Peripecias de una familia viajera en busca de la fauna salvaje del Nuevo Mundo
jueves, 30 de octubre de 2014
BOGOTÁ, SALENTO Y VALLE DEL COCORA
De vuelta a Bogotá nos instalamos de nuevo en el Hostal Buena Vida,
nuestro cuartel general en el casco antiguo de la ciudad, junto al Chorro de
Quevedo, una pequeña plaza en la que se reúnen gran número de jóvenes bogotanos
y en la que hay actuaciones callejeras los fines de semana, a las que acudimos
en alguna ocasión acompañados de un gran vaso de rica chicha de maíz.
Sahara y Sebas, el amigo del Buena Vida
Paseando por la carrera 7, centro neurálgico de la ciudad
Subida a Monserrate
Chhaetocercus mulsant, un pequeño zumbador
También
desde aquí subimos a Monserrate, una ermita situada en lo alto del cerro del
mismo nombre, en la periferia de la ciudad.
Esta es una buena excursión que
hacer cómodamente desde la zona de La Candelaria donde nos alojamos, conocida
entre los ornitólogos por la presencia de diferentes especies de colibrís
interesantes, como Lesbia nuna, L.
victoriae, Chaetocercus mulsant o Aglaeactis
cupripennis, entre otros.
Aglaeactis cupripennis
Observando las vistas de la ciudad de Bogotá
Bogotá desde Monserrate
Viendo colibrís
Hermita
En la ciudad también se puede escalar
Representación de la pasión y muerte de Jesucristo en Monserrate
A pesar de todo, la presencia de militares armados es habitual
Antes de volver a abandonar la ciudad terminamos con las gestiones que
empezamos cuando llegamos por primera vez, así que recogemos el nuevo pasaporte
de Sahara y la cámara réflex, ya arreglada y lista para usar.
También
aprovechamos para ampliar nuestro permiso de estancia en el país, con la
sorpresa de que, al hacerlo por separado en días diferentes, yo me encuentro
con que hemos calculado mal y he superado en un día el tiempo máximo permitido,
así que, además de que las autoridades migratorias no renuevan mi “visado” (que
en realidad es un permiso de estancia en el país), me abren un expediente
sancionador y me citan dentro de un mes para recibir la resolución y conocer la
cuantía de la multa.
Una cagada inesperada de la que Carmen y Sahara se han
librado al realizar la gestión cuatro días antes, aprovechando la visita al
consulado para recoger el pasaporte del enano, cerca del edificio de Migración
de Colombia.
Improvisación hiphopera en la calle
Sahara jugando en la Casa de la Moneda
Casa de la Moneda, casi un parque cubierto
Sahara bajo una palma de cera
Casi conseguimos compensar esta equivocación con una oportunidad de
trabajo que le surge a Carmen para formar parte de un equipo multidisciplinar
en el que ornitólogos, mastozoólogos, entomólogos, herpetólogos y veterinarios
se adentrarán en un valle selvático del oriente colombiano rescatando,
rehabilitando y evaluando el estado de los animales perjudicados por la
construcción de una presa en la zona, tratando de minimizar el impacto en las
poblaciones faunísticas, o recuperando a los individuos de las distintas
especies que puedan verse afectados por los trabajos ligados a la obra.
El
equipo necesitaba biólogos urgentemente y ofrecían unas inmejorables
condiciones económicas, aunque el trabajo de campo suponía permanecer en la
selva durante un periodo ininterrumpido de dos meses o más. Una oportunidad muy
interesante, a pesar de que implicaría una larga separación familiar.
Durante
un par de días se sucedieron las llamadas para informarse de cómo cumplir los
requisitos indispensables, que incluían conseguir la tarjeta profesional
colombiana, complejo trámite que podría demorar hasta tres meses y que descartó
a Carmen como candidata.
Finalmente nos enteramos de que el trabajo no pudo
llevarse a cabo a causa de las condiciones financieras del proyecto, que
obligaban al equipo a adelantar la mayor parte de los gastos de la expedición y
a recibir sus salarios una vez entregados los informes resultantes, un
sinsentido inaceptable por los coordinadores de la misma.
Batucada ensayando cerca de nuestra casa:
Aprovechando que en la casa disponemos de un teléfono y de la suficiente
confianza para pedirlo y utilizarlo, coordinamos una entrevista radiofónica
acerca de nuestro viaje con Roge Blasco, director del veterano programa “Levando anclas” de
Radio Euskadi, que lleva casi treinta años en antena acompañando a
innumerables viajeros en sus periplos alrededor del mundo e informando de sus
diversas aventuras a los soñadores que escuchamos sus emisiones, siempre
fascinados con lo que nos transmiten. Para los que queráis escuchar la
entrevista, seguid el siguiente enlace:
Chorro de Quevedo, donde se observa una de las muchas estatuas
que decoran los tejados del barrio de La Candelaria
A partir del minuto 24 comenzamos a narrar alguna de nuestras aventuras (aunque por motivos de
disponibilidad telefónica, en esta ocasión yo actúo como portavoz de la familia
y soy el que hablo con Roge). También podéis leer una pequeña reseña en su
blog:
Una vez terminadas las gestiones que nos retienen en la ciudad, salimos
otra vez en busca de nuevas aventuras (je, je, je) y nos dirigimos hacia el
oeste, hacia la Cordillera Oriental, el Parque Nacional de Los Nevados, y el Valle de Cocora.
