Algunos retratos de mujeres indígenas en la fiesta de Cubulco |
Sahara también pudo disfrutar de los quetzales |
La bruma de la mañana envuelve el
Ranchito de los Quetzales, el pequeño hotel familiar al que llegamos ayer por
la noche después de varias horas de autobús desde Panajachel (incluido un
transbordo y un desplazamiento urbano en Ciudad de Guatemala).
Una fina y persistente llovizna, que
ya caía cuando llegamos, moja la exuberante vegetación que nos rodea. Los doce
huéspedes que nos encontramos esta mañana en el alojamiento (incluyendo a
Sahara y a Mateo, otro niño que le dobla en edad) escudriñamos los árboles circundantes
en busca de cualquier movimiento que delate la presencia de la hermosa ave que
todos deseamos ver, el quetzal resplandeciente (Pharomachrus mocinno).
Curioso grupo de observadoras de aves, pertenecientes a alguna secta religiosa |
Quetzal resplandeciente macho |
Ave sagrada en la mitología de las
antiguas civilizaciones mesoamericanas, las largas plumas cobertoras que le dieron su nombre en el idioma náhuatl originario de la zona ("quetzalli significa cola larga de plumas brillantes), y que
adornan la cola de los machos eran muy apreciadas para confeccionar los tocados
reales y otros ornamentos de la alta sociedad de la época.
Pero matar un quetzal estaba penado con la muerte, así que los encargados de atraparlos, debían hacerlo sin causar daño al animal, quitarle sus plumas –que volverían a crecer hasta alcanzar el doble del tamaño del cuerpo del ave- y volver a liberarlo enseguida.
Pero matar un quetzal estaba penado con la muerte, así que los encargados de atraparlos, debían hacerlo sin causar daño al animal, quitarle sus plumas –que volverían a crecer hasta alcanzar el doble del tamaño del cuerpo del ave- y volver a liberarlo enseguida.
Hoy en día, este hermoso pájaro es el ave
nacional de Guatemala (declarado en 1871), da nombre a la moneda del país y
está representado en todos los billetes en circulación, además de en la bandera
y el escudo de armas.
Todo esto no impide que esté gravemente amenazado por la
pérdida de hábitat y la caza ilegal en toda su reducida área de distribución
centroamericana.
Hembra de quetzal |
El nombre del hospedaje en el que
nos alojamos ya lo dice todo, y no pasa mucho rato para que demuestre que es
totalmente merecido.
Primero escuchamos la llamada del
ave, después asoma tímidamente una hembra, que no se deja ver demasiado bien y,
al poco, llega el primer macho.
Un rato después, al menos dos machos y tres
hembras se mueven entre las ramas de los aguacatillos (Lauraceae), que les proporcionan el alimento principal de una dieta
eminentemente frugívora; y de algunos guarumos (Cecropia sp.), donde parece que atrapan insectos al vuelo.
Uno de los machos nos proporciona
varios minutos de observación de bastante buena calidad, mientras el resto de los
ejemplares aparecen y desaparecen entre las copas del arbolado, aunque
conseguir sacar buenas fotos ya es otro cantar.
La luz no ayuda nada, el pájaro
está casi siempre a contraluz, y los pocos momentos en los que se posa en los
sitios ideales, no permanece el tiempo suficiente ni siquiera para enfocar,
pues mientras se alimenta se mueve sin parar.
Macho sin cobertoras en la cola |
Como una hora después de su
llegada, las aves desaparecen una por una, aunque seguimos escuchando sus
reclamos durante un rato más.
Mientras recogemos, Carmen todavía ve pasar sobre
su cabeza, en un claro entre la vegetación, a un espléndido macho que mantiene
enteras las largas plumas de la cola, tan codiciadas en su día por las antiguas
civilizaciones precolombinas.
