Increíblemente, a escasos 15 minutos del centro de la ciudad se encuentra el Parque Metropolitano, un pedazo de selva bastante bien conservado en el que pasamos prácticamente todo nuestro segundo día en la ciudad.
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Un sendero del Parque Metropolitano |
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Perezoso de dos dedos.
Tiene una cría pero no conseguimos sacarla en la foto. |
Recorremos todos y cada
uno de los senderos existentes en el lugar, y al final del día hemos observado
varios agutís (Dasyprocta punctata),
un par de armadillos de nueve bandas (Dasypus
novemcinctus), un perezoso de dos dedos (Choloepus hoffmanni) con su cría pequeña y una tropa de los
diminutos monos tití (Saguinus geoffroyi),
el único mono diurno centroamericano que nos faltaba por ver en este viaje.
Además, vemos una buena cantidad de aves, con varias especies nuevas para
nosotros entre ellas; así como algunos reptiles, tales como tortugas (Trachemys sp., Chrysemys ornata) y basiliscos (Basilliscus plumifrons).
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Bosque lluvioso |
En el
Metropolitano vivimos una de nuestras “aventurillas” cuando, mientras
observábamos una tropa de titís, un enfurecido enjambre de abejas enredapelo (Trigona sp.) molestadas
por Saharilla con sus palos, nos atacó cubriéndonos por completo en pocos
segundos y haciéndonos escapar gesticulando como locos para sacárnoslas de
encima.
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Cargando al cansado |
Afortunadamente, esta vez se trataba de una pequeña abeja inofensiva
que solamente muerde para defenderse, aunque la molestia de sacarse docenas de
ellas del cuerpo y sobre todo de entre las rastas fue suficiente para que
abandonáramos telescopio, prismáticos, cámaras, mochila y demás a lo largo de
nuestra vía de escape.
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Un sendero del parque.
Parece mentira que la ciudad esté ahí mismo. |
Lo cierto es que algunas horas después seguían
apareciendo pequeñas abejas entre nuestras ropas y pelo, sobre todo en el de
Carmen. Esperemos que la próxima vez no sean grandes avispas provistas de
potentes aguijones venenosos…
Volvemos a la
ciudad, donde pasamos el siguiente día y medio paseando un poco y aprovechando
para que Sahara juegue con niños de su edad en las plazas panameñas, así como
socializando algo con otros mochileros y artesanos que también se alojan en
nuestro hostal.
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Vista desde el paseo marítimo. A la izquierda el distrito financiero, a la derecha el casco viejo. |
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Altar de oro.
Lo poco que se salvó del
ataque pirata del siglo XVII |
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Plaza Bolívar |
Ciudad de Panamá
es una ciudad moderna, dicen que la más cosmopolita de toda América Central,
con el aspecto de una urbe del norte del continente con sus altos rascacielos de
aspecto casi futurista asomados al Océano Pacífico. En esta corta visita no
hemos podido recorrer casi nada, apenas lo suficiente para notar que los contrastes
entre la riqueza opulenta y su vecina la pobreza miserable son enormes, como
siempre (de los más grandes del continente). También comprobamos que el llamado
Casco Viejo no cuenta con ningún monumento digno de designarse como tal, aunque
no visitamos la verdadera ciudad vieja, aquella que destruyó el pirata sir
Henry Morgan en la segunda mitad del siglo XVII sin dejar piedra sobre piedra.
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Foto furtiva de mujeres kunas caminando por la calle. |
Como curiosidad,
decir que por todas partes se observan mujeres indígenas kunas, paseando, comprando
o vendiendo artesanías. Sorprende saber que alrededor del 50% de la población
de esta etnia vive en la ciudad, sobre todo porque esta tribu es la única en
toda América que ha conseguido la total autonomía y autogobierno de su
territorio, en el Archipiélago de San Blas, gestionándolo casi como un estado
aparte, y teniendo el control exclusivo de la infraestructura turística en las
islas y de los recursos económicos que esta genera.
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Barco mercante cruzando el canal a la altura de Gamboa |
Luego dirigimos
nuestros pasos hacia Gamboa, puerta de entrada al Parque Nacional Soberanía,
llamado así en el momento de su creación como reivindicación tras la
recuperación por parte del gobierno panameño del control del canal y de los
pingües beneficios que reporta, así como de los bosques que lo rodean.
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Bosques de Soberanía, contiguos al canal |
Tras la construcción
del Canal de Panamá, uno de los más importantes puntos del mundo para el
tráfico marítimo internacional, el paso permaneció en manos estadounidenses
durante más de un siglo, hasta la firma en el año 1999 del tratado que devolvió
el derecho de la explotación de este recurso económico al estado de Panamá.
Esta extraña situación llegaba al extremo de que una franja a ambos lados del
canal se consideraba yanqui, e incluso los ciudadanos panameños debían pasar por
fronteras y aduanas de Estados Unidos para cruzar de un lado a otro del país.