Tras un breve paso por Armenia, donde pernoctamos el día 2 de febrero después
de un agotador viaje de nueve horas en autobús, continuamos camino de Salento;
pequeña localidad repleta de turistas que acuden a conocer el bonito Valle de
Cocora, recorrer el llamado “Triangulo del Café” visitando distintas haciendas
cafeteras, y disfrutar del agradable clima de esta zona de media montaña.
Yo
llego a Salento algo perjudicado, con un intenso dolor de espalda tipo ciática
y la sensación de un nervio pinzado que me aguijonea con cada paso que doy,
desde la ducha helada que nos dimos esta mañana antes de salir del alojamiento
de Armenia.
Una muestra de las puertas de Salento, donde las casas están pintadas y decoradas con multitud de colores chillones
Ignorando el dolor, que por otro lado no puedo solucionar, salimos
al día siguiente a recorrer el Valle de Cocora, situado a 2.390 m.s.n.m. y
hogar de la palma de cera (Ceroxylon
quindiuense), árbol nacional de Colombia, y de la cotorra de oreja amarilla
(Ognorhynchus icterotis), un pequeño
psitácido gravemente amenazado que vive asociado a esta palmera en la que
nidifica y a su incierto destino, ya que el sobrepastoreo de la zona impide la
regeneración de la planta, que es consumida por el ganado en los primeros estadios
de su crecimiento, provocando el envejecimiento del bosque, pues todos los individuos
conocidos superan el medio siglo de vida, algo preocupante de cara al futuro.
Entre las emblemáticas palmas de cera
Subimos paulatinamente, primero por un valle abierto entre prados y
potreros ganaderos, para ascender después por un estrecho camino que discurre
entre el bosque de niebla y que nos lleva a la Reserva Acaime (2.770 m.s.n.m.),
donde gran número de colibrís de diferentes especies nos da la bienvenida nada
más llegar.
Después podemos disfrutarlos más de cerca en los bebederos
colocados al efecto, en los que hasta una veintena de individuos se alimenta al
mismo tiempo, mientras nosotros degustamos un rico chocolate y un vaso de
chicha de piña. También observamos al esquivo coatí de montaña (Nasuella olivacea), primo cercano de
aquellos a los que veíamos con relativa frecuencia en Centroamérica (Nasua narica), antes de continuar
nuestro recorrido ascendente hasta los 2.860 m.s.n.m. de la Finca La Montaña.
Coeligena torquata
Después de siete horas de excursión, iniciamos la bajada hacia la entrada del
valle, donde cogeremos uno de los jeeps Jimmy que se encargan del transporte de
turistas entre el valle y el pueblo de Salento.
Jeeps Jimmy, usados para el transporte de café, y más recientemente, para el de turistas
El Valle de Cocora incluye una
de las mejores concentraciones de palma de cera de todo el país, y es en esta
bajada donde disfrutamos de las mejores panorámicas de esta planta emblemática
y de algunos de los habitantes alados de la región en la que sobreviven, como
la cotorra de oreja amarilla, el gavilán de cola blanca (Geranoaetus (Buteo) albicaudatus), el loro de alas bronceadas (Pionus chalcopterus) o el tucán andino
de culmen rojo (Andigena hypoglauca).
Para poner el broche final a este recorrido, una comadreja de cola larga (Mustela frenata) nos observa entre
carrera y carrera al borde de la carretera mientras abandonamos el valle ya
montados en uno de los jeeps.
Geranoaetus albicaudatus
Cópula de Geranoaetus albicaudatus
Carmen y Sahara en una clase gratuita de yoga en el hostal
Al llegar a Salento la espalda me sigue doliendo,
pero al menos pude moverme y realizar esta pequeña caminata de unos siete u
ocho kilómetros sin que el dolor se haya acentuado. O sea, que no mejoré, pero
tampoco empeoré, así que bien; dentro de un par de días caminaremos hasta el
páramo de altura del Parque Nacional Los Nevados.
Y, como siempre, más fotos:
Subida a Monserrate, masificada los domingos
Viendo la ciudad desde las alturas
Accidente de ciudad. Carmen recibió un codazo en una ceja
mientras esperaba el transmilenio durante la hora punta
Comenzando la pateada
Pueblo de Salento
Un merecido descanso
Salento, desierto por la mañana
Parque móvil que realiza el trayecto Salento-Valle del Cocora
Más puertas
En Colombia se puede comer muy barato.
Prueba de ello son estos deliciosos platos de trucha y pechuga a la plancha con todo tipo
de guarnición y frijoles por el que solo pagamos cuatro euros al cambio por la comida de toda la familia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario