lunes, 3 de marzo de 2014

PARQUE NACIONAL CORCOVADO. UN LUGAR QUE NUNCA DEFRAUDA




Corcovado, la unión entre la playa y la selva


Cabaña en la que montamos la tienda
Desayunamos en la puerta de la cabaña, a orillas del Océano Pacífico, antes de salir a caminar por el interior del parque Nacional Corcovado. 
Es temprano, apenas acaba de amanecer y poco a poco el día se va aclarando bajo el sol otoñal. 
De repente, a cierta distancia de la orilla, una ballena jorobada (Megaptera novaeangliae) ejecuta uno de sus impresionantes saltos, sacando dos tercios de su cuerpo fuera del agua, antes de volver a caer en el mar sobre uno de sus costados. 
La acrobacia me pilla despistado y sólo veo la gran salpicadura que el cetáceo genera con su caída, pero Carmen disfruta de la observación del salto de principio a fin. 
Yo, por mi parte, me paso el resto del desayuno oteando el horizonte, esforzando la vista por si la suerte acompaña y algún otro de estos grandes misticetos asoma a la superficie, aunque esta vez me quedo con las ganas.




Comenzamos a caminar por la playa, siguiendo los rastros que un par de tapires (Tapirus bairdii) dejaron en la arena durante la noche, cuando acudieron a la orilla a lavar sus heridas e ingerir un poco de sal marina que complemente su dieta herbívora. 
Ya es demasiado tarde y a esta hora los gigantes de la fauna terrestre americana estarán descansando a la sombra en algún lugar húmedo, tranquilo e inaccesible para los visitantes ocasionales del área protegida.






Seguimos andando, un tramo por la playa y el siguiente por la selva que la rodea, y un poco más adelante vemos un solitario coatí (Nassua narica) macho que recorre el mismo camino que nosotros en busca de algo que llevarse a la boca. 
Estos mamíferos prociónidos tienen una dieta eminentemente omnívora, que incluye toda clase de vegetales, frutas, insectos, pequeños vertebrados como ranas o polluelos de ave, y otros alimentos como huevos de tortugas o desperdicios humanos. 


Pero lo que no imaginábamos era la facilidad con la que abren los cocos caídos de las palmeras para beber el nutritivo líquido que contienen bajo la dura cáscara que los protege. 
Por eso nos sorprendimos cuando el pizote –como es comúnmente conocido por estas tierras- se agachó y comenzó a roer ansiosamente uno de estos cocos. 
No tardó más de un par de minutos en abrir un agujero en uno de los laterales y empezar a ingerir el deseado fluido de su interior, que consumió por completo rápidamente. 
De repente supimos quién era el responsable de los agujeros presentes en la mayoría de cocos que tapizan el suelo de la playa.





Un poco más tarde supimos también que incluso pueden desprenderlos y hacerlos caer desde lo alto de la palmera, cuando vimos como parte de un grupo familiar de estos animales hacia girar y mordisqueaba uno hasta que lograban separarlo de la planta madre para consumirlo tranquilamente en el suelo. 
Puede que hayan aprendido este comportamiento por imitación de los monos carablanca (Cebus capucinus), con los que en ocasiones forman grupos mixtos en esta área protegida, pero eso es algo que no sabemos.




Caminamos un poco más y cruzamos el río Madrigal aprovechando la marea baja. 

Nuestra intención es llegar a la zona en la que encontramos huellas de puma (Puma concolor) durante nuestra anterior visita, aunque la densidad de este felino en el parque es bastante alta y con suerte podríamos encontrarlo en cualquier parte del sendero o de la playa.








Pasado el mediodía comienza la lluvia. No es demasiado fuerte, pero sí persistente, así que al cabo de un rato decidimos dar vuelta y regresar a la comodidad del campamento, aunque al llegar al río nos toca esperar un par de horas a que baje el nivel del agua y podamos cruzar sin peligro. 
La marea alta y la cantidad de lluvia se han aliado para que el cauce haya aumentado cerca de un metro y el caudal sea bastante más violento que por la mañana.












