La luna llena, velada por una capa
de nubes, ilumina la playa de San San.
El mar, agitado en este tramo de
costa caribeña, bate con fuerza contra la arena.
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Tortuga laúd |
A lo lejos, un bulto se desliza
trabajosamente en dirección a la línea de árboles, situada a unos quince metros
del agua. A medio camino, se detiene. Ahora empieza el trabajo duro. Una vez
más en lo que lleva de su dilatada existencia, una tortuga laúd (Dermochelys coriacea) o baula, como la
llaman aquí, debe poner en peligro su propia supervivencia en aras de la
perpetuación de su especie. Fuera del agua, en un medio que no es el suyo,
ofrece una fácil presa para aquellos, hombres o animales, que ansían obtener su
carne o sus huevos como alimento.
Ella trabaja. Sin prisas, comienza la excavación de un nido que alcanzará casi el metro de profundidad. Resopla, excava, resopla, se gira un poco y vuelve a resoplar, reproduciendo un comportamiento tan antiguo como su propio linaje. Y que, junto a otras amenazas, como las interacciones con artes de pesca, el desarrollo inmobiliario sin control de las costas y la asfixia producida por los plásticos que consumen por equivocación creyendo que son medusas (su presa principal), poco a poco las han llevado a la crítica situación en que se encuentran sus poblaciones a nivel mundial. Ahora además, es posible que el cambio climático se una a estas amenazas, pues el sexo de las pequeñas tortugas viene determinado por la temperatura ambiente durante la incubación, con el riesgo que esto conlleva, ya que el aumento o disminución de unos pocos grados en el clima de las playas de puesta, podría sesgar el sex ratio poblacional en uno u otro sentido (sólo nacerían hembras o machos) con lo cual a larga no encontrarían pareja para reproducirse.
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Recogiendo los huevos |
Utilizando las aletas traseras a modo de palas, va sacando la arena del agujero, ahuecando la palma de la pata derecha como si de una mano humana se tratara, para luego tirarla hacia un lado y repetir la operación con la aleta izquierda. Algo más de media hora más tarde, el nido está listo y comienza la puesta. Uno tras otro, los huevos son depositados sobre la arena húmeda para luego ser cubiertos por completo y así, unas ocho o diez semanas después, eclosionar y dirigirse hacia el mar, ya bajo la forma de diminutas miniaturas de su madre.
O esto sería lo normal. Aquí en San
San Pond Sak, una nueva etapa ha sido añadida a este ciclo natural para que el
círculo se cierre sin contratiempos y las pequeñas tortuguitas tengan la
oportunidad de repetirlo dentro de más de un cuarto de siglo.
Desde la Asociación de Amigos y
Vecinos de la Costa y la Naturaleza (AAMVECONA), se trabaja para evitar que
estos grandes quelonios y sus huevos sean producto de la explotación y el
comercio ilegal. Para ello, patrullan las playas noche tras noche durante los
cinco meses en que la mayoría de las
grandes tortugas laúd salen a tierra firme para realizar sus puestas.
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Vivero |
Cuando se localizan, los huevos son trasladados a un vivero en la propia playa,
donde se incubarán enterrados en nidos artificiales excavados en la arena y
desde donde los pequeños se liberarán una vez hayan emergido de esta. Además, las patrullas actúan en cierta medida como disuasorio contra los furtivos,
que al menos no campan a sus anchas en la playa aunque, de vez en cuando, se llevan algunas puestas e incluso
matan algunas de las inmensas tortugas adultas.
En Cahuita, Inma, una chica
cordobesa que colabora en cooperación internacional, nos recomendó este lugar y
esta asociación para intentar realizar un voluntariado, y aquí estamos,
colaborando un poco en el proyecto durante tres días. Nuestra intención era la
de estar algún tiempo más, pero la falta de espacio en la casa debido a la llegada de un grupo el próximo fin de semana y el que la temporada esté
acabando, no nos permiten quedarnos más.
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Reubicando huevos en el vivero |
La primera noche nos tocó un turno
de patrulla nocturna. Recorrimos algo más de siete kilómetros por la playa y
localizamos a nuestra primera laúd, de la que hablamos al principio del relato.