La mejor foto del día. En la siguiente, ya enfocada, el ave ya no estaba |
Desayunamos con algunos de los
otros huéspedes con los que compartimos esos inolvidables momentos, un grupo de
cuatro médicos de la capital (José Domingo y Eduardo, traumatólogos; Emilio, cirujano plástico; y Pedro, que no es médico) y el hijo de uno de ellos, que nos invitan a
acompañarles a pasar el resto del día en Cubulco, un pequeño pueblo de la
región, de la etnia Achí, que hoy (24 de julio) celebra sus fiestas
patronales.
Aunque pensábamos salir hoy hacia nuestro siguiente destino, aceptamos acompañarles, y alrededor de las nueve de la mañana salimos en sus
coches en dirección W-SW, con la esperanza de que la excursión merezca la pena.
Con el grupo de médicos de Ciudad de Guatemala en Cubulco. Detrás, Pedro, Carmen, Emilio y José Domingo. Delante, Marcos, Sahara Ugatz, Mateo y su padre Eduardo |
Seguimos en las tierras altas guatemaltecas,
donde habita la mayor parte de la población indígena del país, que en esta
región son clara mayoría (el 85% de la población del altiplano pertenece a
alguna de las etnias herederas de los mayas, frente al ya importante 60% que
representan para el conjunto de Guatemala), y donde la represión ejercida por
el ejército nacional en los duros años de la guerra, fue más sanguinaria.
Fue en esta región donde se
cometieron la mayoría de los atentados contra los derechos humanos perpetrados
por las fuerzas armadas. Torturas; violaciones; mutilaciones; asesinatos de
hombres, mujeres y niños, muchas veces en masa; fueron crímenes corrientes
realizados contra los indígenas.
Pero eso no fue lo único.
En los peores tiempos de la represión, los cadáveres colgaban de los árboles
grotescamente mutilados.
Familia de lugareños |
Hombres sin ojos, a los que arrancaban sus genitales
antes de ahorcarlos. Mujeres embarazadas, que abrían en canal para arrebatar a
sus hijos de sus vientres y matarlos antes de que se conviertan en rebeldes.
Familias carbonizadas en sus casas, donde los niños pequeños permanecían
prendidos a los pezones de sus madres después de muertos.
Estas y quién sabe
qué otras atrocidades fueron perpetradas por el ejercito nacional y por sus
particularmente temidos soldados kaibiles, un cuerpo de fuerzas especiales, que
según cuentan, llegaban a comerse algunas partes de sus “enemigos” en un
increíble acto de sadismo. Otras veces, asesinaban a grupos de campesinos, a
los que vestían como revolucionarios con el objetivo de informar a sus
superiores y a la prensa acerca del desmantelamiento de un comando subversivo,
añadiendo méritos a sus hojas militares.
Además, los bombardeos aleatorios sobre los poblados,
una terrible muestra de poder que pretendía evitar que la población apoyase a
los “insurgentes”, mantenían al pueblo aterrorizado.
Estas y otras barbaridades sucedieron
en esos años en los que ser guatemalteco (y sobre todo indígena) significaba
convivir con la injusticia, el terror, la represión y la muerte…
Pero hoy, casi veinte años después del final de un conflicto que duró más de tres décadas y media, aquí es un día de fiesta.
Una calle de Cubulco, al llegar |
Llegamos a Cubulco cerca del
mediodía, y el ambiente ya es claramente festivo.
Caminamos despacio por una de las
calles que se dirigen a la plaza, totalmente rodeados de puestos donde se
venden todo tipo de mercaderías.
Caminando y mirando los puestos |
A ambos lados de la calle se
suceden toldos y mesas de todos los tamaños, negocios ambulantes en los que las
coloridas telas representativas de los distintos grupos indígenas se mezclan
con la ropa estadounidense de segunda mano del puesto de al lado.
Donde todo
tipo de arreos y complementos para las caballerías se confunden con recipientes
de plástico de todos los tamaños y para los todos los usos posibles.