Guacamayo escarlata (Ara macao)
Cuando por fin cruzamos volvemos directamente a la zona de La Leona, donde estamos acampados dentro de una cabaña de lona, que nos han alquilado por un precio simbólico cuando llegamos hace un par de días, casi de noche, bajo la lluvia y con un niño pequeño. 
El caso es que el año pasado estuvimos acampados un par de noches en este mismo lugar, de propiedad privada, y el guardián nos dice al llegar que no podemos quedarnos y que el anterior cuidador fue despedido por montar su propio negocio al cobrar a los turistas por quedarse aquí. 
A pesar de ello, no tuvimos que insistir mucho para que dejara que montásemos la tienda por unos días, pero sin cobrarnos. 
Al día siguiente, con el asunto más meditado, nos pide una modesta colaboración, aunque resulta casi como si no nos cobrase nada.


Águila cangrejera (Buteogallus anthracinus) frente a la tienda


En el camino de vuelta vemos un agutí (Dasyprocta punctata), gran roedor forestal,  y una vez más, otro gran grupo de coatís de más de treinta individuos, que patrullan la selva a todos los niveles, desde el suelo hasta las copas de los árboles, inspeccionando cada rincón existente en busca de alimento.







Sahara y su dibujo de un rinoceronte, que creo que no veremos en Corcovado


Al llegar al campamento nos recibe un grupo de monos araña (Ateles geoffroyi), de los que disfrutamos a corta distancia mientras nos tomamos una infusión caliente después de cambiarnos las ropas mojadas por otras secas. 
Acostumbrados a la presencia humana y a una convivencia pacífica con sus primos terrestres y lampiños, hacen su vida a corta distancia de nosotros sin preocuparse en absoluto por nuestra cercanía o nuestros movimientos. 
Se saludan, dormitan, nos observan o se despiojan sobre los árboles que nos rodean, y somos testigos de excepción de sus actividades cotidianas.








Sahara también se hace amigo inseparable de un pequeño cachorro de gato doméstico que vive en la propiedad, con el que juega un montón y comparte todas las horas que pasamos en nuestro cuartel general, y que se llevaría al campo (y a la cama) de buena gana si le dejáramos.




Amanece otro día y repetimos caminata por el interior del parque. Vemos un grupo grande de coatís, acompañado por algunos monos carablanca, además de algún individuo solitario.

En la playa, el rastro nocturno de una tortuga olivácea (Lepidochelys olivacea) en dirección a su nido, seguido un par de cientos de metros después por los restos de una nidada depredada por los coatís, nos recuerda que estamos en la temporada reproductiva de esta especie de quelonio marino, que llega a estas playas del Pacífico en números mucho más modestos que los que ocurren en el norte del país o el sur de Nicaragua.






Se escuchan a lo lejos las llamadas de los monos aulladores (Alouatta palliata) que, como cada día, marcan los límites de sus territorios frente a sus vecinos, mientras en el cielo, algunos cóndores reales (Sarcorhamphus papa) cogen altura y comienzan su patrullaje diario en busca de alimento. 

Hoy tardamos mucho más en localizar huellas de tapir, que no aparecen hasta cruzar el río, a algunos kilómetros de nuestra zona de acampada. 



También allí, el rastro de una nutria (Lontra longicaudis) nos habla una vez más de la riqueza faunística del lugar. 


Una fina llovizna persistente nos acompaña desde la mañana, así que decidimos acortar el paseo de hoy y regresar antes al campamento. En el fondo, nunca se sabe donde se tendrá más suerte; nuestro anfitrión ha visto un puma hace un par de semanas al lado de la playa, frente a nuestra cabaña.




