Desde su origen como especie, el
ser humano ha experimentado fascinación por toda clase de belleza, de tal forma
que hasta la persona más insensible gusta de rodearse de objetos hermosos. Esto
ha propiciado que muchas de las especies y de los espacios con los que
compartimos nuestro planeta, se vean amenazados por nuestra existencia, por
nuestra codicia y, en algunos casos, incluso por nuestro buen gusto.
La blancura del marfil, la
delicadeza del coral, el salvaje atractivo de una piel de jaguar, el encanto de
un cachorro de primate, el colorido de los peces tropicales, la magnificencia de
una mesa de caoba o el esplendor de las plumas de un quetzal son algunos de los
atributos que han condenado a sus portadores a una persecución sin tregua, que
en muchos casos ha diezmado sus poblaciones hasta comprometerlas
peligrosamente.
Esto es lo que le
sucede a los últimos guacamayos escarlatas (Ara
macao) de Guatemala y Belize, donde acompañamos a un equipo de vigilancia
al Parque Nacional Chiquibul.
Allí, la presencia continua de personal del proyecto y las patrullas realizadas en algunas de las zonas con alta densidad de nidos durante los últimos dos años, han conseguido que el porcentaje de pollos que logran volar sin ser capturados por los traficantes aumente considerablemente.
Los xateros (nombre derivado de xate, palma utilizada para la elaboración de tinte, también explotada de forma ilegal), provienen de Guatemala, y reciben una suma de cierta importancia para su economía doméstica por cada polluelo que introducen en el mercado ilegal de especies amenazadas.
Allí, la presencia continua de personal del proyecto y las patrullas realizadas en algunas de las zonas con alta densidad de nidos durante los últimos dos años, han conseguido que el porcentaje de pollos que logran volar sin ser capturados por los traficantes aumente considerablemente.
Los xateros (nombre derivado de xate, palma utilizada para la elaboración de tinte, también explotada de forma ilegal), provienen de Guatemala, y reciben una suma de cierta importancia para su economía doméstica por cada polluelo que introducen en el mercado ilegal de especies amenazadas.
Se estima que
solamente una o dos de cada diez aves robadas de sus nidos supera las duras
condiciones de transporte, alimentación y estrés sufridas durante su viaje
desde las exuberantes selvas de las que proceden hasta el hogar de algún
adinerado y caprichoso burgués de los llamados países desarrollados, donde
sufrirá durante toda su larga vida trastornos comportamentales derivados de su
encierro y, probablemente, de su tristeza.
Algunas veces, el deseo de poseer
la belleza solamente genera fealdad, destrucción, esclavitud y muerte. Porque
la belleza, fuera del lugar que le corresponde, pierde todo su sentido…
El propósito de estas patrullas de
vigilancia en una zona del Parque Nacional Chiquibul en la que existen varias
parejas de guacamayos es principalmente el de provocar un efecto disuasorio en
los ladrones de polluelos ante la presencia de gente en la zona, así que
pasamos cuatro noches acampando cerca de algunos de los nidos de guacamayo que
podrían ser expoliados.
Para llegar a nuestro puesto de
vigilancia el lunes día 13 de mayo, y después de que Roni nos venga a buscar a
casa, debemos recoger a los integrantes del equipo de vigilancia (Rodi, Quirós,
Rufino y Wicho) y luego cruzar gran parte del Mountain Pine Ridge Forest
Reserve en coche.
Una vez llegados a la presa de Chalillo, que embalsa el río Macal antes de su paso por San Ignacio, nos montamos en una balsa inflable con la que ascendemos parte de este río y más tarde del Río Raspaculo hasta la zona en la que se reproducen los últimos guacamayos de Belize. El recorrido es muy interesante, a pesar de los numerosos cadáveres secos de los árboles que formaban parte de esta selva antes de que el nivel de las aguas subiera debido a la construcción de la presa y los ahogara.
Una vez llegados a la presa de Chalillo, que embalsa el río Macal antes de su paso por San Ignacio, nos montamos en una balsa inflable con la que ascendemos parte de este río y más tarde del Río Raspaculo hasta la zona en la que se reproducen los últimos guacamayos de Belize. El recorrido es muy interesante, a pesar de los numerosos cadáveres secos de los árboles que formaban parte de esta selva antes de que el nivel de las aguas subiera debido a la construcción de la presa y los ahogara.
A mitad de camino vemos un tapir (Tapirus bairdii) bañándose en la orilla.
Tranquilamente sale del agua y se encamina despacio hacia la espesura del bosque cercano, alejándose de los intrusos.
