Peripecias de una familia viajera en busca de la fauna salvaje del Nuevo Mundo
domingo, 3 de noviembre de 2013
LAGO ATITLÁN. CAMINATAS, PASEOS EN CANOA Y OBSERVACIÓN DE AVES ENDÉMICAS EN LA TIERRA DE LOS MAYAS
Lago Atitlán
Enclavado en las
tierras altas de Guatemala, el altiplano montañoso donde se concentra la mayor
parte de la población indígena del país, dicen de él que es el lago más bello
del mundo.
Negociando la comida de hoy con un pescador local
Es el Lago Atitlán y
la afirmación es un poco exagerada, si, pero es cierto que es muy hermoso. Ubicado a 1.560 metros sobre el nivel del mar (msnm); con una lámina de agua azul
cuyo tono oscila entre el gris plateado y el verde esmeralda en función de la
luz que en él se refleja, pasando por todos los tonos y variedades de azules; y custodiado por tres
impresionantes volcanes en su orilla sur, el Atitlán (3.537 msnm), el Tolimán (3.158
msnm) y el San Pedro (3.020 msnm); este lago ofrece una estampa sobrecogedora.
El día nublado y tormentoso da al lago la apariencia de una lámina de plata
Habitante kaqchikel de Santa Catarina Palopó
Además, los
habitantes de la docena de poblaciones que se asientan al borde de sus aguas,
pertenecientes a los pueblos K´iche´, Tz´utujil y Kaqchikel, y descendientes de
los antiguos mayas, todavía conservan relativamente inalteradas sus tradiciones
y su cultura, a pesar de la gran afluencia turística que recibe esta región
desde hace ya algunos años. Y eso sin contar con la conquista, el periodo
colonial, la cruda guerra de los años ochenta…
De hecho, en las
calles de cualquiera de estas poblaciones, pueden verse a los miembros de esas
etnias, pero sobre todo a sus mujeres, luciendo cotidianamente sus trajes
tradicionales, característicos y exclusivos de cada localidad, pues cada aldea,
por pequeña que sea, tiene su propia variación sobre el tema común, con
polleras y huipiles que son completamente distintos de los de sus vecinos.
Distintos atuendos indígenas. Todas las mujeres fueron retratadas en Panajachel, aunque no necesariamente son de allí. El varón es un habitante tz´utujil de San Pedro de la Laguna
caminando por una calle de "Pana"
Fachada de la iglesia de Panajachel
Llegamos un domingo a
Panajachel -el asentamiento de mayor entidad y al que llega la mayor parte del turismo del lago- tras nuestra despedida
del territorio mexicano y después de una parada de una noche en Malacatán,
donde Sahara pudo jugar de nuevo con los amigos que hizo cuando íbamos camino
de La Encrucijada la semana pasada. Como siempre, llegar hasta aquí supuso
bastantes horas de viaje en diferentes medios de transporte, además del cruce
de la frontera mexicano-guatemalteca, un nuevo peregrinaje dentro de nuestro
gran periplo centroamericano.
Primer baño en el lago, sólo para el más valiente
Pescador en una embarcación típica del lago
Iglesia de Panajachel
Callejón en que se encuentra nuestro hostal
Exterior del mercado
Localizamos un
alojamiento de nuestro gusto y nos preparamos para pasar unos días de
tranquilidad, paseando por las orillas del lago y por los alrededores de la
población, aunque sin forzar demasiado. Un objetivo más difícil de lo que
parece cuando uno pretende empaparse de todo, conocer cada rincón y observar
toda la fauna que sea posible. O sea, que la cosa tampoco fue tan relajada, vamos…
Oteando sobre el pueblo de Santa Catarina Palopó
El jueves 18 de
julio, después de tres días en Pana -como lo llaman por aquí-, de los primeros
tímidos baños en el lago y de una pequeña excursión a pie hasta Santa Catarina Palopó,
donde pasamos un rato en casa de unas tejedoras; cruzamos el lago en lancha hasta
el pequeño pueblo de San Pedro de la Laguna. En esta localidad se respira una atmósfera más tranquila y está situada a los pies
del volcán del mismo nombre, al que pensamos ascender mañana para buscar algunos pájaros y contemplar el
lago desde sus alturas.
