Corcovado, la unión entre la playa y la selva |
Cabaña en la que montamos la tienda |
Desayunamos en la
puerta de la cabaña, a orillas del Océano Pacífico, antes de salir a caminar
por el interior del parque Nacional Corcovado.
Es temprano, apenas acaba de
amanecer y poco a poco el día se va aclarando bajo el sol otoñal.
De repente, a
cierta distancia de la orilla, una ballena jorobada (Megaptera novaeangliae) ejecuta uno de sus
impresionantes saltos, sacando dos tercios de su cuerpo fuera del agua, antes
de volver a caer en el mar sobre uno de sus costados.
La acrobacia me pilla
despistado y sólo veo la gran salpicadura que el cetáceo genera con su caída,
pero Carmen disfruta de la observación del salto de principio a fin.
Yo, por mi
parte, me paso el resto del desayuno oteando el horizonte, esforzando la vista
por si la suerte acompaña y algún otro de estos grandes misticetos asoma a la
superficie, aunque esta vez me quedo con las ganas.
Comenzamos a caminar
por la playa, siguiendo los rastros que un par de tapires (Tapirus bairdii) dejaron en la arena durante la noche, cuando
acudieron a la orilla a lavar sus heridas e ingerir un poco de sal marina que
complemente su dieta herbívora.
Ya es demasiado tarde y a esta hora los
gigantes de la fauna terrestre americana estarán descansando a la sombra en
algún lugar húmedo, tranquilo e inaccesible para los visitantes ocasionales del
área protegida.
Seguimos andando, un
tramo por la playa y el siguiente por la selva que la rodea, y un poco más
adelante vemos un solitario coatí (Nassua
narica) macho que recorre el mismo camino que nosotros en busca de algo que
llevarse a la boca.
Estos mamíferos prociónidos tienen una dieta eminentemente
omnívora, que incluye toda clase de vegetales, frutas, insectos, pequeños
vertebrados como ranas o polluelos de ave, y otros alimentos como huevos de
tortugas o desperdicios humanos.
Pero lo que no imaginábamos era la facilidad con la que abren los cocos caídos de las palmeras para beber el nutritivo líquido que contienen bajo la dura cáscara que los protege.
Por eso nos
sorprendimos cuando el pizote –como es comúnmente conocido por estas tierras- se agachó y
comenzó a roer ansiosamente uno de estos cocos.
No tardó más de un par de minutos en abrir
un agujero en uno de los laterales y empezar a ingerir el deseado fluido de su
interior, que consumió por completo rápidamente.
De repente supimos quién era
el responsable de los agujeros presentes en la mayoría de cocos que tapizan el
suelo de la playa.
Un poco más tarde
supimos también que incluso pueden desprenderlos y hacerlos caer desde lo alto
de la palmera, cuando vimos como parte de un grupo familiar de estos animales
hacia girar y mordisqueaba uno hasta que lograban separarlo de la planta madre
para consumirlo tranquilamente en el suelo.
Puede que hayan aprendido este comportamiento por imitación de los monos carablanca (Cebus capucinus), con los que en ocasiones forman grupos mixtos en esta área protegida, pero eso es algo que no sabemos.
Puede que hayan aprendido este comportamiento por imitación de los monos carablanca (Cebus capucinus), con los que en ocasiones forman grupos mixtos en esta área protegida, pero eso es algo que no sabemos.
Nuestra intención es llegar
a la zona en la que encontramos huellas de puma (Puma concolor) durante nuestra anterior visita, aunque la densidad
de este felino en el parque es bastante alta y con suerte podríamos encontrarlo
en cualquier parte del sendero o de la playa.
Pasado el mediodía
comienza la lluvia. No es demasiado fuerte, pero sí persistente, así que al
cabo de un rato decidimos dar vuelta y regresar a la comodidad del campamento,
aunque al llegar al río nos toca esperar un par de horas a que baje el nivel
del agua y podamos cruzar sin peligro.
La marea alta y la cantidad de lluvia se han aliado para que el cauce haya aumentado cerca de un metro y el caudal sea bastante más violento que por la mañana.