Un excelente comienzo para nuestra aventura, y nuestros compañeros nos informan de que es habitual observar a este inofensivo gigante en la zona.
Algo más de una hora después de la
salida en barca, llegamos a uno de los nidos de guacamayo que monitorea el
equipo, donde montaremos nuestra tienda de campaña, y descargamos nuestras
cosas junto con la piragua que nos prestan para movernos por el río de forma
independiente. El resto del equipo continuará para instalar su campamento unos
cuantos cientos de metros río arriba, cerca de otro de los nidos controlados.
Nos instalamos, recogemos algo de
leña para cocinar, disfrutamos un rato con las actividades de nuestros vecinos
emplumados, y decidimos salir a dar una vuelta en canoa por los alrededores de
nuestro nuevo hogar temporal, con la mala fortuna de que durante el regreso nos
despistamos viendo pájaros y nos pasamos de largo el estrecho sendero de
entrada a nuestro refugio, ya casi sin luz para distinguir nada.
Afortunadamente, uno de los equipos de vigilancia del FCD (Friends for Conservation and Development), que también participan en el proyecto, pasa por nuestro lado con su lancha y nos remolcan de nuevo hasta el campamento.
Durante el recorrido vemos varias rapaces, como la rara águila blanquinegra (Spizaetus melanoleucos), el discreto gavilán ganchudo (Chondrohierax uncinatus) o un nido de gavilán gris (Buteo plagyatus) con dos pollos volanderos. Terminamos el día con una estupenda cena a la luz de la hoguera, bajo un cielo espectacularmente estrellado y rodeados por los sugerentes sonidos nocturnos de la selva.
Afortunadamente, uno de los equipos de vigilancia del FCD (Friends for Conservation and Development), que también participan en el proyecto, pasa por nuestro lado con su lancha y nos remolcan de nuevo hasta el campamento.
Durante el recorrido vemos varias rapaces, como la rara águila blanquinegra (Spizaetus melanoleucos), el discreto gavilán ganchudo (Chondrohierax uncinatus) o un nido de gavilán gris (Buteo plagyatus) con dos pollos volanderos. Terminamos el día con una estupenda cena a la luz de la hoguera, bajo un cielo espectacularmente estrellado y rodeados por los sugerentes sonidos nocturnos de la selva.
Martes.- Durante nuestro segundo
día en Chiquibul, recorremos parte del río Raspaculo en dirección a su
nacimiento, hasta el punto en que no se puede continuar con la embarcación, a
partir del cual caminamos durante un corto trecho para controlar alguno de los
nidos ubicados en esta zona.
Vemos dos o tres docenas de guacamayos alimentándose en los árboles de la orilla, además de a los propietarios de los nidos controlados; observamos varios gavilanes blancos (Leucopternis albicollis), cóndores reales (Sarcoramphus papa), milanos plomizos (Ictinia plumbea), gavilanes grises y de nuevo un gavilán picogancho; y localizamos rastros de un felino de mediano tamaño y de nutria (Lontra longicaudis), a la que consiguen ver fugazmente un par de miembros del equipo cuando regresamos hacia las embarcaciones.
Volvemos remando a nuestro campamento, donde nos recogen después de la comida para visitar un nido en el que se murió el pollo recientemente de forma natural y en el que se espera que sus progenitores realicen pronto una puesta de reposición, aunque al llegar vemos a los dos miembros de la pareja fuera del agujero, lo que nos indica que de momento eso no ha sucedido.
Vemos dos o tres docenas de guacamayos alimentándose en los árboles de la orilla, además de a los propietarios de los nidos controlados; observamos varios gavilanes blancos (Leucopternis albicollis), cóndores reales (Sarcoramphus papa), milanos plomizos (Ictinia plumbea), gavilanes grises y de nuevo un gavilán picogancho; y localizamos rastros de un felino de mediano tamaño y de nutria (Lontra longicaudis), a la que consiguen ver fugazmente un par de miembros del equipo cuando regresamos hacia las embarcaciones.
Volvemos remando a nuestro campamento, donde nos recogen después de la comida para visitar un nido en el que se murió el pollo recientemente de forma natural y en el que se espera que sus progenitores realicen pronto una puesta de reposición, aunque al llegar vemos a los dos miembros de la pareja fuera del agujero, lo que nos indica que de momento eso no ha sucedido.
Regresamos al campamento después de
visitar la zona del manantial, donde nos trasladaremos mañana. A nuestra
llegada nos espera la pareja de guacamayos que tenemos como vecinos, a los que
vemos retirarse a dormir, uno en el agujero del nido donde se encuentran sus dos pollos y otro en un árbol
cercano.