Tucán de pecho amarillo (Ramphastos swainsonii)



En el camino de vuelta, un oso hormiguero arborícola (Tamandua mexicana) aporta una nota diferente a nuestro concierto natural de hoy, mostrándonos su técnica de escalada en tronco, todo un recordatorio de por qué su nombre vulgar es el de brazo fuerte.




Volvemos a disfrutar de la compañía de los monos araña, que estos días aprovechan los frutos de un naranjo existente en la propiedad, cerca de la construcción que sirve como cocina y comedor, y pasan todavía más cerca de nosotros que ayer.










Por la tarde escampa, y mientras la familia duerme la siesta, me voy a recorrer un sendero que pertenece a la propiedad en la que nos alojamos. 
Encuentro una serpiente zopilota común (Clelia clelia), de cerca de dos metros de longitud -especie que se alimenta de otras serpientes, incluyendo a algunas venenosas. Ella misma posee una dentición opistoglifa, con dientes inyectores de veneno en la parte trasera de la mandíbula, que utiliza para matar a sus presas-, y el camino me gusta tanto que decido repetirlo una vez que se hace de noche, cuando veo algunas ranas y arañas.






Ranas pertenecientes a la familia Craugastoridae. En el medio, Craugastor megacephalus, las de los extremos no conseguimos identificarlas satisfactoriamente

Un par de arañas en el suelo de la selva. Desconozco las especies


A la mañana siguiente recorro de nuevo ese sendero con Carmen y Sahara, y tenemos uno de los encuentros más inesperados de la semana. 
La trocha discurre por las laderas de colinas de baja altitud, subiendo y bajando entre vegetación frondosa, que no permite una gran visibilidad. 
Llegados a un punto, un pequeñísimo claro permite contemplar parte del valle y de las laderas al otro lado del río, ya dentro del Parque Nacional. 
En este claro paramos unos instantes a mirar el entorno desde ese balcón natural, cuando un inmaduro de águila elegante (Spizaetus ornatus) llega volando y se posa en un delgado tronco partido a poco más de tres metros de nosotros (medidos cuando se fue). 



La sorpresa fue general, y los cuatro nos quedamos estupefactos, sin saber muy bien qué hacer. Intento coger la cámara, pero la cremallera no abre, se engancha la correa y luego tarda en encenderse…ya creo que el animal se va a ir, no es posible que aguante tanto, pero finalmente consigo inmortalizar un momento mágico que de lo contrario sería muy difícil de creer. 



Continuamos nuestro camino mientras asimilamos y comentamos el encuentro, y terminamos el sendero en el lecho del arroyo, así que decidimos volver por el agua hasta la playa y la cabaña, una idea que al enano le encanta, y se lo pasa de miedo cayéndose al agua o saltando desde las piedras.





Esta noche salimos a caminar por la playa, en busca de alguna tortuga con comportamiento anidatorio, pero solo encontramos una pequeña recién nacida que se dirige al mar. 
La acompañamos en el principio de su viaje para que Sahara recuerde todos los momentos vividos con las tortuguitas en este viaje y se despida de ellas hasta la próxima, ya que pensamos que no volveremos a verlas en lo que nos queda por delante mientras nos dirigimos hacia el sur.

Sciurus granatensis

Milvago chimachima

Ara macao


El Parque Nacional Corcovado es uno de los mejores sitios donde observar mamíferos en toda América Central. Esto es algo que aseguran todos los que lo conocen, y nosotros estamos totalmente de acuerdo, pues quedamos convencidos de ello durante nuestra primera visita a esta área protegida hace algo más de un año. 
Por eso no teníamos ninguna duda de que volveríamos en cuanto se nos presentase la oportunidad, y esta llegó durante nuestro descenso hacia el sur del continente.



