miércoles, 8 de mayo de 2013

LAGUNA DE LOS SIETE COLORES. RELAX Y TRANQUILIDAD FRENTE A LA BUROCRACIA FRONTERIZA




La laguna de los siete colores vista desde nuestro embarcadero. A la derecha, Sahara Ugatz salta al agua


Llegamos a Bacalar el sábado 23 de marzo por la noche, después de la larga travesía de rigor en autobús desde Tulum (unas seis horas).
Agarramos un taxi y nos vamos a buscar un alojamiento en la orilla de la laguna, donde nos hospedamos en un hotel barato.
Mientras estamos metiendo nuestras cosas a la habitación desde la calle, aparecen Rafa y Natalia, la pareja de médicos argentinos que me ayudaron a deshacerme del bulto de mi espalda en la bahía de San Agustín, en Huatulco, cuando estábamos en la costa de Oaxaca hace ya tres meses. Ellos están acampados enfrente de nuestro hotel, y quedamos para tomarnos unas cervezas juntos en su alojamiento en cuanto estemos instalados.

El sitio está fantástico, así que decidimos que mañana sin falta nos mudamos aquí y montamos la tienda durante los próximos días.
Al día siguiente, con la tienda instalada, comprobamos que no podríamos haber tomado una decisión mejor.
El área de acampada es de lo más tranquilo, con hamacas y tumbonas en las que relajarnos, cocina comunitaria, internet inalámbrico y un embarcadero de madera que se interna en la laguna y desde el que nos bañamos a diario en sus aguas de color turquesa.
Hasta una familia de ardillas grises de Yucatán (Sciurus yucatensis) viven en el árbol que da sombra a nuestra tienda de campaña, acompañándonos a cada rato.

La frontera de México con Belize está a unos 30 kilómetros de aquí, así que aprovecharemos la tranquilidad de este lugar para regularizar nuestra estancia en el país, mientras seguimos a la espera de que el pasaporte nuevo de Sahara esté tramitado.

Otra vista de la laguna desde el camping


Mamá trampolín
Bacalar se caracterizó por la tranquilidad con que transcurrieron los días que pasamos allí, en contraste con los aburridos y pesados trámites burocráticos que tuvimos que soportar para renovar la visa mexicana, para lo cual consultamos al Instituto Migratorio en Chetumal, visitamos la frontera a ver si se podía arreglar cruzando todos juntos (más autobuses, taxis colectivos y autoestop) y, finalmente, tuvimos que cruzar por separado por unos días a Belize, antes de regresar a México con el nuevo permiso de estancia en regla.


Sahara y Rafa
Los días en la laguna también nos sirvieron para socializar con toda la gente que pasó por allí, tanto a nosotros como a Sahara (sobre todo a Sahara). Cory (un chaval estadounidense que viaja en moto y lleva aquí casi un mes, terminando un trabajo de ordenador); Rafa y Nati (nuestros amigos argentinos); Lyn y Nayra (bióloga marina mexicana que nos comenta sobre un par de sitios guapos y su hija, de la edad de Sahara); Pepe, Mariel y el pequeño Domingo (una familia del Distrito Federal, con un niño de dos años); Lío y Dino (de 5 y 7 años); Andrea, Paulita y Alex (más niños); los chilangos (pandilla de siete primos veinteañeros del D.F., que hicieron muy buenas migas con el enano); Arantxa (valenciana viajera) o Giovanni,  “el italiano”; 
Con Andrea y Paulita
además de Silvia, la encargada del camping, fueron algunas de las personas con las que compartimos algunos ratos durante esos días de relax, donde prácticamente lo único destacable que hicimos fue bañarnos a todas horas rodeados por milanos caracoleros (Rostrhamus sociabilis), fochas americanas (Fulica americana) y golondrinas (Progne chalybea y Tachycineta albilinea), y descansar mientras organizamos fotos y actualizamos algo este blog.



Cenote Azul


También hicimos alguna pequeña excursión al Cenote Azul, un cenote abierto de gran diámetro junto a un restaurante, que está perfecto para ir a nadar y donde toda la familia disfrutamos como niños lanzándonos al agua desde las embarcaciones y los troncos existentes; así como alguna mínima exploración del pueblo y sus alrededores, donde existe un fuerte defensivo amurallado que solo vimos desde fuera y en las que pudimos observar algunos elanios de cola blanca (Elanus leucurus) cazando en los campos de cultivo.

Fortaleza de Bacalar

Después de nuestras respectivas breves estancias en Belize, abandonamos Bacalar en dirección Ixpujil y Kalakmul el día 4 de abril, 12 noches después de nuestra llegada.


Y, como siempre, más fotos (para que los abuelos estén contentos):
Laguna nublada

Otra vista

Esta es desde tierra

Saltando otra vez

Otra del fuerte de Bacalar

Cena supercutre a horas intempestivas en el suelo de nuestra
habitación, al poco de llegar a Bacalar

Zona de acampada

Tumbonas y cormorán

Con un amigo del que no recuerdo el nombre

                                                                  Disfrutando del agua con los colegas:
Con Natalia



Andrea y Paulita


Andrea, Paulita y Alex





Con mamá y Nayra






                                                                                  Y fuera del agua:
Sahara Ugatz, Andrea, Paulita, Alex y otro

Sahara y Nayra


Con Dino y Lío

Con los chilangos



Sahara, Lío, Dino y Domingo


                                                                                   Más saltos con mamá:




                                                                                        Cenote Azul:










Con Pepe y Domingo

Haciendo ejercicios en el cole

Defendiendo el puesto

                                                                              Un sapo ( ):



                                                                            Saltamontes recién nacidos:


Elanus leucurus en la distancia







Untándose de barro, y hasta otra!


                                                Un par de vídeos de nuestras vecinas las ardillas:




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