CAMINO DE VERACRUZ. PEQUEÑOS
DESCANSOS EN GUATEMALA Y CHIAPAS (MÉXICO)
|
Mujeres Mam (y una infiltrada) |
|
En el triciclo fronterizo (y también cogió Carmen) |
Cruzamos la frontera
salvadoreño-guatemalteca sin mayores contratiempos, cambiamos dinero e
intentamos coger un colectivo hacia Escuintla. Y digo intentamos porque lo
vimos de lejos e incluso lo perseguimos con el triciclo que nos trasladó en el
par de kilómetros que separan ambas fronteras, pero se nos escapó; así que una
vez más estamos en un arcén con todas nuestras cosas a nuestro alrededor y sin
saber muy bien cuál es el siguiente paso que debemos dar.
Decidimos seguir nuestro camino
hacia el norte y para ello agarramos el único transporte colectivo que queda
por salir hoy, y que nos llevará a Chiquimulilla, a medio camino de donde
pensábamos llegar. Para movernos, debemos olvidar una de nuestras reglas no
habladas de viaje, que es la de no viajar en autobuses de noche en un país en
el que acabamos de entrar y todavía no conocemos, y menos cuando las
referencias que tenemos lo desaconsejan.
Esta vez mereció la pena, pues
durante gran parte del trayecto pudimos disfrutar del espectáculo de luces que
miles (seguramente cientos de miles) de luciérnagas nos ofrecen desde los
campos de cultivo que bordean la carretera por ambos lados. Nunca antes
habíamos visto nada parecido. A lo largo de decenas de kilómetros estas luces
se encendían y apagaban formando pequeñas constelaciones terrestres que, en
ocasiones, estaban compuestas simultáneamente por cientos de puntos de luz.
|
Autobuses en la terminal de Quetzaltenango |
Llegamos a Chiquimulilla y buscamos
alojamiento entre las pensiones baratas que nos recomiendan donde nos deja el
bus. Es sábado y es tarde, pero nos sorprende que en las tres que preguntamos
nos digan que están completas. Sospechamos que nos boicotean y Carmen decide
volver a la pensión Galicia, la primera en la que preguntamos y donde vimos
multitud de habitaciones abiertas (y seguramente vacías), y presionar un poco a
ver si nos alquilan algo.
La experiencia es un grado, y en
esto de la presión Carmen ya tiene un máster, así que en pocos minutos estamos
instalados en una habitación, la más cutre en la que hemos estado en todo el
viaje -somieres reventados y parcheados con cartón, colchones rompeespaldas, obsolescencia endémica (no quiero ni pensar lo que habrán visto estas
paredes) y pulgas o chinches-, aunque al menos no nos estafan y también es la más barata. Es lo que
tiene no poder elegir…
Tras la negociación salimos a cenar
y nos paramos en un puesto de carnitas a la brasa a una decenas de metros de la
puerta de nuestro “hotel”. Pedimos, nos sentamos y, al momento, escuchamos un
tiro a poca distancia en la dirección en la que íbamos antes de pararnos.
Estampida general y la gente de la calle se mete en el local, aunque pronto
regresa la normalidad. Estamos avisados acerca de esto. Al parecer, tanto en
Guatemala como en Honduras los tiros son habituales y el personal camina con un
arma al cinto como si tal cosa. Lo comprobamos en este mismo momento, cuando
ojeamos un periódico local repleto de noticias de tiroteos, agresiones con arma
blanca (machetes sobre todo) y asesinatos, y más tarde cuando vemos a gente
común con una pistola en el cinturón. Muy tranquilizador, pero tendremos
cuidado.
|
Catedral de Quetzaltenango |
Por la mañana seguimos nuestro
camino, y tardamos prácticamente todo el día para recorrer los 200 o 300 kilómetros que
nos separan de Quetzaltenango, ciudad a la que llegamos ya de noche acompañados
de un torrencial aguacero. En el trayecto hasta el hotel más cercano, nos
calamos hasta los huesos, pero afortunadamente el sitio es todo un lujo en
comparación con el de ayer (tres camas estupendas, baño y tele privados, agua
caliente, internet), y conseguimos un buen precio para las siguientes tres
noches que nos quedaremos aquí.
|
Sahara y Ali, una de sus amigas en el hotel |
Nuestro principal objetivo es
descansar un poco y reponer fuerzas antes de continuar camino, ya que estas
etapas en autobús se hacen un poco duras y bastante largas, y todavía nos quedan algunas por delante.