Caminando hacia La Leona, bajo la lluvia



Camino de Carate en el camión de transporte
Nuestra intención original era la de volver a la estación de guardaparques de Sirena, en el corazón de la reserva, pero olvidamos que ese campamento cierra cada año por mantenimiento durante el mes de octubre. 
Nosotros llegamos justo los últimos días de septiembre a Puerto Jiménez, con lo cual tenemos que conformarnos con entrar cada día desde el campamento de La Leona, caminar un tramo del sendero y salir a dormir fuera del parque. 




Otra vista del bonito entorno de nuestro campamento


Garza cucharón (Cochlearius cochlearius)
No es lo que planeábamos, pero menos da una piedra, y aunque Corcovado nunca defrauda del todo, Sirena es el lugar en el que hemos tenido mayor número de avistamientos de mamíferos en toda Centroamérica y teníamos muchas ganas de volver a estar allí. 


Para que os refresquéis la memoria sobre uno de los mejores sitios para ver mastofauna con relativamente poco esfuerzo, aquí dejo el enlace a la anterior entrada sobre Corcovado de este blog:

Trogon rufus, macho a la izquierda y hembra a la derecha

Bubulcus ibis, adulto y polluelo

Nuestro viaje desde San José comenzó con ocho horas en el único autobús que sale cada mediodía directamente hacia la Península de Osa, donde se encuentra este Parque Nacional.

Desde este autobús, llegando a Puerto Jiménez, observamos el primer animal destacable de esta aventura, un esquivo búho carinegro (Ciccaba nigrolineata) que otea el entorno desde su atalaya de caza junto a una farola, completamente iluminado con esa luz artificial. 

Los estrigiformes son uno de los órdenes de aves que más nos fascinan, razón suficiente para que el avistamiento nos alegre el día, pero si además tenemos en cuenta que lo habíamos buscado infructuosamente en México y que ya no contábamos con verlo con facilidad, la alegría es doble.




Caiman crocodilus

Crocodylus acutus


Al llegar, ya de noche, nos instalamos en el mismo alojamiento que en nuestra anterior visita y utilizamos parte del día siguiente para organizar la entrada al parque, pagar los permisos y abastecernos de víveres; aunque también tenemos tiempo de darnos un bañito en el mar y de salir a buscar caimanes y cocodrilos a una pequeña laguna cerca de la playa. 
Allí conocemos a Adonis, un curioso personaje propietario del terreno en que se encuentra la laguna y amigo de los saurios, a los que alimenta y los cuales responden a su voz cuando los llama por su nombre. 
El día 1 de octubre entramos en el parque y nos establecemos en el que será nuestro campamento los próximos días.


Ibis blanco (Eudocimus albus) incubando


Pollo de ibis blanco

Vista de nuestro campamento desde la playa


Después de cinco días en el sector de La Leona de Corcovado, volvemos a Puerto Jiménez, con la sensación de que, a pesar de no conseguir instalarnos en la estación de Sirena y de no ver los grandes mamíferos que pensábamos, el Parque Nacional Corcovado sigue siendo un lugar que nunca defrauda.
Nuestro siguiente destino será la Ciudad de Panamá, el último país de América Central antes de entrar en el sur del continente. 
Veremos qué pasa en nuestra próxima aventura…


Más fotos:
Sahara jugando con los amigos hechos en Puerto Jiménez:


Cruzando ríos:


Parada para comer


Con su amigo el gato: 



Caminando por el lecho del arroyo: 


Rastro de tapir en el suelo de la selva

Más coatís:



Monos araña:







Milvago chimachima

Cochlearius cochlearius

Eudocimus albus

Buteogallus anthracinus

Ara macao


Ramphastos swainsonii

Basiliscus basiliscus

Basilisco

Caimán afectado por hongos

Clelia clelia

Craugastor megacephalus

Craugastor sp.

Saltamontes comiendo un fruto


Más vídeos de coatís:


De monos araña:

De monos carablanca:

De brazo fuerte:

De garza cucharón:

De garcillas bueyeras (Bubulcus ibis) en su colonia de cría:








No hay comentarios:

Publicar un comentario