SABALITO. VUELTA A COSTA RICA Y CAMBIO DE ALOJAMIENTO POR TRABAJO
Afortunadamente la fiebre no duró
más que un día y, aunque nos quedamos en David otro día más por seguridad y
para recuperarme mejor, enseguida salimos hacia el puesto fronterizo de Río Sereno, el más tranquilo y
con menor afluencia de toda Costa Rica.
Cruzamos sin mayores preocupaciones
y nos dirigimos a Sabalito, donde hemos quedado con David, un catalán de nuestra edad afincado en Costa Rica.
David y Alexia, junto con sus hijos
Martí y Ona (de cuatro y dos años, respectivamente), son una familia de
Barcelona que hace un par de años se trasladó a la zona cafetalera en la media montaña de
Costa Rica donde establecieron su residencia. Nosotros los conocimos en
Alajuela durante nuestro primer día en el país, y tras un par de horas de charla,
nos invitaron a conocer en el futuro su residencia en la media montaña del
sureste de Costa Rica, cerca de la frontera con Panamá y del Parque
Internacional La Amistad.
Colocando un pastor eléctrico |
Después de nuestro recorrido por el
país vecino y con la idea de que pasar un par de días allí puede venirle muy
bien a Sahara para jugar con un niño de su edad, nos comunicamos con ellos por
email, y nos remiten a su página web, donde leemos que invitan a otros
españoles a visitarles intercambiando trabajo por el alojamiento.
Pues esto también nos viene muy
bien después del gasto extra del buceo en la Isla de Coiba, y esta puede ser
una buena forma de compensarlo. Ellos ya lo tenían pensado, así que cuando les
comentamos la idea de quedarnos unos cinco o seis días, les pareció de lo mejor,
aunque nos dicen que ellos pensaban en estancias de un mínimo de dos semanas,
cosa imposible en nuestro caso.
Vista lateral de la cabaña |
La cabaña que nos ofrecen para
quedarnos está muy bien, con baño para nosotros y cómodos colchones. Incluso
llega la señal de wifi desde la casa principal.
El intercambio resultó beneficioso
para todos, ya que nosotros disponíamos de casa y tres comidas diarias gratis,
aunque creemos que las hemos pagado justamente con nuestro trabajo. En cuanto a
este, consistió en hacer un poco de todo en horario de mañana, teniendo las
tardes para descansar, aunque la lluvia ocupó casi todas las horas después del
mediodía.
Trabajando en la huerta |
En los cinco días y medio que nos quedamos en Sabalito, limpiamos la
casa de nuestros anfitriones, colocamos un pastor eléctrico para cercar un
trozo de finca que albergará uno de los cerdos, cavamos y abonamos la huerta
(en preparación), cargamos bidones de preparado de insecticida para abastecer a
los fumigadores en la plantación de café (algo que, desde luego, preferiría no
hacer, pero fue el trabajo que estaba programado para el segundo día de nuestra
estancia desde antes de saber que iríamos), desgranamos maíz y Carmen fregó
mucha, mucha loza (de hecho, prácticamente toda la que se ensució durante los días que
permanecimos en la casa).
Los niños jugando en la piscina |
En cuanto a Sahara, jugó todo lo
que pudo, aunque Martí resulto ser un abusón que todos los días hacía algo
desagradable para llamar la atención. A Sahara le pegó, le mordió, le meó
encima, compitió constantemente por todo (por ejemplo, si estábamos comiendo
todos juntos y Sahara quería ir a hacer pís, Martí se levantaba rápidamente y
se encerraba en el baño diciendo que el meaba primero) y se pelearon de vez en
cuando.
En general la experiencia resultó
positiva, pero no sé si volveremos a repetirla de esta forma, ya que en algunas
ocasiones sentimos que podíamos estar molestando y a veces la sensación que
teníamos era un poco incómoda. Lo mejor, ahorrar; lo peor, los abusos que a
veces tenía que soportar nuestro hijo (y el mal rollo de tener que reñirle a un
niño que no es tuyo o de que Sahara diga que no se defiende “porque me riñen
sus papás”).
Por otro lado, el domingo fue el
día libre, y fuimos a dar un paseo en caballo con el vecino de nuestros anfitriones,
que tiene varios animales y se dedica, entre otras cosas, a hacer excursiones
con los turistas. Nos hizo un precio de amigo y, como no tuvimos más gastos
esta semana, disfrutamos todos juntos del recorrido por su finca, que incluía
un pequeño trozo de bosque de niebla.
El paseo incluyo un tentempié y, al
final, tuve la oportunidad de hacer correr a Pelusa, el caballo de raza Appaloosa que
nos llevó a Sahara y a mí. Hacía mucho tiempo ya que no montaba y disfruté de
las galopadas, pero tuve la mala suerte de caer del caballo en una de ellas, al
perder el control cuando se desvió a la puerta del circuito para intentar salir
y no pude dominarlo bien. Afortunadamente, lo único herido fue mi amor propio,
por la vergüenza de caerme en público después de contar que había montado
bastante a caballo cuando tenía el mío en la casa de Pontesouto. En fin, me
levanté, monté de nuevo y me dí un par de vueltas más antes de recoger los
animales y dar por terminada la experiencia. Para todos los demás era la
primera vez que se subían a un caballo y todos nos fuimos muy contentos para
casa.
Un poco cansados pero satisfechos
por el ahorro y la experiencia, salimos hacia nuestro siguiente destino: el
Parque Nacional Corcovado, previo paso por Puerto Jiménez para organizar la excursión.
Casa principal |
Currando:
Los niños jugando en la piscina:
Paseo con lo caballos:
Polillas de noche en el porche de la cabaña |
Alguna de las polillas en detalle |
Loritos Pionopsitta haematotis |
Tucán de Swainson Ramphastos swainsonii
Bueno, quería aclarar que los niños también se lo pasaron muy bien y que nuestra intención no ha sido la de decir que Martí sea un monstruo ni mucho menos. Sahara también pasa por etapas muy malas en las que todos nos hartamos un poco, es lo normal en los niños de esta edad. Yo solo pretendía plasmar en la entrada que la relación entre los pequeños pudo ser mucho mejor y más productiva, y que nos dió pena que no lo fuera.
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