La marea alta y la cantidad de lluvia se han aliado para que el cauce haya aumentado cerca de un metro y el caudal sea bastante más violento que por la mañana.
Guacamayo escarlata (Ara macao) |
Cuando por fin cruzamos
volvemos directamente a la zona de La Leona, donde estamos acampados dentro de
una cabaña de lona, que nos han alquilado por un precio simbólico cuando
llegamos hace un par de días, casi de noche, bajo la lluvia y con un niño
pequeño.
El caso es que el año pasado estuvimos acampados un par de noches en
este mismo lugar, de propiedad privada, y el guardián nos dice al llegar que no
podemos quedarnos y que el anterior cuidador fue despedido por montar su propio
negocio al cobrar a los turistas por quedarse aquí.
A pesar de ello, no tuvimos
que insistir mucho para que dejara que montásemos la tienda por unos días, pero
sin cobrarnos.
Al día siguiente, con el asunto más meditado, nos pide una
modesta colaboración, aunque resulta casi como si no nos cobrase nada.
Águila cangrejera (Buteogallus anthracinus) frente a la tienda |
En el camino de
vuelta vemos un agutí (Dasyprocta
punctata), gran roedor forestal, y una vez más, otro gran grupo de coatís de más de treinta individuos, que patrullan
la selva a todos los niveles, desde el suelo hasta las copas de los árboles,
inspeccionando cada rincón existente en busca de alimento.
Al llegar al
campamento nos recibe un grupo de monos araña (Ateles geoffroyi), de los que disfrutamos a corta distancia
mientras nos tomamos una infusión caliente después de cambiarnos las ropas mojadas
por otras secas.
Acostumbrados a la presencia humana y a una convivencia
pacífica con sus primos terrestres y lampiños, hacen su vida a corta distancia
de nosotros sin preocuparse en absoluto por nuestra cercanía o nuestros
movimientos.
Se saludan, dormitan, nos observan o se despiojan sobre los
árboles que nos rodean, y somos testigos de excepción de sus actividades
cotidianas.
Sahara también se
hace amigo inseparable de un pequeño cachorro de gato doméstico que vive en la
propiedad, con el que juega un montón y comparte todas las horas que pasamos en nuestro cuartel
general, y que se llevaría al campo (y a la cama) de buena gana si le
dejáramos.
Amanece otro día y
repetimos caminata por el interior del parque. Vemos un grupo grande de coatís,
acompañado por algunos monos carablanca, además de algún individuo solitario.
En la playa, el
rastro nocturno de una tortuga olivácea (Lepidochelys
olivacea) en dirección a su nido, seguido un par de cientos de metros
después por los restos de una nidada depredada por los coatís, nos recuerda que
estamos en la temporada reproductiva de esta especie de quelonio marino, que
llega a estas playas del Pacífico en números mucho más modestos que los que ocurren
en el norte del país o el sur de Nicaragua.
Se escuchan a lo
lejos las llamadas de los monos aulladores (Alouatta
palliata) que, como cada día, marcan los límites de sus territorios frente
a sus vecinos, mientras en el cielo, algunos cóndores reales (Sarcorhamphus papa) cogen altura y
comienzan su patrullaje diario en busca de alimento.
Hoy tardamos mucho más en
localizar huellas de tapir, que no aparecen hasta cruzar el río, a algunos
kilómetros de nuestra zona de acampada.
También allí, el rastro de una nutria (Lontra longicaudis) nos habla una vez
más de la riqueza faunística del lugar.
Una fina llovizna persistente nos
acompaña desde la mañana, así que decidimos acortar el paseo de hoy y regresar
antes al campamento. En el fondo, nunca se sabe donde se tendrá más suerte;
nuestro anfitrión ha visto un puma hace un par de semanas al lado de la playa,
frente a nuestra cabaña.
En el camino de vuelta, un oso hormiguero arborícola (Tamandua mexicana) aporta una nota diferente a nuestro concierto natural de hoy, mostrándonos su técnica de escalada en tronco, todo un recordatorio de por qué su nombre vulgar es el de brazo fuerte.