Frutas, aperos de labranza,
sombreros de tipo vaquero, cordelería, mangueras, pollos asados, puestos de
medicamentos, de juguetes de plástico, de revistas y dvds, heladeros y
limpiabotas, artículos de ferretería, ungüentos milagrosos que sirven para
todo, botas de goma, jabón, cubos y regaderas de metal, arroz, maíz, frijoles,
mantas, bisutería, gafas de sol, hamacas…todo se compra y se vende en este
mercado improvisado que desaparecerá igual que llegó cuando la celebración se
termine.
Por todas partes caminaban hombres -campesinos en su mayoría- vestidos al estilo cowboy, con tejanos, botas altas terminadas en punta, camisas de cuadros y sombrero de ala ancha, muchas veces con las espuelas todavía puestas, rematando una imagen de vaquero recién descabalgado de su caballo, que en lugar de un revolver porta un machete al cinto en su funda de cuero.
Las mujeres vestían los tradicionales huipiles y
polleras bordados con los respectivos motivos geométricos que identifican a la
etnia y la comunidad a las que pertenecen.
Mujer cocinando tamales |
Seguimos caminando hasta un cruce
entre dos calles importantes.
Los olores dominantes son de pollo asado, de picante, de caldo de res o de tamales y elotes hervidos, provenientes de la enorme cantidad de puestos de comida existentes.
También de alcohol, de humo de leña y de la pólvora de los petardos que escuchamos de vez en cuando.
Los olores dominantes son de pollo asado, de picante, de caldo de res o de tamales y elotes hervidos, provenientes de la enorme cantidad de puestos de comida existentes.
También de alcohol, de humo de leña y de la pólvora de los petardos que escuchamos de vez en cuando.
La procesión se acerca, precedida
por algunos bailarines disfrazados para la ocasión.
Uno cubre su rostro con una máscara verde rematada por unos grandes cuernos de
res sobre la cabeza, viste una especie de pijama blanco con dibujos de
hombre-toro y lleva una cadena en la mano.
El otro viste un traje colorido en
el que predomina el color rojo con distintos bordados, rematado por una máscara
también roja que representa un rostro humano y de la que cuelgan cintas de
colores, plumas y otros accesorios, además de llevar una maraca en la mano.
Estos personajes bailan entre la gente anunciando al resto de la comitiva,
aunque, como en el caso de muchos otros actores de este festejo, no conseguimos
averiguar qué representan o cual es su papel exacto en la celebración.
Un poco más atrás llegan otras
figuras representativas del festejo. Esta vez son cuatro, dos hombres y dos
mujeres.
Sus tocados son grandes penachos de plumas dispuestas
como una gran cresta, de los que cuelgan muchas cintas de colores.
Visten
trajes en los que también predomina el color rojo, con distintos bordados y
añadidos (monedas, hilos de oro, cintas de colores, espejos) y de sus brazos cuelgan
una gran cantidad de pañuelos y campanillas.
Cada uno lleva una espada y una
bandera, uno la de Guatemala y otro la de España.
Se supone que representan a unos reyes españoles de la época de la conquista, y van acompañados de otro par de personajes que visten de forma similar, aunque sin espadas ni banderas y con maracas.
Se supone que representan a unos reyes españoles de la época de la conquista, y van acompañados de otro par de personajes que visten de forma similar, aunque sin espadas ni banderas y con maracas.
Ellas son princesas indias, a las
que representan un par de niñas con vestidos blancos y rojos de falda ancha. No
llevan máscaras y sus tocados son similares a los de los hombres, aunque menos
elaborados.
Detrás llegan alrededor de una
docena de bailarines enmascarados, que parece que representan a los
conquistadores venidos de lejos, ya que todos lucen barba y cabello rubios,
además de grandes tocados de plumas de colores (aunque uno de ellos luce careta
negra). Los trajes son quizás más coloridos y elaborados que los de los
anteriores actores de esta representación.