Además, en el hotel
hay un par de niñas con las que Sahara hace muy buenas migas.
|
Mujeres charlando en la calle |
Quetzaltenango es una ciudad de
montaña de las tierras altas con una fuerte presencia indígena, principalmente
de las etnias K´iché y Mam, cuyos representantes aportan una nota de color a
estas calles con sus vestimentas tradicionales. También es la segunda ciudad
más importante del país, pero en los pocos días que pasamos en Xela (como
también se conoce a Quetzaltenango) no lo notamos en absoluto, aunque tampoco es que nos movamos demasiado de las cercanías de nuestro alojamiento, muy bien situado en el centro de la ciudad.
|
Carmen y Sahara asomados a la ventanilla de nuestro autobús |
El día 2 de octubre hacemos una excursión a la
laguna Chicabal, situada dentro del cráter del mismo nombre y lugar sagrado en
la cosmovisión Maya-Mam. Para llegar, salimos en un autobús hacia San Martín
Sacatepéquez o Chile Verde, a unos 25 kms de Xela, pero a más de una hora en
transporte público. A medida que nos vamos acercando (y se va haciendo más
tarde), el cielo se va encapotando y el día luminoso que teníamos se oscurece
poco a poco.
|
Vistiendo a la invitada a la manera tradicional |
Llegamos a Chile Verde y comenzamos
a caminar ladera arriba hacia la laguna, a pesar de que el cráter ya se ve
totalmente cubierto por la niebla. De camino, nos acercamos a pedir permiso
para hacer una foto a una chica en la puerta de su casa, y una cosa lleva a la
otra, de forma que terminamos dentro de la casa compartiendo una comida con
toda la familia, no sin antes retratarlas y retratarnos con ellas, ver como
elaboran sus huipiles con un telar tradicional y dejar que vistan a Carmen con
sus ropas típicas (algo que ya se está convirtiendo en una costumbre en algunos
de nuestros viajes).
|
María tejiendo un huipil |
Mientras estamos en esta casa
comienza la lluvia, de forma que al final ni siquiera intentamos la ascensión
hasta la laguna, pero aprovechamos la estancia con nuestras nuevas amigas hasta
que decidimos volver a Quetzaltenango después de nuestro frustrado paseo y de
este tímido acercamiento a la cultura local.
Permanecemos en la ciudad una noche
más antes de seguir nuestro viaje camino de otra frontera, esta vez la
mexicana. Una vez más el trayecto, aunque no
muy largo, dura todo el día, ya que llegamos a San Cristóbal de las Casas, en
Chiapas, ya cerca de la medianoche.
|
Mujer indígena en Chiapas |
Nueva parada técnica de un par de
noches en la ciudad antes de seguir hacia Veracruz. Entre algún pequeño paseo
por el pueblo, muy agradable por cierto, conocemos a alguna gente de Pronatura
en el sur (nosotros nos dirigimos a colaborar con Pronatura Veracruz) y Carmen
sale nuestra última mañana a ver pájaros
con ellos en una pequeña reserva cerca de esta ciudad, en la que vio un buen número
de especies nuevas, entre ellos varias parvadas (bandadas) de paseriformes migratorios.
Salimos en otro autobús hacia
nuestro siguiente destino, aunque tendremos que hacer un transbordo en el
camino, ya cerca de nuestra meta. Hacemos esto ya que el precio del autobús
directo es de más del doble que el que nos dejará en La Tinaja para coger otro
transporte hasta Veracruz, así que nos resignamos a esperar casi tres horas
para coger nuestro enlace desde que llegamos a La Tinaja de madrugada.
|
Calle de Xela, con un volcán al fondo y la catedral a la izquierda |
|
Mujer Mam en las calles de Xela |
|
Mercado |
|
Terminal de autobuses |
|
Vistiendo a Carmen con ropas tradicionales |
|
"Mujer Mam" |
|
María se quiso fotografiar conmigo |
|
Y Carmen también |
|
Risas probando los prismáticos |
|
La pequeña de la familia |
|
Erik de Pronatura, con San Cristobal de las Casas al fondo |
|
Niñas indígenas en Chiapas |
No hay comentarios:
Publicar un comentario