Volvemos a disfrutar
de la compañía de los monos araña, que estos días aprovechan los frutos de un
naranjo existente en la propiedad, cerca de la construcción que sirve como
cocina y comedor, y pasan todavía más cerca de nosotros que ayer.
Por la tarde escampa,
y mientras la familia duerme la siesta, me voy a recorrer un sendero que
pertenece a la propiedad en la que nos alojamos.
Encuentro una serpiente zopilota común (Clelia clelia), de cerca de dos metros
de longitud -especie que se alimenta de otras serpientes, incluyendo a algunas venenosas. Ella misma posee una dentición opistoglifa, con dientes inyectores de veneno en la parte trasera de la mandíbula, que utiliza para matar a sus presas-, y el camino me gusta tanto que decido repetirlo una vez que se
hace de noche, cuando veo algunas ranas y arañas.
Ranas pertenecientes a la familia Craugastoridae. En el medio, Craugastor megacephalus, las de los extremos no conseguimos identificarlas satisfactoriamente |
Un par de arañas en el suelo de la selva. Desconozco las especies |
A la mañana siguiente
recorro de nuevo ese sendero con Carmen y Sahara, y tenemos uno de los
encuentros más inesperados de la semana.
La trocha discurre por las laderas de
colinas de baja altitud, subiendo y bajando entre vegetación frondosa, que no
permite una gran visibilidad.
Llegados a un punto, un pequeñísimo claro permite
contemplar parte del valle y de las laderas al otro lado del río, ya dentro del
Parque Nacional.
En este claro paramos unos instantes a mirar el entorno desde
ese balcón natural, cuando un inmaduro de águila elegante (Spizaetus ornatus) llega volando y se posa en un delgado tronco
partido a poco más de tres metros de nosotros (medidos cuando se fue).
La
sorpresa fue general, y los cuatro nos quedamos estupefactos, sin saber muy
bien qué hacer. Intento coger la cámara, pero la cremallera no abre, se
engancha la correa y luego tarda en encenderse…ya creo que el animal se va a
ir, no es posible que aguante tanto, pero finalmente consigo inmortalizar un
momento mágico que de lo contrario sería muy difícil de creer.
Continuamos
nuestro camino mientras asimilamos y comentamos el encuentro, y terminamos el
sendero en el lecho del arroyo, así que decidimos volver por el agua hasta la
playa y la cabaña, una idea que al enano le encanta, y se lo pasa de miedo
cayéndose al agua o saltando desde las piedras.
Esta noche salimos a
caminar por la playa, en busca de alguna tortuga con comportamiento anidatorio,
pero solo encontramos una pequeña recién nacida que se dirige al mar.
La
acompañamos en el principio de su viaje para que Sahara recuerde todos los
momentos vividos con las tortuguitas en este viaje y se despida de ellas hasta
la próxima, ya que pensamos que no volveremos a verlas en lo que nos queda por
delante mientras nos dirigimos hacia el sur.
El Parque Nacional
Corcovado es uno de los mejores sitios donde observar mamíferos en toda América
Central. Esto es algo que aseguran todos los que lo conocen, y nosotros estamos
totalmente de acuerdo, pues quedamos convencidos de ello durante nuestra
primera visita a esta área protegida hace algo más de un año.
Por eso no
teníamos ninguna duda de que volveríamos en cuanto se nos presentase la
oportunidad, y esta llegó durante nuestro descenso hacia el sur del continente.
Caminando hacia La Leona, bajo la lluvia |
Camino de Carate en el camión de transporte |
Nuestra intención original
era la de volver a la estación de guardaparques de Sirena, en el corazón de la
reserva, pero olvidamos que ese campamento cierra cada año por mantenimiento durante
el mes de octubre.
Nosotros llegamos justo los últimos días de septiembre a Puerto Jiménez, con
lo cual tenemos que conformarnos con entrar cada día desde el campamento de La Leona, caminar un
tramo del sendero y salir a dormir fuera del parque.