No dejan de bailar, y están acompañados por otro personaje con máscara de toro y otros dos con caretas de mono y trajes predominantemente negros.
No dejan de bailar, y están acompañados por otro personaje con máscara de toro y otros dos con caretas de mono y trajes predominantemente negros.
Tras ellos, una marimba
transportada por cuatro personas y tocada por otras dos, que suena durante toda
la duración de la procesión, precede a las figuras religiosas de los santos,
varias de ellas representando al apóstol Santiago.
Las cuatro primeras están
enmarcadas en una especie de portales adornados con flores y plumas de colores,
en los que se aprecia el mestizaje entre las religiones impuestas por los
conquistadores españoles y las antiguas creencias indígenas que trataron de
erradicar.
Detrás, un numeroso grupo de mujeres caminan portando velas
encendidas, seguidas de otras once imágenes más de distintos tamaños, que son
transportadas por otros cuatro hombres cada una.
Para terminar, un grupo de
hombres bailan delante de una marimba, llevando largos palos con cintas de
colores atadas en su extremo, que agitan con sus contoneos al ritmo de la
música.
Nosotros, al igual que el resto de
los espectadores, seguimos a todo el grupo o nos mezclamos con ellos, en una
marea humana en la que el colorido tiene un marcado protagonismo.
A veces, también nos adelantamos para colocarnos en lugares estratégicos |
Además, otros grupos de bailarines,
ataviados con distintos trajes y máscaras rituales acompañan a la comitiva o se
separan de ella según el momento, ejecutando sus danzas en distintas partes de
la localidad.
Algunos de los bailes típicos realizados durante la festividad
son el baile de caxuxa, el baile del cortés, el del torito o el baile del
alguacil, según la información consultada en internet, ya que durante la
celebración no conseguimos que nadie pudiera explicarnos apenas nada de lo que
sucedía ante nuestros ojos.
Este grupo de danzantes es el que más tarde realizará la danza del palo volador |
También con instrumentos de viento |
Danza con las princesas indias y los reyes españoles |
Bailando en un rincón del pueblo, fuera de la procesión |
Sorprendentemente, no pudimos ver
en la celebración, durante todo el día, a casi ningún otro extranjero. Apenas
nosotros, nuestros compañeros de la capital y un par de blancos más que
caminaban en solitario entre la multitud.
El resto de los muchos cientos, algunos miles, de personas que se reunían en Cubulco el día del apóstol, eran indígenas de la etnia Achí, algunos K´iche´ y, probablemente, alguna otra.
Esto añadía mucho colorido y autenticidad a esta festividad a la que, por supuesto, no nos arrepentimos en absoluto de acudir.
El resto de los muchos cientos, algunos miles, de personas que se reunían en Cubulco el día del apóstol, eran indígenas de la etnia Achí, algunos K´iche´ y, probablemente, alguna otra.
Esto añadía mucho colorido y autenticidad a esta festividad a la que, por supuesto, no nos arrepentimos en absoluto de acudir.
Se acerca la traca final, y nunca
mejor dicho.
Por la tarde, con el descenso del sol, la procesión se dirige a la plaza mayor del pueblo, donde un grueso palo, de más de veinte metros de longitud, se eleva verticalmente hacia el cielo frente a las escalinatas de la iglesia.
Toscas escaleras de madera, aseguradas con cuerdas a este tronco, llevan hasta su extremo, donde una estructura móvil hecha también de madera espera la llegada de los hombres voladores.
Por la tarde, con el descenso del sol, la procesión se dirige a la plaza mayor del pueblo, donde un grueso palo, de más de veinte metros de longitud, se eleva verticalmente hacia el cielo frente a las escalinatas de la iglesia.
Toscas escaleras de madera, aseguradas con cuerdas a este tronco, llevan hasta su extremo, donde una estructura móvil hecha también de madera espera la llegada de los hombres voladores.