La parte negativa de este oscuro tejemaneje fue la pérdida por parte del estado
panameño de los grandes recursos económicos generados en su territorio durante
muchas décadas; aunque la positiva se tradujo en la conservación de la franja
selvática que rodea al propio canal y que hoy es alabada como corredor
ecológico para ejemplares de las especies faunísticas más abanderadas del país,
como jaguares o águilas harpías.
El tranquilo pueblo
de Gamboa, de hecho, existe únicamente a raíz de esta ocupación yanqui, ya que
aquí vivía una parte de los soldados destinados a proteger la soberanía
estadounidense en el canal. Hoy en día, la presencia norteamericana sigue
siendo notable, pero ahora bajo la forma de investigadores del Smithsonian
Tropical Research Institute, que mantienen la zona bajo una estrecha
vigilancia, esta vez científica. En este sentido, se dice que la cercana Isla
de Barro Colorado es la zona tropical mejor y más profundamente estudiada del
mundo. Esto se nota en el pueblo de Gamboa y sus alrededores, puesto que cerca
de la mitad de los vehículos que se ven circulando llevan en sus laterales la insignia
del Instituto, una gran parte de las viviendas del pueblo le pertenecen y
cuenta con viveros, laboratorios y un gran complejo en construcción.
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Coatí |
Llegamos a
Gamboa de noche, y después de ver un armadillo nos alojamos en una cabaña, en
casa de una pareja mayor que nos ofrece el mejor precio del pueblo, ya que no
hay una oferta muy amplia.
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La fauna en el jardín |
La sorpresa llegó por la mañana, cuando nos
despierta una increíble algarabía de loros y otros pájaros alrededor de la
casa. Salimos para desayunar, y nos encontramos cara a cara con un coatí (Nasua narica) en el jardín, seguido de
la aparición de un agutí con su cría y varias ardillas (Sciurus variegatoides helveous, tercera subespecie de esta ardilla
que vemos de las siete que habitan en América Central) en los árboles cercanos.
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Campamento a la orilla de la pista |
Entramos en el
Parque Nacional Soberanía y recorremos parte del sendero del Oleoducto durante
los siguientes dos días, acampando en un lateral de la pista que funciona como
sendero. Este parque es uno de los mejores hotspot mundiales para la
observación de aves, por lo que madrugamos las dos mañanas que amanecimos en
Soberanía con el objetivo de triunfar a lo grande. Pero no. Debido a la
espesura de la jungla que rodea el camino, el número de especies observadas no
se acerca a lo esperado hasta el final de nuestra estancia, cuando tuvimos algo
más de suerte y conseguimos aumentar hasta las dos docenas y media el número de
pájaros nuevos que vemos. Por otro lado, volvemos a encontrarnos de nuevo con
los monos aulladores (
Alouatta palliata),
ausentes de nuestro viaje durante los últimos días. Encontramos varios grupos
durante el pateo e incluso una de las tropas durmió en los árboles sobre
nuestra tienda, dándonos un gran espectáculo sonoro al atardecer y a la amanecida del
siguiente día. También vemos algunos monos carablancas (
Cebus capucinus) y coatís
durante nuestra estancia.
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Sendero del Oleoducto |
Desgraciadamente
nos llovió los dos días en que dormimos dentro del parque, pero afortunadamente
las dos veces empezó el chaparrón al poco de terminar de montar la tienda o
durante el montaje de esta. A pesar de esto, el segundo día diluvió, nos cogió
fuera de la tienda y me ví forzado a excavar una zanja alrededor de esta, con
lo que terminamos calados hasta los huesos, con botas, calcetines e incluso
calzoncillos empapados en mi caso. Con esto y todo, algo de agua y humedad se
colaron dentro de la tienda por las paredes y tuvimos que dormir un poco más apretados.
Mal menor…
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La casa de Mateo y Beatriz en Gamboa.
La puerta de la izquierda es la de nuestra cabaña. |
Después de esto,
pasamos un último día en la cabaña de Gamboa y volvemos a tener una grata
sorpresa en el jardín, esta vez bajo la forma de un grupo de titís que se
acercan a comer a uno de los numerosos comederos para fauna que Mateo y Beatriz,
los dueños de la casa, mantienen en su patio y donde prácticamente los animales
comen de la mano. Otra vez vemos un montón de agutís, tanto en nuestro jardín
como en el resto del pueblo, donde se ve que viven tranquilamente sin ser
molestados. Nos despedimos agradecidos de este tranquilo pueblo y de toda su
fauna, que por falta de molestias se deja ver con bastante facilidad, a pesar
de que se nos resistieron las iguanas y los cocodrilos de la laguna en la corta
visita que hicimos para intentar verlos.
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