EL SALVADOR. EN TIERRA DE MARAS. 23-29/09/12
Panorámica del Parque Nacional Los Volcanes, con el cráter del volcán Izalco en primer término, a la izquierda, el volcán Cerro Verde cubierto de vegetación y el volcán Santa Ana entre las nubes |
Salimos de Somoto y nos dirigimos a
la frontera con Honduras, país que cruzaremos rápidamente por una estrecha
franja del suroeste que linda con el océano pacífico, y que dejaremos pendiente para
conocerlo en profundidad durante el viaje de vuelta hacia el sur dentro de unos
meses. A pesar de esta decisión y debido a la lentitud de los transportes y a
la falta de un enlace que nos convenga, nos quedamos a pasar la noche del 22 de septiembre en
Choluteca, antes de continuar camino al día siguiente. Aunque algunas
referencias que tenemos sobre el país destacan la violencia y la sensación de
inseguridad, la gente y el ambiente con los que nos encontramos son igual de
agradables que hasta ahora. También tenemos buenas referencias de otros
viajeros… Ya veremos a la vuelta que tal nos trata este país centroamericano
casi desconocido para el turismo de masas.
De momento, cruzamos otra frontera
y entramos en El Salvador.
La fama de este país es tan
nefasta, que en un principio no estaba incluido en nuestros planes de viaje,
debido tanto a la inseguridad de la que nos hablaron (dicen que es uno de los
países más peligrosos del mundo) como a la deforestación a la que ha sido
sometido durante décadas. Pero al final consideramos que si nuestro viaje
consistía en conocer en profundidad la región central del continente americano,
no podíamos dejar de visitar ninguno de los estados que la conforman, al menos
durante unos pocos días.
Desde el primer momento en que
pusimos el pie en El Salvador, todo el mundo nos comienza a hablar del peligro
que corremos, de que tengamos mucho cuidado, de que la violencia está muy
extendida, etc. En fin, que empiezan a ponernos algo nerviosos (aunque hay que
reconocer que, de momento, no demasiado, veremos que tal nos va…).
Nuestra primera
parada es forzosa. Llegamos a San Miguel y no hay un autobús que vaya en la
dirección que llevamos. Todo el mundo en la calle nos aconseja que busquemos un
alojamiento cuanto antes y nos metamos en él hasta mañana por el día, así que
eso es lo que hacemos.
Sahara y el volcán Izalco |
Quiso el destino que el alojamiento
más cercano que nos recomiendan sea un automotel, y que esté unos kilómetros a
las afueras del pueblo. Este tipo de alojamiento, que la gente usa por horas,
consta de un garaje en el que aparcas tu coche y desde el que por una puerta
accedes a una habitación con todas las comodidades (tele por cable, ducha
gigante, aire acondicionado…). Muy curioso, pero la verdad es que es muy
económico, aunque con la desventaja de que debemos abandonarlo a las siete de
la mañana.
El destino también quiso que no
hayamos previsto el tema de la cena y que a partir del anochecer ya no haya
buses para moverse hasta el centro urbano, así que me toca patearme un par de
kilómetros de ida y otro tanto de vuelta para conseguir alimento para mi
familia (en plan cazador recolector, enfrentándome a los peligros de mi
entorno).
Evidentemente no pasa nada y llego
sin novedades con la comida a mi habitación.
El motivo de todo este nerviosismo,
que veremos durante toda nuestra estancia en El Salvador, es debido
principalmente a la existencia de las Maras y su control sobre el territorio.
Las Maras son grupos o bandas muy
violentos, con una gran presencia en el país, aunque se originaron en los
Estados Unidos. Se dedican principalmente a la extorsión y el cobro de
“impuestos” a determinados negocios, aunque otras de sus actividades incluyen
el robo o los asesinatos a sueldo. Los integrantes de las Maras deben pasar por
unos duros ritos de iniciación para poder pertenecer a una de estas bandas,
soportando crueles palizas del resto de los integrantes de la pandilla o, en
ocasiones, teniendo que cometer un asesinato para demostrar su fidelidad. Una
vez dentro, la pertenencia es de por vida, “se vive para la mara y se muere
para la mara”. Una de las señas de identidad de los integrantes de estas
bandas son lo grandes tatuajes, con el nombre de la Mara, de su líder, números
y otros símbolos. Nos sorprende mucho que nos digan que hasta un 60% de la
población puede pertenecer a una de estas organizaciones. También nos cuesta
creerlo.
Al día siguiente continuamos viaje
hasta la playa del Tunco, cerca de La Libertad, en la costa central del país,
llamada Costa del Bálsamo por la presencia de grandes árboles de bálsamo. Aquí solo
pensamos hacer una pequeña parada, que se alarga hasta las tres noches, pues
nuestro pequeño alojamiento es muy agradable, además de económico, y disponemos
de piscina, varios salones con tele por cable, sala de hamacas e internet a
solo 200 metros
de la playa.
Aprovechamos para bañarnos a menudo y seguir con las clases de
natación de Sahara, pero sobre todo, para jugar mucho con las olas de esta
playa, destino de gran cantidad de surfistas. Aquí, igual que en todo El
Salvador, todos los negocios cuentan con guardia de seguridad, que pasa la
noche vigilando acompañado normalmente de una recortada de repetición, algo a
lo que nos iremos acostumbrando poco a poco.
Vistas desde el mirador del P.N. Walter T. Deininger |
Murciélagos Pteronotus gymnonotus (el de color rojizo, insectívoro) y Artibeus jamaicensis, frugívoro. |
A poca distancia en autobús, se
encuentra el Parque Nacional Walter Deininger, en el que pasamos una mañana.