Garza cucharón (Cochlearius cochlearius) |
Para que os refresquéis la memoria sobre uno de los mejores sitios para ver mastofauna con relativamente poco esfuerzo, aquí dejo el enlace a la anterior entrada sobre Corcovado de este blog:
Nuestro viaje desde
San José comenzó con ocho horas en el único autobús que sale cada mediodía
directamente hacia la Península de Osa, donde se encuentra este Parque
Nacional.
Desde este autobús,
llegando a Puerto Jiménez, observamos el primer animal destacable de esta
aventura, un esquivo búho carinegro (Ciccaba
nigrolineata) que otea el entorno desde su atalaya de caza junto a una
farola, completamente iluminado con esa luz artificial.
Los estrigiformes son uno de los órdenes de aves que más nos fascinan, razón suficiente para que el avistamiento nos alegre el día, pero si además tenemos en cuenta que lo habíamos buscado infructuosamente en México y que ya no contábamos con verlo con facilidad, la alegría es doble.
Los estrigiformes son uno de los órdenes de aves que más nos fascinan, razón suficiente para que el avistamiento nos alegre el día, pero si además tenemos en cuenta que lo habíamos buscado infructuosamente en México y que ya no contábamos con verlo con facilidad, la alegría es doble.
Caiman crocodilus |
Crocodylus acutus |
Al llegar, ya de
noche, nos instalamos en el mismo alojamiento que en nuestra anterior visita y
utilizamos parte del día siguiente para organizar la entrada al parque, pagar
los permisos y abastecernos de víveres; aunque también tenemos tiempo de darnos
un bañito en el mar y de salir a buscar caimanes y cocodrilos a una pequeña
laguna cerca de la playa.
Allí conocemos a Adonis, un curioso personaje propietario del terreno en que se encuentra la laguna y amigo de los saurios, a los que alimenta y los cuales responden a su voz cuando los llama por su nombre.
El día 1 de octubre entramos en el parque y nos establecemos en el que será nuestro campamento los próximos días.
Allí conocemos a Adonis, un curioso personaje propietario del terreno en que se encuentra la laguna y amigo de los saurios, a los que alimenta y los cuales responden a su voz cuando los llama por su nombre.
El día 1 de octubre entramos en el parque y nos establecemos en el que será nuestro campamento los próximos días.
Ibis blanco (Eudocimus albus) incubando |
Pollo de ibis blanco |
Vista de nuestro campamento desde la playa |
Después de cinco días
en el sector de La Leona de Corcovado, volvemos a Puerto Jiménez, con la
sensación de que, a pesar de no conseguir instalarnos en la estación de Sirena
y de no ver los grandes mamíferos que pensábamos, el Parque Nacional Corcovado
sigue siendo un lugar que nunca defrauda.
Nuestro siguiente destino será la Ciudad de Panamá, el último país de América Central antes de entrar en el sur del continente.
Veremos qué pasa en nuestra próxima aventura…
Nuestro siguiente destino será la Ciudad de Panamá, el último país de América Central antes de entrar en el sur del continente.
Veremos qué pasa en nuestra próxima aventura…
Más fotos:
Sahara jugando con los amigos hechos en Puerto Jiménez:
Cruzando ríos:
Parada para comer |
Con su amigo el gato:
Caminando por el lecho del arroyo:
Rastro de tapir en el suelo de la selva |
Más coatís:
Monos araña:
Milvago chimachima |
Cochlearius cochlearius |
Eudocimus albus |
Buteogallus anthracinus |
Ara macao |
Ramphastos swainsonii |
Basiliscus basiliscus |
Basilisco |
Caimán afectado por hongos |
Clelia clelia |
Craugastor megacephalus |
Craugastor sp. |
Saltamontes comiendo un fruto |
Más vídeos de coatís:
De monos araña:
De monos carablanca:
De brazo fuerte:
De garza cucharón:
De garcillas bueyeras (Bubulcus ibis) en su colonia de cría:
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