Para volver a Pana, utilizamos el transporte local
Embarcadero de Panajachel
En la lancha, de camino a San Pedro
Pareja de tz´utujiles en San Pedro de la Laguna
Segundo baño en el lago Atitlán
Atardeciendo, después del baño
¡Estaba buenísima!
Sendero entre el cafetal
19/07/2013 Ascendemos despacio la ladera del volcán San Pedro, rodeados primero de algunas
milpas de maíz y algunos cafetales, principales cultivos de los habitantes
tz´utujiles que habitan en su base desde antiguo.
Comenzando la subida
Escalerillas en el bosque
Primera parada, en el mirador, donde desayunamos antes de comenzar la parte más dura
Un poco más arriba,
las tierras de labor son sustituidas por los bosques nubosos característicos
de la cordillera que, como prolongación de la Sierra Madre mexicana, cruza de
norte a sur toda Guatemala, y que recorre después el istmo centroamericano
hasta Panamá, en forma de una continua sucesión de volcanes.
Bosque de niebla
También nos cruzamos con un poblador
Lentamente vamos
ganando altura, y metro a metro se va reduciendo la distancia que nos separa de
la cima, unos 1.200 metros más arriba del inicio de nuestra ruta. Un importante
desnivel que tardamos varias horas en superar, como siempre pajareando
tranquilamente y sin forzar al pequeñajo más de lo necesario, que ya es
suficiente. Al final me adelanto un poco, ya que la niebla amenaza con empañar
el esplendor del paisaje y, al menos, queremos obtener alguna foto antes de que
eso suceda.
Al final aguantó más o menos despejado
Carmen y Sahara llegan un poco más tarde
Lagarto espinoso (Sceloporus smaragdinus)
Comemos arriba,
disfrutando de las vistas, que al final se han mantenido despejadas, cubriéndose
y aclarándose alternativamente de nubes las cumbres de los dos volcanes
vecinos. Esto nos aporta diferentes perspectivas de una única panorámica, mientras somos acompañados por un aire frío que agradecemos pero al que ya no parecemos tan acostumbrados como antes.
Celebrando la llegada a la cumbre
Viendo pájaros
Yo lo veo bastante integrado...
Bajando con tranquilidad
Contentos con la
experiencia, descendemos más relajados, mientras jugamos con Sahara durante la
bajada.
Algo más de una hora
después de comenzar el descenso, un extraño y fuerte sonido hace que todos nos
paremos en seco y pongamos sobre alerta todos nuestros sentidos. Volvemos a
escucharlo y nuestros corazones se aceleran de repente. ¡Es el pavo de cacho (Oreophasis derbianus)!, un extraño
galliforme de la familia de los crácidos, único en su género, que habita tan solo
entre los 2.500 y 3.500 msm en los bosques húmedos montanos de Guatemala y
Chiapas, donde se mueve por las ramas altas de los árboles, siempre oculto
gracias a la abundancia de bromelias (Bromeliaceae)
y otras plantas epífitas. Principalmente de color blanco y negro con tonos de gris en el pecho, patas rojas y pico amarillo, su característica física más llamativa es el "cuerno" o cacho, también rojo, que corona su frente y que le proporciona su nombre común.
¡Toda una rareza que no teníamos demasiadas
esperanzas de observar en libertad, pero que nos esperaba en el sitio menos
pensado! Aunque todavía no lo hemos visto, así que avanzamos despacio y en
silencio en dirección al sonido, con la confianza de oírlo de nuevo y poder
ubicarlo con mayor precisión. Vuelve a sonar y, al fin, lo descubrimos entre
las ramas de un árbol cercano, vigilando nuestros movimientos.
Unos minutos y
algunas fotos después, vuela y se va a un árbol próximo, donde descubrimos a
otro ejemplar. Están a corta distancia de nuestra posición y no parecen
nerviosos con nuestra presencia, aunque en los siguientes minutos van alejándose
poco a poco con cortos vuelos entre un posadero y el siguiente, siempre
vocalizando para no perder el contacto, hasta que los perdemos de vista entre
la espesura.
