jueves, 16 de agosto de 2012


DARIÉN. LA ÚLTIMA FRONTERA SALVAJE (I)


Metetí, nuestra puerta de entrada a la zona del Darién (19–25/07/12)


Con la familia de Belkis en Playona.
Su abuela Doraida, su mamá Rosalía con su hermanito César
y su tía Yajaira con su prima, además de otro primo.


Una vez más a lo largo de nuestros viajes por el globo, el preludio para llegar a un lugar salvaje y especial, es un largo recorrido en transporte público y el paso obligado por diversos controles del ejército o la policía. Este es también el caso del Darién. Suponemos que la cercana presencia de la guerrilla colombiana y de los grupos de narcotraficantes del vecino país son los que motivan que en varias ocasiones tengamos que presentar la documentación y permitir que registren –de forma muy light- nuestras pertenencias. Preguntamos y nos dicen que no hay problema y que la zona es segura. Otra vez lo de siempre. Y otra vez lo creemos. Lo cierto es que la frontera con Colombia está muy cerca, y la región del Chocó, aledaña al Darién es de los lugares donde la guerrilla y el narcotráfico están más presentes. En Yaviza, unos kilómetros más alante de donde nosotros hemos parado, se termina la carretera panamericana, para comenzar de nuevo ya en territorio colombiano tras salvar este paso conflictivo, único punto en que esta vía se interrumpe en su recorrido por buena parte del continente americano.

Nos lo tomamos con calma. El alojamiento en Metetí es barato, el más económico en lo que llevamos de viaje, y decidimos descansar un par de días para recuperar fuerzas antes de adentrarnos en las profundidades de la selva.

Belkis

Sahara hace amigos entre los niños de Playona o Playón Alto, una comunidad emberá cercana que están realizando gestiones con sus padres en Metetí y aprovechamos para quedar en visitarles en los próximos días. Lo hacemos al día siguiente. A media mañana cogemos un transporte y nos acercamos a Puerto Limón, desde donde se va en piragua hasta la comunidad. No hay suerte y no pasa ninguna embarcación que nos pueda llevar, pero conocemos a Belkis, una niña emberá de Playona con la que Sahara juega un montón de rato bañándose juntos en el río.





En casa de Doraida

Al día siguiente volvemos y esta vez sí llegamos a Playona, donde la familia de Belkis nos acoge en su casa y hacemos muy buenas migas. Pasamos juntos unas cuantas horas  muy agradables y quedamos en volver a visitarles dentro de unos días, cuando volvamos de nuestra incursión en la selva del Darién. 





Proceso de pintado del cuerpo
Para rematar el día, unas indígenas de la misma etnia, con las que Carmen quedó para comprarse una falda tradicional llamada paruma, nos pintan con Jagua, el tinte vegetal que usan para decorar sus cuerpos, además de para aliviarse de las picadas de los mosquitos. Este tinte se elabora a partir de los frutos de un árbol, y para conseguirlos me toca trepar a uno de ellos y recoger la fruta. Después, los frutos se rayan y la rayadura se exprime para conseguir el jugo, que se calienta antes de utilizarlo como pintura corporal. Aunque en el momento de usarlo parece que no dan demasiado color, es al día siguiente cuando comprobamos realmente el resultado final de nuestras decoraciones, que salta a la vista:













Todo lo que nos pasa aparte de esto, es cuestión de mala suerte….
Para empezar, visitamos las oficinas de la Autoridad Nacional del Ambiente (ANAM) al día siguiente de nuestra llegada para informarnos sobre la posibilidad de realizar un voluntariado con ellos en el interior del Parque Nacional Darién.

Parece que todo va sobre ruedas. Se muestran muy interesados en el tema, nos regalan un libro de fotografías de la región y aseguran que hablarán para coordinarse con el director del Parque, cuyas oficinas se encuentran en Yaviza y con el que nos pondrán en contacto. Pero no coge el teléfono. Es viernes y decidimos esperar al lunes para realizar el contacto, siempre por medio del licenciado del propio ANAM de Metetí, pues creemos que será más productivo para nosotros.
Pero el lunes el licenciado no va a trabajar y nadie sabe por qué. A ver el martes…
Pero el martes el licenciado se va a un seminario y no está…así que nosotros llamamos desde la oficina al director del Parque, que nos dice que la idea está bien, pero habría que redactar un escrito solicitando el voluntariado a las oficinas centrales de Panamá.
Pues lo escribimos, mañana nos presentamos en la oficina de Yaviza y desde ahí lo enviamos. Todo perfecto.

La Palma
Mientras tanto, decidimos preparar los fondos para organizar una expedición al Parque por nuestra cuenta, o sea, el plan B por si algo sale mal. Me dirijo al Banco Nacional, para lo que hay que coger un taxi de ida y otro de vuelta, pues está a unos kilómetros del pueblo, justo enfrente del control policial que hemos tenido que pasar en varias ocasiones estos días para llegar a Playona. Pero resulta que el cajero no funciona con tarjetas extranjeras y los más cercanos están en Tortí (a unas dos o tres horas en autobús) y en La Palma, adonde se llega tras una hora en autobús y media más en piragua motorizada.

Además de que está sensiblemente más cerca, nos dicen que el paseo en barca está guapo, así que escogemos la segunda opción. Pero es algo tarde, las piraguas para volver solo funcionan hasta las cinco y mañana queremos llegar a Yaviza, así que hay que darse prisa…
…y  con las prisas, los pasaportes se quedan en la habitación.
Aquí comprobamos que la presencia policial no es solo anecdótica, parece que guerrilleros y narcotraficantes no están nada lejos de aquí y se necesita el pasaporte para ir a cualquier sitio, aún a pesar de estar registrados por las autoridades de Metetí en varias ocasiones y de presentar el DNI para confirmar nuestra identidad. En definitiva, que no nos dejan pasar. Volvemos al pueblo mosqueados y con el rabo entre las piernas, pero todavía necesitamos sacar pasta y habrá que volver a intentarlo.


Vecina de La Palma con su nieto
Al día siguiente no nos dejamos los pasaportes y conseguimos cruzar. El viaje en barca no está nada mal, los paisajes merecen la pena y el cajero funciona perfectamente. Incluso nos damos una vuelta por el pueblo de La Palma, que nos recuerda a la zona caribeña por el alto porcentaje de población negra que se asoma a las calles de este tranquilo pueblecito.
Parece que ya estamos listos para conocer una de las zonas selváticas de mayor tamaño y mejor conservada de toda Centroamérica…



Con los amigos de Playona.
Sahara Ugatz, Romira, Jenny, Floriselda y Federico.

                                          En el río de Puerto Limón:





Mujer emberá pintada con jagua

De camino al poblado

Emberá guerá (mujeres emberá) con las parumas tradicionales



Limpieza de dientes "a la selvática"

Me gusta el cepillo nuevo, papá

                                          Playona:




Practicando con el remo

Los pintados y las pintoras en Metetí

Aldea emberá vecina a La Palma

Cangrejitos






El "indio salvaje", sobrenombre que se está ganando a pulso

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