domingo, 10 de junio de 2012

PATEADA EN EL PARQUE NACIONAL BRAULIO CARRILLO


Un momento de la caminata
Nuestro siguiente destino para ver fauna en Costa Rica es el sector del Volcán Barva, en el Parque Nacional Braulio Carrillo. Para llegar aquí y conocer los senderos de la zona, aparte de los autobuses correspondientes (tuvimos que coger tres, para más datos), nos hicimos un pateo de 25 kilómetros, repartidos en tres etapas de alrededor de 8 kms cada una, en el que salvamos unos 800 metros de desnivel al subir y otros tantos al bajar.

Tenemos que decir que Sahara, con sus cuatro añitos recién cumplidos, se comportó como un campeón, y aunque se cansó en varias ocasiones, completó la caminata casi sin protestar.
Este es el segundo Parque Nacional más grande del país y abarca desde casi la costa caribeña, con cotas de pocas decenas de metros, hasta los 2906 msnm de altitud máxima del sector en el que nos vamos a mover nosotros, con la riqueza en biodiversidad que eso conlleva.

En el bosque


El bosque de niebla en que nos encontramos es espectacular y el número de especies vegetales desbordante, con miles de plantas inventariadas. Aunque no tenemos capacidad para apreciar toda la diversidad florística que nos rodea, es impresionante la cantidad de epífitas, bromelias, líquenes y helechos que tapizan desde el suelo hasta la copa de los árboles, representando todos los matices y tonos imaginables del color verde. 


Instalamos nuestro campamento cerca de la caseta de los guardas del parque, bajo el techado de un cobertizo que era la antigua recepción de visitantes, donde nos cobijamos de las intensas lluvias que mantienen siempre verde la vegetación del lugar. A pesar de todo, la humedad ambiental es del 100%, algo que notamos en nuestra ropa y en el resto de cosas, que están húmedas todo el rato a pesar de que el agua no las toque.


Debido a esta alta humedad y a la gran cantidad de precipitaciones, el sotobosque es bastante espeso y dificulta el caminar por fuera de los senderos, cosa que a veces hacemos para seguir algún rastro (la mayoría de las veces de tapir) o el canto de los quetzales, una de las joyas ornitológicas de esta zona del Braulio Carrillo.


Recorremos todos los senderos visitables (que tampoco son muchos) y nos acercamos a las dos lagunas accesibles, donde se concentran los rastros de tapir (Tapirus bairdii), que parece bastante abundante a juzgar por el número de huellas que encontramos.

Rastro de tapir

Huella de tapir
En los dos días que pasamos aquí arriba, solo conseguimos ver alguna ardilla y pajarillos, aunque el sitio merece la pena por sí mismo y los paisajes boscosos que ofrece. 

De todas formas, el último día, cruza por delante de nuestra tienda una pareja de quetzal resplandeciente (Pharomachrus mocinno), y a pesar de la fugacidad de la observación, nos vamos satisfechos y contentos de poder haber visto al ave más sagrada en las culturas precolombinas centroaméricanas.



Al llegar al pueblecito donde cogeremos el autobús de vuelta al cuartel general en Alajuela, nos tomamos una merecida comida típica en un restaurante que tiene instalados un par de comederos para colibrís al lado de las ventanas, donde podemos disfrutar de un bonito espectáculo e identificar unas 10-12 especies de estos simpáticos pájaros. El broche perfecto para estos días de pateo en el Parque Nacional Braulio Carrillo.  



Algunas fotos más del bosque nuboso:



















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