El raro y esquivo pavo de cacho
El huipil se lo compramos a las tejedoras de Santa Catarina
Cu-cú, ¿donde estamos?
Abrazando a uno de los abuelos del bosque
Mandala vegetal
Momento cumbre de una
gran jornada en la que también pudimos añadir otras tres especies nuevas de
aves a nuestra lista. Llegamos muy satisfechos al final del sendero, hacemos
dedo y conseguimos que nos pare una ranchera que nos acerca en su parte trasera
hasta el mercado de San Pedro, donde llegamos ya casi de noche, hora ideal para
ducharse, cenar, acostar al retoño y celebrar el bonito día como se merece.
Pintura reivindicativa que ilustra las consecuencias de jugar a ser dioses
Volcán y localidad de San Pedro vistos desde el lago
Al día siguiente nos
despedimos de San Pedro y volvemos a Pana, pero no sin antes explorar un poco
el lago en los alrededores del pueblo, ayudados por una piragua que alquilamos
al lado de nuestro alojamiento (además Carmen y Sahara se dan un baño mañanero,
a pesar de la frialdad de las aguas en estas alturas). Remamos un par de horas
y disfrutamos de una nueva perspectiva del paisaje observado y del volcán
pateado ayer, esta vez desde casi 1.500 metros más abajo.
Sahara demuestra la
pericia que poco a poco va adquiriendo con los remos, colaborando un rato con su madre en la tracción de la embarcación, antes de que demos media
vuelta y nos preparemos para surcar de nuevo las aguas del lago, esta vez a
bordo de la lancha que cubre el trayecto hasta Panajachel.
Mercado de Panajachel, donde compramos frutas y verduras en varias ocasiones:
La idea era irnos mañana hacia la región de la Baja Verapaz para intentar ver quetzales (Pharomachrus mocinno), pero el enano no
se encuentra en su mejor forma, ya que está algo atascado con mocos, así que
decidimos quedarnos un día más. Aunque también influye en nuestra decisión el
que hayamos tenido que cambiarnos de alojamiento a uno en el que hay un niño
(ya que el otro estaba lleno) y el que Sahara se integre en la pandilla que a
diario juega en el callejón cercano.
Sahara con algunos de sus amigos Gabriel, "tornillo" (Roberto) y "tuerca" (Harold)
Sahara empujando la bici de "tuerca" y Camila
Al final no es una noche,
sino tres (pues decidimos ampliar otro día más nuestra estancia), las que
pasamos aquí, así que salimos el día 23 a media mañana en dirección al Biotopo
del Quetzal, nuestro próximo destino.
Álbum de fotos:
Otra bonita vista del lago
Extracción de arena y piedra en la desembocadura al lago del río que cruza Panajachel.
Pintoresco para sacar fotos, pero insostenible desde el punto de vista ecológico:
Llegando a Santa Catarina Palopó
Ardilla gris mexicana (Sciurus aureogaster)
Tejedoras en Santa Catarina
A ella le compramos un pequeño huipil para Sahara
Furgoneta de vuelta a Panajachel
El lago visto desde la desembocadura del río
Comprando pescado
Mujeres indígenas:
Lanchas que realizan los distintos desplazamientos entre las poblaciones del lago
Hombre vestido con el atuendo tradicional tz´utujil
Bañándose en las frías aguas del lago
Atardecida
Todo bien
Después del baño
Ascendiendo por las faldas del volcán San Pedro:
Contraluz
¡Llegamos!
Disfrutando las vistas desde la cima del San Pedro
Sceloporus smaragdinus, macho
Sceloporus smaragdinus, hembra
Comenzando el descenso
Parece un kaqchikel
Ahora, ¡piernas y brazos abiertos!
Descansando las rodillas
Pavo de cacho
Ardilla de Deppe (Sciurus deppei)
Remando
Mercado:
Terminando las clases, en la terraza del alojamiento
Jugando con los amigos:
Vecinas acarreando leña:
Las vecinas de la tortillería, Marta y Margarita:
Volviendo a Panajachel de la caminata a Santa Catarina Palopó :
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