Miércoles.- Hoy nos toca explorar
una zona del río Macal, hasta el punto en que no se puede continuar con la
lancha por el agua, donde preparamos el almuerzo antes de volver río abajo
hasta nuestro nuevo campamento cerca del creek (manantial), adonde nos
trasladamos esta mañana.
El recorrido es amenizado por cormoranes (Phalacrocorax brasilianus), martines pescadores (Megaceryle torquita, Cloroceryle amazona y C. americana), anhingas (Anhinga anhinga), gavilanes blancos, un águila negra o tirana (Spizaetus tirannus), un juvenil de águila negra mayor
(Buteogallus urubitinga), un halcón reidor (Herpetotheres cachinnans), milanos plomizos y tijeretas (Elanoides forficatus), cóndores reales,
gavilanes grises y zopilotes de cabeza roja (Cathartes aura) y negra (Coragyps
atratus), muchas garzas de diferentes especies, entre las que destacó un
ejemplar de la rara Agamia agami, y
varios cocodrilos de pantano (Crocodylus
moreletti), además de los rastros de un ocelote (Leopardus pardalis) y nutria.
Poco a poco, Chiquibul se presenta como un estupendo lugar en el que observar numerosas especies de la esquiva fauna centroamericana.
El recorrido es amenizado por cormoranes (Phalacrocorax brasilianus), martines pescadores (Megaceryle torquita, Cloroceryle amazona y C. americana), anhingas (Anhinga anhinga), gavilanes blancos, un águila negra o tirana (Spizaetus tirannus), un juvenil de águila negra mayor
Anhinga |
Cocinando sobre las piedras del río |
Poco a poco, Chiquibul se presenta como un estupendo lugar en el que observar numerosas especies de la esquiva fauna centroamericana.
Desayuno en el segundo campamento |
Pillado después de la "ducha" |
Gavilán gris |
En cuanto a rapaces, el día lo protagonizaron claramente las águilas del género Spizaetus, ya que observamos en varias ocasiones a una pareja de adornadas (S. ornatus), con displays territoriales, vocalizaciones y vuelos en pareja; a distintos ejemplares de tirana, a la que también escuchamos vocalizando; e incluso a un individuo de blanquinegra. Sólo esto ya supone un lujo para los amantes de las aves de presa, pero además vimos muchos cóndores reales, gavilanes blancos, águilas negras mayores, milanos plomizos y tijeretas, gavilanes grises, aguilillas de cola corta (Buteo brachyurus), zopilotes de cabeza roja y negra y un halcón murcielaguero (Falco rufigularis); entre otras muchas especies de aves, además de los omnipresentes guacamayos escarlata.
Momoto enano |
Cuando nos recogen, cruzamos a la
otra orilla para comprobar qué es lo que buscaban los guacamayos en el árbol de
ayer, y descubrimos que es un bebedero al que también acceden otras especies de
aves. También localizamos una pequeña cueva que tiene el suelo pavimentado por
los antiguos mayas, probablemente usada para algún tipo de ritual, y en la que
encontramos pequeños fragmentos de objetos de cerámica.
Pollo de nictibio común |
Antes de llegar vemos una serpiente de buen tamaño cruzar la carretera delante de nuestro coche (probablemente una Masticophis mentovarius o similar), y luego hacemos una pequeña
parada para disfrutar de un pollo de nictibio común (Nyctibius jamaicensis) que Roni controla en un árbol seco.
Llegamos a nuestra cabaña de Bullet
Tree (de donde hoy se han ido Pato, Rosaura y Camilo en dirección a Yucatán) más tarde de
lo que esperábamos, cansados del largo viaje pero muy satisfechos con la
experiencia vivida entre guacamayos escarlatas en el Parque Nacional Chiquibul.
Garza tigre (Tigrisoma mexicana) en su nido |
Colonia de oropéndolas de Moctezuma (Psarocolius montezuma) |
Cocinando en el río Macal |
Campamento cercano al manantial |
Lithobates vaillanti |
Incilius valliceps |
Escorpión que rondaba la tienda de campaña |
¡Les deseamos la mejor de las suertes! |
Algunos vídeos:
Navegando de camino al interior del Parque Nacional Chiquibul:
Tapir:
Entrada a nuestro primer campamento:
Guacamayos en acción:
Remando en la piragua por el río Raspaculo:
Entorno de nuestro segundo campamento:
Camino de la tienda de campaña al manantial:
Caminando hacia un nido:
Cocina campestre en el río Macal:
Gavilán blanco:
Colibrís (Amazilia tzacatl y Florisuga mellivora) bañándose en el creek (manantial):
wow este es mi pais lleno de belleza
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