Esperamos a que construya el nido, la medimos, registramos el número de sus placas (ya que la mayoría de las que desovan aquí están marcadas) y recogemos
los huevos en una bolsa a medida que los va poniendo. Deposita 69 huevos normales
y 32 “vanos” o no fértiles, que los neotanos consumirán antes de comenzar a
excavar para emerger a la superficie y que la hembra pone al final, sobre los
demás. Cuando la tortuga vuelve al agua, nosotros nos vamos y colocamos la
puesta en el vivero para que se desarrolle después de excavar un nido de aproximadamente
la misma profundidad que el original.
Imaginad la cara de Sahara cuando,
de noche y tras una caminata de más de tres kilómetros, se encuentra con una
tortuga de dos metros y pico de longitud que excava en la arena a medio metro
de nosotros. Y ahora, imaginad las nuestras. Supongo que no es necesario decir
que es un espectáculo fascinante. Y además, una hora más tarde repetimos parte
de la experiencia con otro ejemplar.
Pero esto no es todo. Estamos en
época de nacimientos y todas las noches soltamos entre 50 y 100 recién nacidas
(aunque en el vivero se han manejado casi 20.000 huevos este año) para que
comiencen su vida en el mar, reduciendo con esto también todos los peligros a
que se enfrentan en condiciones naturales antes de entrar en el agua.
Sahara no cabe en sí de alegría. Se
autodenomina guardián de las tortugas y es el primero en sacarlas del nido y en
soltarlas a pocos metros de la orilla, confesándonos que este trabajo le gusta
mucho. Fantástico, todos contentos.
Y aún hay más. Contrariamente a lo
que podría pensarse, a esta playa caribeña llegamos en barca,…pero por el río.
El río San San discurre entre selva y manglar desde la ciudad de Changuinola hasta
su desembocadura (este es el tramo que recorrimos nosotros) y es un santuario
para el también amenazado manatí (
Trichechus
manatus), además de hogar de monos, perezosos, mapaches, multitud de aves etc, etc. AAMVECONA
dispone de una plataforma desde la que es posible observar a los manaties, pues
acostumbran a cebarlos con hojas y frutos de su agrado. Hacemos cuatro intentos
para verlos, pero “únicamente” los vemos en el segundo. Suficiente para
disfrutar de un animal que nunca pensamos observar debido a lo difícil que
resulta verlo en la naturaleza.
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Bufo marinus |
Además, y gracias a que tenemos a
nuestra disposición una canoa de la asociación, nos movemos bastante por el río
y los canales entre los manglares, donde también vemos varias especies de aves,
perezosos de tres dedos, tortugas de río y una abundante especie de sapo de
gran tamaño que nos encontramos incluso en la arena de la playa.
Aparte de todo esto, la gente con
la que hemos compartido estos días, ha sido muy amable con nosotros y con
Sahara, que hizo muy buenas migas con Juan Ramos, el coordinador de campo, con el que
hasta se ha ido de pesca y de paseo mientras nosotros nos dedicábamos a otras
cosas.
En fin, una experiencia que, aunque
algo corta, será digna de recordar, tanto por la labor realizada como por haber
visto dos especies emblemáticas que no contábamos ver (la tortuga laúd está
terminando la temporada de puesta y, en teoría, sería muy difícil que desovara
alguna durante nuestra estancia. A pesar de esto, en las dos noches siguientes
a nuestros avistamientos, salieron otras dos hembras de baula y una de carey (Eretmochelys imbricata) que no pudimos
ver por la distancia a la que estaban del vivero, nuestro puesto de esas
noches).
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Nuestro equipaje (y dejamos alguna cosa en San José) |
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Flipando con la tortuga gigante |
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Tras la puesta |
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El guardián |
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Rastro de laúd |
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Puesta en la arena |
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Nacimiento en el vivero |
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Preparándolas para la suelta |
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Traslado |
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Esperando a que atardezca |
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Comienza la suelta |
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Liberando y deseando suerte a las recién nacidas |
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Vivero en la playa |
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Emboscada... |
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...y captura! |
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De pesca con el señor Juan |
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Paseo en canoa |
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Raíces de mangle |
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