Aunque vimos algunos pájaros y rastros de mamíferos (nos dicen que se puede ver
la taira Eira barbara con relativa
facilidad), lo más provechoso para nosotros fue la visita a la cueva que está a
pocos metros de la entrada, en la que pudimos observar al menos cuatro especies
de murciélagos, y la vista del bosque desde arriba obtenida en el mirador del parque.
Volcán Cerro Verde y detrás el Santa Ana entre niebla, vistos desde la cumbre del volcán Izalco |
Nuestro siguiente objetivo nos
lleva a Sonsonate, desde donde visitamos el Parque Nacional Cerro Verde o de
Los Volcanes, uno de los que tiene una mayor espectacularidad en cuanto a las
vistas que se pueden obtener desde la cima de alguno de los tres volcanes que
lo forman, el Santa Ana, el Cerro Verde y el Izalco.
Este parque dispone de un servicio
de guías, los cuales son obligatorios (al igual que en los otros parques en los
que hemos estado, está prohibido caminar solo por los senderos), y ofrece
ascensiones hasta la cumbre de los volcanes Santa Ana e Izalco, ya que al
volcán Cerro Verde, donde se encuentra la administración del parque, se sube en
coche. En nuestro caso, llegamos aquí haciendo raid desde la parada de autobús,
unos ocho kilómetros más abajo.
Cráter del volcán Izalco, donde se pueden ver fumarolas a la derecha |
Decido subir al volcán Izalco
mientras Carmen y Sahara exploran los senderos más accesibles, y tengo que
compartir mi excursión con un grupo de estudiantes de secundaria que están
visitando el parque. También nos acompañan un policía y tres o cuatro militares
armados, “por seguridad”, que nos indican por el mismo motivo que nadie se
separe del grupo ni se quede rezagado y que si por cualquier motivo alguien
tiene que regresar, todo el grupo regresaría.
La caminata es dura, sobre todo por
la velocidad de la marcha, y en unos ocho kilómetros, descendemos un desnivel
de 1.300 metros
por una ladera en la que se han excavado 1.430 peldaños, ascendemos 1.200 metros por
terreno volcánico de piedra suelta y regresamos por el mismo camino después de un corto descanso en
el que aprovecho para circunvalar el cráter y acercarme a las fumarolas. Todo
en poco más de tres horas, ni que fuera una carrera…
De todas formas, y a pesar
del jaleo y la falta de respeto hacia el entorno de la pandilla de estudiantes
(sorprendentemente subieron unos 25), las vistas desde la cima y el propio
cráter del volcán merecieron la pena.
Para regresar a Sonsonate,
conseguimos que uno de los autobuses de la excursión escolar nos acercara a un
lugar donde agarrar con facilidad el transporte hasta el pueblo, así que
todavía compartimos unos instantes más con la jauría de adolescentes que tanta
simpatía me causaron durante la caminata.
Parque Nacional El Imposible, visto desde la cumbre del Cerro León |
Nuestra última parada en El
Salvador es el Parque Nacional El Imposible, famoso por ser el mejor conservado
de este pequeño estado. Esta vez nos dirigimos allí con todas nuestras cosas,
aunque una vez más se nos complicó la cosa más de lo normal. Llegamos a Cara
Sucia, donde debemos encontrar el único bus que va hasta la puerta del parque
todos los días a las 11:00, pero en Cara Sucia están celebrando el día de la
independencia de la patria, y las carreteras están cortadas por un interminable
y bastante patético desfile de bandas de estudiantes tocando y bailando
observados por toda la población. Nos toca ir de un lado a otro preguntando
donde podemos coger el bus, y algunos nos dicen que no hay, otros que para el
norte, otros que para el sur…al final lo esperamos en las afueras del pueblo y
conseguimos subirnos casi a las 13:00, un par de horas más tarde de lo que
pensábamos.
Llegamos a las oficinas del parque,
abonamos nuestra entrada y el derecho de acampada, pedimos que nos custodien las mochilas hasta que nos vayamos, y quedamos para mañana temprano
con el guía que nos viene a recibir en cuanto nos ve de lejos y que, una vez más,
es obligatorio para caminar por los senderos, aunque hay que pagarle diez dólares
por sus servicios.
Mantis religiosa |
Nos instalamos en el área de
acampada y nos pasamos por el forro la ridícula normativa, yéndonos a dar un
paseo antes de que se haga de noche, con la suerte de poder observar un
armadillo de nueve bandas (Dasypus
novemcinctus) antes de que
anochezca.
Por la mañana llega César, nuestro
guía, y nos vamos a hacer uno de los senderos más largos del parque, en el que
obtendremos buenas vistas de hasta el 90% de su superficie, además de buenas oportunidades
de ver parte de su fauna más representativa.
Caminamos toda la mañana por dentro
del bosque, del que obtenemos una buena perspectiva desde el Cerro León, punto
más alto de este Parque Nacional, y vemos media docena de especies nuevas,
entre las que destacaría un trogón (Trogon elegans) y un tucán (Aulacorhynchus prasinus) alimentándose de pequeños frutos. Llegamos
a mediodía a nuestro campamento, lo recogemos y alcanzamos a agarrar el autobús
que nos devolverá a Cara Sucia para, desde ahí, dirigirnos a la frontera con
Guatemala, donde entraremos por la tarde, siempre camino de México.
Playa El Tunco |
P.N. Walter T. Deininger:
Murciélagos sin identificar:
Huellas de taira |
P.N. Los Volcanes:
Ranas en el P.N. El Imposible:
Caminando en El Imposible |
Algunos vídeos de juegos en la playa:
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