque
tardamos varias horas en encontrar alojamiento debido a las fechas en que nos
encontramos, así que Carmen recorre un montón de hostales, pensiones y
similares del céntrico e histórico barrio de La Candelaria en busca de algo que
nos convenga, mientras Sahara y yo la esperamos en la Plaza Bolívar.
En esta
importante plaza bogotana vemos un espectáculo en el que se coordinan música y
luces con los distintos movimientos del agua de los chorros de la fuente, aunque es un
poco decepcionante a pesar de la gran cantidad de público que se congrega para
disfrutarlo.
Finalmente nos alojamos en el Hostal Buena Vida, una tranquila pensión
familiar que nos servirá de base estratégica desde la que movernos por el país
durante los próximos tres meses, algo que ni siquiera sospechábamos al llegar.
En este alojamiento pasamos la noche de fin de año, que no celebramos de manera demasiado
especial.
Una tranquila cena en familia seguida de una larga velada con otros
viajeros de distintas nacionalidades en la terraza del hotel fue nuestra forma
de despedir un año lleno de aventuras y nuevas experiencias y de recibir uno
nuevo del que también esperamos mucho.
Bogotá es una ciudad muy tranquila (al principio pensamos que era porque estaba más vacía debido a las vacaciones navideñas, aunque luego veremos que sigue
siendo así aun estando más llena) y agradable de recorrer a pesar de su tamaño
y de la gran población que la habita.
También es uno de los focos culturales
sudamericanos, con gran cantidad de bibliotecas, museos, teatros y actividades
de todo tipo.
Dedicamos nuestros primeros diez días en la capital colombiana a conocer
un poco la ciudad, además de gestionar el nuevo pasaporte de Sahara, renovar
calzado para toda la familia y aprovechar nuestra primera oportunidad para
arreglar la cámara réflex, estropeada e inutilizada durante nuestros últimos
días en México, hace ya muchos meses.
En esta semana y media paseamos por el
dominical Mercado de las Pulgas, donde se puede encontrar cualquier cosa de
segunda mano, y donde intercambiamos algunos juguetes de Sahara y algo de ropa;
vistamos el Jardín Botánico "Jose Celestino Mutis"; la biblioteca Luis Ángel Arango, una de las más importantes de América Latina y de las más
visitadas del mundo, con unos 5.000 usuarios diarios; el planetario, que cuenta con una de las cúpulas más grandes de
sudamérica; y los museos del Oro, de la Moneda, de Arte, y de Botero; además de
realizar un recorrido turístico gratuito por la zona histórica de la ciudad (muy bien guiado por Cindy, que ya nos atendió en el puesto de información del aeropuerto el día de nuestra llegada a Bogotá) y
recorrer calles y plazas una y otra vez durante nuestros desplazamientos
diarios.
Y Bogotá no nos disgustó.
También hubo tiempo para ir al campo, así que quedamos con Oswaldo y
Jimena, una pareja de pajareros locales y nos fuimos al Parque Natural
Chicaque, a las afueras de la ciudad.
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Inca pardo libando |
Allí pudimos disfrutar de una docena de
especies nuevas de aves, entre las que destacaron los colibrís, que como en
otros lugares, frecuentan los bebederos instalados para que se alimenten a
corta distancia de los observadores.
Incas pardos (Coeligena wilsoni) y de vientre dorado (C. bonapartei), calzaditos de raquetas (Ochreatus underwoodi), estrellitas de vientre blanco (Chaetocercus mulsant), tororoís leonados (Grallaria quitensis) o el endémico gorrión montés bigotudo (Atlapetes albofrenatus), son algunos
de los muchos pájaros que disfrutamos a placer antes de emprender el regreso hacia la ciudad, ya
anocheciendo.
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Coeligena wilsoni, macho |
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Coeligena wilsoni, hembra |
Aunque llegamos al parque en transporte público, tratamos de saltarnos los
tres autobuses que tuvimos que combinar para llegar aquí, así que preguntamos a
uno de los coches de visitantes que se
disponían a abandonar el Parque si podrían acercarnos un poco más hacia el
centro, con la suerte de que una buena conversación con la pareja que nos llevó, nos fue acercando poco a poco hasta
la puerta de nuestro alojamiento, donde nos dejaron con Sahara ya dormido tras unas dos horas de viaje.
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Parque Natural Chicaque |
En Bogotá se encuentran las oficinas de la Fundacion Wii, una ong que estudia al oso
de anteojos (Tremarctos ornatus) y
trabaja por su conservación, y con la que nos pusimos en contacto para
colaborar como voluntarios en alguno de sus proyectos.
Después de coordinarnos
con Daniel, su director, partimos el día 8 de enero hacia Gachetá, uno de los
municipios en los que trabajan trampeando y marcando osos en las cercanías de
la capital.
¡A ver si la suerte nos acompaña y conseguimos observar alguno de
estos emblemáticos animales en su medio natural!
Más fotos de Bogota y sus alrededores:
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Probando la capibara (Hydrochoerus hydrochaeris), roedor abundante en los llanos de la Orinoquía |
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Y algún pescado local |
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Momia del Museo del Oro |
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Sarcófago |
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Sahara y un amigo en la Casa de la Moneda, que se convirtió en uno de sus lugares de juego habituales |
Algunos artículos expuestos en el Museo del Oro:
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Collares |
Museo de la Moneda:
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Museo de Botero |
En el Jardín Botánico:
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Zonotrichia capensis |
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Turdus fuscater |
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Zenaida auriculata |
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