Peripecias de una familia viajera en busca de la fauna salvaje del Nuevo Mundo
sábado, 7 de junio de 2014
USIACURÍ, RESERVA NATURAL DE LURIZA Y TAGANGA. DESTINOS CORTOS EN EL CARIBE COLOMBIANO
Bosques secos en la Reserva Natural de Luriza
Las roncas llamadas del grupo se escuchan a lo lejos, amortiguadas por
el follaje de los árboles que constituyen su hogar. Más lejos todavía,
escuchamos la respuesta de otra familia, e incluso creemos oír un tercer coro,
casi inaudible a causa de la gran distancia que lo separa de nosotros.
Un gavilán zancudo (Geranospiza
caerulescens) cruza volando sobre nuestras cabezas, comenzando un picado
que probablemente le llevará hasta una de sus presas habituales, quizá alguna
serpiente que se calienta al sol ajena a su destino inminente. A lo lejos, un par de cóndores reales adultos y un juvenil (Sarcoramphus papa) vuelan sobre el dosel arbóreo.
Un pequeño bando
de cotorritas de cara sucia (Aratinga pertinax) se acerca,
delatando ruidosamente su presencia con los estridentes chillidos que los
caracterizan antes de posarse en un árbol frutero cerca de nosotros.
A nuestro
alrededor los trinos de diferentes especies de pájaros paseriformes completan
una escena sonora típica de estos bosques secos de la costa caribeña
colombiana.
Algunos paseriformes de la zona: Icterus nigrogularis, Campylorhynchus zonatus y C. griseus
A la izquierda y por debajo de nuestra posición, el objeto de
nuestro deseo en esta excursión reafirma la posesión de su territorio
aumentando el volumen de sus vocalizaciones.
Tal vez quieren indicarnos que nos
demos prisa, que nos centremos si queremos localizarlos, o al menos así lo
entendemos nosotros, que nos ponemos en marcha en dirección al lugar de donde proviene
el sonido.
Abandonamos el camino y nos internamos por un pequeño sendero, que
también terminamos sustituyendo por el cauce seco de un arroyo estacional,
siempre siguiendo las voces de estos primos lejanos vegetarianos que
todavía habitan en el dosel de los bosques americanos.
Tardamos algo en llegar y hace ya un rato que la discusión entre los
distintos grupos de monos aulladores rojos (Alouatta
seniculus) terminó, pero seguimos caminando despacio, con los ojos y los
oídos bien abiertos, atentos a cualquier movimiento que delate la presencia de
los simios sobre las ramas de los árboles que nos rodean.
Pero es otro sentido
el que nos ofrece una nueva pista sobre su localización. Un olor acre a
excrementos nos hace salirnos de nuestro camino, para encontrar numerosas
deposiciones frescas sobre algunas de las plantas que nos rodean.
Pocos pasos
más adelante localizamos a los primeros miembros del grupo alimentándose de
hojas a unos diez metros sobre nuestras cabezas, una madre con su cachorro de
pocos meses, que alterna su actividad forrajeadora con breves vistazos
escrutadores a los primates de dos patas que la observan desde el suelo.
Después de un rato sin poder localizar a ningún otro miembro del grupo por los
alrededores, decidimos continuar en la dirección en que se observan más
deposiciones fecales, y unas docenas de metros más adelante encontramos a varios
miembros más de la familia descansando en la copa de un árbol.
Disfrutamos un buen rato de la observación, antes de seguir nuestro
camino, esta vez pajareando con calma, con nuestro principal objetivo del día ya
conseguido.
Aunque las sorpresas de la jornada todavía no se terminaron, ya que
por la tarde, cuando ya nos retirábamos en dirección a la carretera en busca de
un transporte que nos lleve al pequeño pueblo de Usiacurí, localizamos otra
familia de aulladores, que cantan al atardecer desde las ramas más altas de un
gran árbol emergente, compitiendo con su voz con un grupo lejano que responde
desde detrás de una colina boscosa.
Poco más tarde, un precioso búho de
anteojos (Pulsatrix perspicillata)
pone la guinda a una bonita jornada cuando lo descubrimos posado en una rama
seca bastante expuesta a plena luz del día.
Sahara disfrutando de las lianas
Habitante indígena de la reserva
Cnemidophorus lemniscatus
Galbula ruficauda
Peropterix kappleri
Hypsiboas crepitans
Volvemos al pueblo en moto-taxi, método de transporte que también usamos para llegar a la Reserva los dos días que la visitamos, y nos refugiamos en
la habitación que Doña Chiqui ofrece en su casa para alojamiento de los visitantes,
única opción de la población en la que nos encontramos como en nuestra propia
casa y donde nos quedamos cinco noches.
En casa de Doña Chiqui
También en esta zona los burros y las mulas se utilizan para todo tipo de transporte, así que sacamos unas cuantas fotos de estos animales en diferentes situaciones:
Adiós a la Reserva Natural de Luriza
Bahía de Taganga
El día 1 de diciembre después de comer salimos hacia Taganga, adonde llegamos de noche tras sendas paradas para cambiar de autobús en Barranquilla y Santa Marta. Este pequeño pueblo tradicionalmente pesquero ha sufrido una gran transformación en los últimos años, al convertirse en destino predilecto de los mochileros que viajan por Colombia, aunque la verdad es que nosotros no hemos conseguido entender por qué. Nosotros decidimos visitar Taganga porque teníamos buenas referencias por parte de nuestros amigos Miguel y Carlos de Allariz, que pasaron unos meses viviendo en la población, pero claro, ellos ya no están, y para nosotros esta aldea masificada por multitud de "viajeros" en busca de fiesta dista mucho de parecerse a un paraíso caribeño. Supongo que si ellos estuviesen aquí la cosa sería distinta, pero la verdad es que nada más llegar ya estábamos pensando en irnos.
Al final le dimos una oportunidad y nos quedamos tres días, en los que visitamos la playa del pueblo (aunque no Playa Grande, la más famosa y peligrosa, ya que dicen que en el camino asaltan a los turistas a determinadas horas del día), Carmen y Sahara asistieron a un taller de educación ambiental para niños con la Fundación Calipso, y yo me di un pateo por las colinas de los alrededores, hasta la divisoria entre Taganga y Bonito Gordo, una bonita y tranquila bahía que para nosotros hubiera sido una mejor elección en la que quedarnos de haberla conocido antes.
Bahía de Bonito Gordo, desde lo alto de la colina
Sahara en el taller ambiental:
Más fotos:
Hypsiboas crepitans
A veces, este tipo de ranas saltan y se agarran en los lugares menos pensados....
Hypsiboas crepitans
Refugio de Peropterix kappleri en una pequeña cueva
La araña podriía ser Micrathena sagittata, El genero parece seguro, la especie no lo tengo tan claro.bur
ResponderEliminarAburiño.