Palo volador |
Es el palo volador, la danza más
importante del festejo, una danza religiosa precolombina de gran importancia
para los antiguos mayas, totonacos y aztecas mesoamericanos.
Al parecer, su origen se remonta al período preclásico medio (1.200- 300 a. C.) y está asociado a la fertilidad de la tierra y a la solicitud de lluvia a los dioses, aunque también está muy relacionado con la numerología y el calendario de la época.
Hoy en día tan solo pervive en otras dos localidades de Guatemala (Chichicastenango y Joyabaj) y en los estados de Puebla y Veracruz en México.
Al parecer, su origen se remonta al período preclásico medio (1.200- 300 a. C.) y está asociado a la fertilidad de la tierra y a la solicitud de lluvia a los dioses, aunque también está muy relacionado con la numerología y el calendario de la época.
Hoy en día tan solo pervive en otras dos localidades de Guatemala (Chichicastenango y Joyabaj) y en los estados de Puebla y Veracruz en México.
Cuando el grupo de danzantes llega
al pie de este tronco, comienzan a trepar. Primero son los dos bailarines vestidos
de mono, seguidos de dos de los seis danzantes ataviados con trajes de colores.
Estos últimos serán los que se lanzarán al vacío enganchados al palo tan solo
por una cuerda, que sujetan a la pierna mediante un lazo.
Gracias a un sistema de giro situado en la parte superior del palo, los voladores descienden girando alrededor de este hasta llegar al suelo, repitiendo la operación al menos un par de veces cada bailarín.
Los últimos en saltar son los monos, que durante todo el resto del tiempo, han estado dando vueltas cabeza abajo y mirando el cielo extendidos sobre la plataforma giratoria. Ellos serán los únicos voladores que se deslicen colgando cabeza abajo, rematando de la manera más espectacular las variadas celebraciones que se han llevado a cabo durante los últimos días.
Gracias a un sistema de giro situado en la parte superior del palo, los voladores descienden girando alrededor de este hasta llegar al suelo, repitiendo la operación al menos un par de veces cada bailarín.
Los últimos en saltar son los monos, que durante todo el resto del tiempo, han estado dando vueltas cabeza abajo y mirando el cielo extendidos sobre la plataforma giratoria. Ellos serán los únicos voladores que se deslicen colgando cabeza abajo, rematando de la manera más espectacular las variadas celebraciones que se han llevado a cabo durante los últimos días.
Y este fin de fiesta, está
acompañado de un apabullante despliegue de pirotecnia, sobre todo de petardos
gigantes que son lanzados al cielo mediante cañones fabricados con tubos de metal,
causando gran estrépito.
Los voladores giran en el aire mientras el sonido del bombardeo resuena por toda la plaza y miles de minúsculos pedazos de papel carbonizado llueven sobre los asistentes.
Todo el mundo está alegre, muchos medio borrachos y nosotros encantados de haber asistido a esta celebración pagano-religiosa de la Guatemala profunda e indígena.
Los voladores giran en el aire mientras el sonido del bombardeo resuena por toda la plaza y miles de minúsculos pedazos de papel carbonizado llueven sobre los asistentes.
Todo el mundo está alegre, muchos medio borrachos y nosotros encantados de haber asistido a esta celebración pagano-religiosa de la Guatemala profunda e indígena.
Limpiabotas trabajando |
Creo que si fuéramos extraterrestres no destacaríamos más |
Sahara despidiéndose de su pequeño amigo Josué, habitante del Ranchito |
Observando una Boa constrictor con la que alguien se gana la vida.... |
Aquí puede verse la postura de los "monos" en lo alto del palo |
Algunos vídeos:
Macho de quetzal acicalándose:
De la procesión:
De los bailes tradicionales (algunos con orígenes prehispánicos):
Llegada de la procesión a la iglesia, danza del palo volador y traca final:
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